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Fernando Valcárcel

[CLUB DE JÓVENES CRÍTICOS] La música y el orden divino

Faltaban solo dos días para el estreno de Una noche de ópera y la Orquesta Sinfónica Nacional acababa de terminar su segundo ensayo. El coro, solistas y músicos eran dirigidos por un experimentado director: Fernando valcárcel. En su oficina característica: su camerino, nuestro ilustre director llegó. Habló con nosotros de I pagliacci y su importancia cultural, además del encuentro que tuvo con Sir Simon Rattle y su experiencia en Lima 2019.

I Pagliacci  fue compuesta hace más de un siglo, ¿qué valor y significado tiene para la cultura mundial y por qué seguir difundiéndola?

En general, las producciones artísticas se tienen que difundir, sobre todo las excelsas, y la ópera es una manifestación de la música que sirve a la escena, al teatro. Pagliacci es una música escenificada. Un drama  musical, literalmente. Esta obra es especial porque su compositor Leoncavallo, cumple 100 años de fallecimiento este 2019, entonces era bueno recordar la importancia del compositor, y esta obra en particular, que es una de las iniciadoras de lo que se llama el verismo, que es acercar la ópera a la vida, más directa. Es una manifestación de lo cotidiano donde se representa lo real,  no lo irreal. No es el sueño sino la realidad.

Pagliacci como parte del Verismo

El Verismo fue una tendencia para interpretar las pasiones más comunes del ser humano, también implica un cambio de estilo: la paleta armónica es más expresiva y el clima se vuelve más denso. Es una época muy rica de la historia de la música. Esta obra responde mucho a lo que se quiere decir, la música inmediatamente cambia de registro y de tono respecto a las diversas escenas o circunstancias emocionales que el texto propone. Entonces, los ajustes son inmediatos y eso es difícil para un director que se enfrenta a una música que cambia constantemente, de tempo, velocidades, matices, entradas, coros, solistas, orquestas, es muy profusa en imágenes musicales y en caracterizaciones. La importancia de la obra radica en ella, en su originalidad para la época en que fue escrita y en dar inicio a esa corriente que se denominó Verismo.

¿En este contexto, cómo entender la música, la ópera?

El arte es un ambiente de reflexión, una música más abstracta, un pedazo de música que … en lo visual puede o no emocionarnos en lo más hondo o cotidiano, sólo que esa percepción es equivocada. La música más abstracta nos habla también de cosas universales, pasiones sensaciones y un orden aspiracional, a lo que deberíamos aspirar como sociedad y seres humanos. La música es una interpretación de  ese orden divino que es inasible y al cual deberíamos aspirar.

En el caso concreto de la ópera, que tiene texto e imagen, podemos familiarizamos más. Y el tema, sí, ciertamente, es un tema que no es recurrente siempre,y que  los celos, las infidelidades, y los asesinatos son parte de los actos negativos del ser humano que se repiten en un país con grandes diferencias sociales como era/es Italia y como es en el Perú donde hay muchas desigualdades y pobrezas.

Lo maravilloso del arte es que podemos ver un drama que muestra desde lo más bajo del ser humano, sin embargo la música es excelsa y el texto también. El arte expresa lo más mundano de una forma mucho más estética, estilizada y más hermosa; como una especie de contraparte y un balance. Finalmente, en ello radica la grandeza del arte, de mantener el balance en el aspecto humano y lo divino, entre lo bajo y lo alto,  lo sublime y lo cotidiano.

El formato concierto

¿Qué comprende el concierto que dará vida a esta trágica obra de Ruggero Leoncavallo?

Esto parte de una iniciativa de hacer ópera, pero en formato de concierto. Esta obra no va a ser escenificada, actuada sí, un poco, porque los actores van a interactuar, un tanto más controlada, pero lo harán sin mayor desplazamiento escénico, sin mayor aspecto luminotécnico. Es solamente la parte musical lo que me importa de la partitura no tanto la parte escénica. Y es una forma que tienen las orquestas para abordar muchos repertorios, principalmente la ópera, que por otro lado son muy costosos. Hacer una obra, sea cual sea es caro. La ópera es un lujo dentro de la música académica que a veces no se puede cubrir. Y hacerla en formato concierto nos permite abordarla en su esencia, en su dimensión más inmediata, que es la parte musical. Entonces va a haber un mínimo de escenificación, pero el énfasis es mostrar la grandeza la obra, no tanto lo visual sino la música en sí. La concentración del oyente se va a centrar en la música.

