Camina por las calles de Lima como un rinoceronte extraviado. Lleva puesta una camisa manga corta a rayas, clara, y un pantalón jean que hace pensar en vejez antes que en color. Sus zapatos – único par – cuentan la historia de un hombre mutilado en lo más profundo del ser y olvidado hasta el hartazgo. Mira a todos lados, avanza alerta, siempre con esa manía oscura de los perseguidos: la de no confiar ni en la sombra de una estatua, ni en el aleteo de las palomas. Sus ojos, oscilantes, buscan un orden porque sin orden nada existe, y su sueño es soñar lejos de la selva y de los tucos y de los monos. Es un ex combatiente, de pelo corto, sin trabajo y sin vida que va a la playa a desatar sus tics, su locura, sus traumas, en el más inmenso espejo de la solitud: el horizonte mitad cielo, mitad mar. Este, el pobre, es Santiago. Y el otro,el que se sienta en el café y pide un capuchino con leche descremada, mientras deja la casaca en la silla y enseña el polo morado con el rostro de Bukowski, ese, el de la voz quebradiza y el gesto amable, ese es Pietro Sibile.
Lee la entrevista completa realizada por Jazmin Flores, Franco Villanueva, Paul Eduard Tuesta, en Atavist.