Por: Carlos Gonzales García
‘The Closing of the American Mind’ (1987) o “de qué manera la educación superior abandonó la democracia y empobreció los espíritus de los estudiantes de hoy”, del profesor de filosofía Allan Bloom (1930-1992), no solo fue un polémico bestseller que remeció el mundo occidental, específicamente de los Estados Unidos de finales de los ochenta, sino la obra de un pensador conservador que se ha convertido en una guía para la problematización y discusión de la vida intelectual en la cultura contemporánea.
Cultura norteamericana
La contratapa del libro publicado en español por la editorial argentina Emecé Editores, bajo el título ‘La decadencia de la cultura’ reseña lo siguiente: “Allan Bloom piensa que la crisis de los Estados Unidos es, en realidad, una crisis intelectual. Entre la falta de objetivos de la universidad y la falta de aprendizaje de sus estudiantes, la cultura norteamericana ha aceptado sin darse cuenta las ideas europeas del nihilismo y la desesperación, del relativismo disfrazado de tolerancia”.
Cultura y verdad
La exposición que hace sobre el infierno idiota de occidente, reflejado en los jóvenes que “viven un presente empobrecido, aislados, concentrados en sí mismos, tolerantes de todo y comprometidos con nada”, tendría en una de sus encantadoras vacas sagradas, Nietzsche, el origen de su propio relativismo cultural de los valores, más preocupado por la cultura que por la verdad, pues no hay nada que buscar en el liberalismo, “Dios ha muerto”.
Bloom, como buen discípulo del filósofo político Leo Strauss, defendía la idea de volver la mirada de filósofos de “alto nivel” como Nietzsche a la gran tradición del pensamiento griego, pero sin dejar tampoco de invocar, entre otros modelos, a Maquiavelo, Rousseau y Kant. Aprender de ellos, en vez de esperar “una nueva era de creación de valores”, es decir, “el nacimiento de nuevos dioses”.
Tesoros intelectuales
Probablemente, ‘La decadencia de la cultura’ sea para la comunidad académica, a la que está especialmente dirigida, una obra entre provocativa y sensata, pero no deja de ser discutible: escudriñar los tesoros intelectuales en las “antiguas Atlántidas sumergidas”, como él llama a las humanidades, es perder contacto con la realidad de nuestro tiempo. Además, que puede ser riesgoso. Si bien en los diálogos platónicos encontramos experiencias accesibles sobre hombres amistosos y educados (pero que no pertenecen al vulgo), y que cuentan “maravillosas historias acerca del significado de sus anhelos […] en medio de una terrible guerra que Atenas estaba destinada a perder”, es, por el contrario, tratar de hallar “la sabiduría” en referentes (como Platón y hasta el mismo Aristóteles) contrarios a la democracia, dado que, en los amados textos griegos de nuestro autor, el filosofar es una práctica que jamás debe estar en manos de gente ordinaria.
Nussbaum cuestiona …
Eso explicaría por qué Bloom fue escéptico respecto a la relación entre filosofía y democracia al punto que, como cuestiona Nussbaum, eso lo convertía en el defensor de una educación superior exclusivamente dedicada a la formación del intelecto de las élites.
Obviando estas grietas, el libro de Bloom es animadamente interesante para quienes, vemos en la universidad de estos últimos tiempos, con o sin preocupación por las sombras, un reflejo de lo que es la sociedad, con sus apetitos y motivaciones, con sus éxitos y fracasos.
@MediaLabUNMSM
Lima, 9 de agosto de 2019