Existen grabaciones como referencia para esta obra, ¿Era necesario que la orquesta le diese un estudio adicional a la partitura para realizar algunos arreglos a I pagliacci?

Arreglos, tal vez no. Las orquestas nos ceñimos al texto original, y sobre el manuscrito siempre preferimos las versiones críticas, que son las formas más cercanas a la voluntad del compositor. Estas ediciones eliminan diversas añadiduras que se han ido agregando, a veces irresponsablemente por intérpretes y directores, quienes iban aumentando cosas, sacando otras y haciendo cortes. Entonces, ciertos años después del fallecimiento del director, hay una edición crítica y esa edición crítica elimina, desglosa  las diversas pifias, erratas y yerros que el compositor mismo pudo haber tenido y que se han prolongado en el tiempo. Cada nueva interpretación, acá o mundialmente, siempre implica una revisión de la obra, naturalmente.

Yo me estoy ciñendo a una edición clásica, en realidad, pero cuando uno ensaya, uno mismo puede ir descubriendo imperfecciones, haciendo unas simplificaciones mínimas que no tergiversan el espíritu de la obra, pero sí las grabaciones son referenciales y muy útiles; a veces son perjudiciales también porque prolongan o eternizan una forma equivocada de abordar la obra. Incluso los grandes también se equivocan, somos humanos. Son cuestiones que yo podría imitar e incluso los cantantes mismos pueden imitar o evitar. Yo, en lo personal, prescindo mucho de las interpretaciones para buscar mi propia voz, mi propia interpretación de la obra.

Acerca de la presentación, ¿cuáles han sido las dificultades que han tenido para esta puesta en escena?

Bueno, siempre nos enfrentamos a la imposibilidad de tener un mayor número de ensayos. Con los solista hemos ensayado ayer y hoy. Como no hay mucho tiempo para presentar, no hay que equivocarse en el ensayo. Si uno quiere estar lo más cercano a la perfección, debe estar revisando, además que existe una responsabilidad del músico, del director y de los cantantes. No podemos desperdiciar el tiempo. Hay que seguir.

La obra no es muy larga y la vamos a tocar ininterrumpidamente, precedida de una obertura de Verdi, otro compositor relacionado al mundo de la ópera y será  La fuerza del destino la que abrirá el concierto. Entonces será una velada en la que nos acercaremos a un universo muy apreciado por el aficionado a la ópera. Aunque nos hemos enfrentado a otras situaciones, cada ejecución tiene sus circunstancias, lamentablemente no tenemos el espacio del escenario del teatro tanto como nosotros quisiéramos. Es decir, nos enfrentamos a un tipo de acústica sin haber ensayado ahí, aunque con la experiencia que nosotros tenemos de tocar en el escenario del Gran Teatro Nacional, podemos sobrellevar eso. Nuestra cotidianidad con la acústica del teatro nos permite realizarlo. Está difícil, pero no imposible.

Dado que el concierto contiene momentos marcados que implican el silencio del público, ¿qué tan importante es el silencio en las partes que llevan al clímax en el concierto?

El público siempre es un aspecto importante en un ambiente musical. Hay públicos de todo tipo. Hay conciertos donde asiste gente que sabe y otras donde va gente que va a ver el teatro (risas) o a tal artista, pero no a la obra, hay una variopinta. El silencio es importante, tanto del público como del músico. Tienen razón, es lo más importante. Pero eso lo da un conocimiento de la obra, una cultura. Imagínate a una persona que no tenga cultura, que haga bulla, es más que quiera entrar con su canchita, o que esté con el celular, un aspecto que se nos pasa a quienes creemos que tenemos una cierta cultura. A todos puede pasarle. El silencio es un reflejo del grado de interés, del grado de preparación que tienes ante lo que te expones. Cuando no hay silencio es porque no estás concentrado, te incomodas, te cansas y en cambio cuando hay concentración y pasión por lo que tu escuchas, puedes estar cinco horas, sin moverte ni respirar. Yo creo que en general, tenemos que, como elencos, tocar más, es decir llegar más al público porque sí hay problemas de educación, en el país en general tiene problemas educativos y entre todos los problemas y el conocimiento de la música clásica todavía, es más remoto, menos importante por eso no lo necesitamos mucho, entonces el grueso de la población, sea rica o no tan rica, desconoce una manifestación del arte como la música clásica. 

Es lamentable, a mí me da pena, que una persona no vaya a los conciertos porque se pierde una parte alta de la manifestación del ser humano, tan importante como la música popular por supuesto. Pero sí hay gente que se aburre de la música clásica y tiene todo el derecho de aburrirse de obras porque incluso yo me puedo aburrir de algunas de ellas, pero hacerlo por desconocimiento es peo. En fin, una persona responsable puede jactarse de aburrirse de algo que conoce, que le ha dedicado tiempo y puede dar razones de por qué no le gusta, pero hacerlo tan gratuitamente no. Aunque eso nos puede pasar a todos: nos quejamos, pero no sabemos de lo que estamos hablando. Nos quejamos de política y no sabemos de política. Somos imperfectos los seres humanos. Siempre creo que la función de la orquesta es llegar a más público para ayudar a formarlo y a sensibilizarlos, es una función de nosotros como orquesta nacional. Esta bien, le damos música popular, pero debe haber un balance, podemos dar obras que implican más retos emocionales e intelectuales, por eso debe haber más. El aspecto del silencio es muy importante, en verdad, eso crea clímax  emocionales.

Encuentro de gigantes

Sir simon Rattle estuvo hace poco en Lima, ¿de qué manera el encuentro que tuvo con él influenció en su trabajo como director?

Digamos que en un encuentro no muy prolongado es difícil, pero sí, lo admiro e imito mucho. He visto muchos videos, documentales y he podido analizar su filosofía en la dirección, la economía de gestos y deja ser al músico. A veces, el error de los directores es imponer, forzar; en cambio él deja ser porque confía en sus músicos, mueve lo mínimo y eso ayuda a crecer el desarrollo de la orquesta, parece fácil, pero no, es muy difícil, a veces uno llega a eso después de mucho años. 

El error común del director novel, es dirigir todos los tiempos y compases, mientras que el director experimentado cada vez dirige menos, me refiero en el aspecto de forzar  la marcación de todos los compases de la música en el aspecto técnico. En el aspecto musical, me habló de algunas experiencias suyas, le hice recordar la primera vez que lo vi en vivo, en Filadelfia, en el año 94 cuando el hizo la Novena de Mahler y me confesó que lo había hecho por primera vez, que había sido su debut dirigiendo esa obra.

Recuerdo mucho la actitud con la que entró al concierto: con una especie de devoción y de preparación mental, incluso cuando se dirigía al podio. Desde su entrada ya estaba abordando la obra, que es dramática, muy esquizofrénica en sus primeros movimientos. Hablamos de eso, sus visitas a Curtis, una escuela donde estudié y donde pude ir a algunos de sus ensayos. Me he influenciado mucho en su forma de abordar los ensayos  en una orquesta. Y verlo acá es una experiencia muy enriquecedora. Cuando vino con la London Symphony, nunca había visto un manejo del matiz de la música como vi aquella noche: los pianissimos, tocar suave o fuerte. Respecto al manejo suave de la música hecha por la orquesta, realmente digna de mencionar, nunca había escuchado una orquesta que tocara esos pianissimos, tan suave, que es muy difícil porque lo más fácil para una orquesta es tocar fuerte. Solo las grandes orquesta pueden tocar de esa manera. He escuchado a muchas, pero ninguna con tanto dinamismo.

En una entrevista Sir simon Rattle mencionó que ser director de música no es una verdadera profesión sino es ser un guía espiritual, ¿qué opina al respecto?

No, no es una profesión. Nosotros los músicos, somos privilegiados y el director más todavía; por último ni siquiera toca. Somos guías en las ideas musicales del compositor. Somos guías musicales, pero también somos guías espirituales que transmiten ideas sublimes abstractas. Llegar a ese entendimiento es el último peldaño, el estadio último de la labor del director, sentir que somos conectores de lo espiritual: puentes entre los músicos, la música y la gente. En realidad, llegar a ese punto, pocos, él de todas maneras, yo no. (Risas)

En LIMA 2019 juegan todos y la Orquesta Sinfónica Nacional también

Respecto a la importancia de la música clásica , ¿cree que debió incluirse más música clásica en los panamericanos?

No, hay momentos. Hay una música para bailar, para pasar el tiempo, para celebrar y música para escuchar, para pensar también. La funcionalidad de la música es variada. En general, no tiene que haber música clásica en un evento que es celebratorio como lo deportivo, donde va a haber un poco más de luces, movimiento y color. Hemos participado como parte de la programación del evento en una actividad y sí, hubiese sido bonito que participemos en la apertura o clausura, sí, tal vez. Yo no necesariamente hubiese hecho música clásica, pero sí hubiese hecho una música un tanto menos “intelectual” sino de músicos peruanos que hayan hecho algo relacionado al folclore peruano, eso creo que hubiese sido más apropiado.

 En realidad, no me quejo de que debería haber música clásica allá o acá y que si no hay es el reflejo de la incultura de la gente. En los juegos, está bien que no haya porque era un evento para los juegos y otras cosas como el folclore que es hermoso, que tiene color y coreografía. Entonces, hacer algo más serio o formal en el estadio, no era el momento. En otro contexto, sí. Aunque, en general, la tendencia es enfatizar los aspectos más coloristicos, folclóricos, populares de la música.

Yo hago música clásica, adoro la música folclórica/popular, el rock y la chicha son sonidos que he grabado porque soy un defensor. Entonces para  mí, la música folclórica y clásica son mis fuentes, mis dos bastiones. Aunque yo hago más música clásica porque me he formado en una academia, aunque hago más música clásica peruana. Creo que me estoy especializando en eso ya que para la música clásica ya existen varios intérpretes, incluso para interpretar a Leoncavallo, entonces el mundo no me necesita a mí para eso, porque yo podría interpretar mejor a Carpio, Alcedo, Pulgar Vidal, Garrido Lecca, Ximénez de abril, etc.

Hay una tradición nuestra que me gustaría se diera a conocer. Mi labor es levantar la música clásica dentro de los espacios apropiados, en un estadio no era el contexto, pero en otro espacio sí. A veces sí me quejo por el poco interés, incluso el Ministerio de Cultura enfatiza la música folclórica, y el político de turno llama al más rentable para estar de lado de la música popular que la académica y eso es malo, cuando no hay balance. 

Para finalizar, ¿Cuál es su apreciación sobre la composición creada por Lucho Quequezana, “Adiós Lima”,  para los Panamericanos?

Bueno, no la he escuchado completa sino por partes, pero ha sido bonito porque Lucho es muy fino y creativo, Él ha preparado en poco tiempo un espectáculo de dos horas ininterrumpidas de música tanto para la apertura como para la clausura. Pero sí, lo poco que he escuchado me gustó y es evidente porque Lucho es un chico muy imaginativo, además que ya hemos trabajado antes y conozco su música y su talento. Músicos como él hay pocos en el Perú y me encanta colaborar con ellos y que la orquesta pueda entrar a ese mundo y saboree colores musicales distintos. Al igual que un cocinero, también busco sabores nuevos para escuchar.

Edición de Elizabeth Condori: elizabeth.condori@unmsm.edu.pe

Fotografía de Eliezer Benedetti: eliezer.benedetti@unmsm.edu.pe

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Lima, 25 de agosto de 2019

@MediaLabUNMSM

El Club de Jóvenes Críticos es un programa que trabaja en conjunto el enfoque de Educación del Área de Públicos y @MediaLabUNMSM. Estudiantes de Comunicación Social se entrenan en la crítica de artes escénicas a partir de la investigación, observación de procesos creativos y entrevistas con artistas y elencos que se presentan en el @Gran Teatro Nacional.

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