Jhon Ccopa es un joven de 20 años que, como muchos actualmente, trabaja para mantenerse. La cuarentena no ha sido nada fácil para él ni para su madre, la única mujer con la que convive. Jhon se levanta a las 4:40 de la mañana, alista sus cosas mientras Norma (su madre) prepara el desayuno y el almuerzo. Coge su mascarilla, sale de su casa a las 5:30 y camina hacia la avenida. Su cuerpo cansado, molido por el constante desgaste físico que le demanda su trabajo, le pide un respiro. Lleva consigo una mochila donde guarda sus pertenencias. Llega al paradero El Progreso, Carabayllo, y espera su carro. Prefiere subir a un micro vacío y lento, que a una combi pequeña y rápida. ¿La razón? las altas probabilidades de contagio que estremecen el Cono Norte de Lima en estos días.
El trabajo de Jhon no es nada fácil, carga pesadas espumas que sirven de relleno para colchón. Estos bloques, como lo llaman sus compañeros, pesan entre 40 a 60 kilos. Cuando ya no puede cargar, arrastra. El cansancio se disipa cuando nota que el mediodía se aproxima, lo percata por la sombra formada por unos parantes que llegan a ser reflejados por la luz del sol, “ya no hay sombra, ya son las 12” menciona. La hora del almuerzo le resulta un edén; los minutos previos al retorno, un erebo. Jhon resiste, nada ni nadie doblega su vigor. Está contento. Es optimista: una luz en tiempos oscuros se impone, su primer y único hijo está por nacer.
MARTES 4
El martes 4 de agosto Jhon Ccopa no fue a trabajar. Había solicitado permiso. Era la fecha indicada por el personal del establecimiento de salud Ricardo Palma para el nacimiento de su hijo. Su pareja, Yazmin Huaripoma, se encontraba en su casa, una vivienda situada en el medio de uno de los tantos cerros que forman parte del distrito de Comas. Junto a ella, su madre, su padre y sus hermanos. Una familia numerosa en contraste a la de Jhon.
4:00 P.M. Las horas pasaban y el dolor, ese parecido a los cólicos que viene acompañado de pequeñas gotas de sangre, no llegaba. Jhon la llamaba cada cinco minutos, estaba inquieto, intranquilo, nervioso.
10:00 P.M. La noche no se hace esperar, llega y trae consigo el titubeante toque de queda. Jhon registra 20 llamadas salientes de su Samsung A20. Su madre lo observa. Sabe que, a pesar de no consentir la relación amorosa de su único hijo, no está en condiciones de prohibir o imponer sus decisiones. Debe ayudar.
11:30 P.M. El día está por acabar y no hay contracciones, dolores o cualquier otro indicador que demande una salida de urgencia al hospital. Yazmin está calmada. Todo lo contrario a Jhon.
Miércoles 5, jueves 6, viernes 7, sábado 8, domingo 9; nada. Una semana y nada. El personal de salud del establecimiento donde Yazmin realizaba sus chequeos le recomendó internarse. Por su parte, Jhon volvió al trabajo.
MARTES 11
El martes 11 de agosto, Jhon y Yazmin asistieron, aproximadamente a las 3 de la tarde, al establecimiento de salud o centro de apoyo Ricardo Palma. Hasta ese momento no se imaginaban que ese sería el último chequeo.
A las 5 de la tarde les confirman que el parto debe realizarse en ese momento y por cesárea. Jhon se imagina tal escenario, ya lo había meditado junto a Yazmin, sin embargo, la inquietud vuelve, retorna, regresa. Jhon sale del centro de apoyo. Busca un taxi. No lo encuentra ¿Su objetivo? El hospital Sergio Bernales de Collique, Comas. El único lugar en la redonda apto para tal intervención quirúrgica. No hay autos. No hay mototaxis. Si hay combis. Jhon vuelve por Yazmin. Ella camina, a pesar de estar por finalizar la última etapa de su gestación, aún puede. Sube el pie derecho, luego el izquierdo. Jhon la sostiene desde atrás. La gente lo observa.
Aproximadamente a las 6 de la tarde llegaron al hospital. “Llegamos hasta la puerta de emergencia, pasamos y ahí uno de los miembros de seguridad nos dijo que esperemos. A pesar de que le explicamos que se trataba de un parto por cesárea, solo nos tomó los datos, estuvimos espere y espere” menciona Jhon. Las horas transcurrían y Yazmin seguía sin ser atendida. Aguardaban en una esquina de los banquitos colocados en la sala de espera exterior del hospital. Un hospital amplio, con muchas paredes metálicas y espacios separados, parecido a los hospitales de campaña.
Recién a las 11:30 de la noche atendieron a Yazmin. Primero se le hizo una prueba de descarte de Covid-19 y luego, cuando dio negativo, una serie de pruebas más, como el peso, medida, exámenes previos, entre otros. Posteriormente procedió a ingresar al interior del centro de salud.
MIÉRCOLES 12 DE AGOSTO
Jhon se quedó aguardando en las bancas de la sala de espera. Se quedó atento a cada movimiento que surgía del interior del hospital. Para pasar el rato, conversaba con otros padres y observaba como policías resguardaban a delincuentes que llegaban heridos al hospital. Su celular tenía apenas batería, por lo que decidió guardarlo. La madrugaba lo devoraba. El frío, a pesar de las tres casacas con las que contaba, lo hacía tiritar. Su madre preocupada no podía hacer nada, el toque de queda y la ausencia de vehículos se lo impedía. ¿Pero que se podía hacer? soportar y esperar nomas. Jhon rogaba por información cada vez que veía a un médico. La respuesta siempre era la misma: “espere”. No volvería a saber de su pareja hasta promediar el mediodía
En el interior del hospital el escenario era distinto. Personas en camillas, heridos y pacientes diagnosticados con Covid-19. Este último grupo era el que realmente le preocupaba a Jhon. Que su pareja esté expuesta al virus, en tales condiciones, no era algo fácil de asimilar. Es por ello que, en estos días, muchas personas prefieren quedarse en casa en vez de asistir a un centro de salud cuando se tiene alguna dolencia. El riesgo de contagio es alto.
Aproximadamente a las 5:40 de la mañana Yazmin fue trasladada a la sala de operaciones. Estaba nerviosa, asustada. Su hijo estaba por nacer.
Veinte minutos después, a las 6 de la mañana, se da la orden de iniciar con la cesárea. Esa intervención quirúrgica riesgosa, que consiste en que el cirujano a cargo realiza una incisión (un corte) en el abdomen para poder extraer al recién nacido. Yazmin es anestesiada. Comienza la operación.
Exactamente a las 7:17 de la mañana nace el “pequeño” Alessandro Ccopa Huaripoma. Digo pequeño por pura formalidad. Un bebé grande, de unos 52 centímetros; gordo, de más de 4 kilogramos; y fuerte, “como su padre”, comenta Jhon.
A las 11 de la mañana uno de los miembros de seguridad exterior del nosocomio pronuncia en voz alta el apellido de Jhon. El no lo escucha, el sueño se apodera de sus sentidos. “Ccopa, señor Ccopa” exclama más fuerte el miembro de seguridad. Jhon lo escucha. Se levanta. Le dicen que debe ingresar. Él se apresura.
Al ingresar, Jhon encontró a su pareja echada en una camilla, cansada, agotada. Ella aún no se había recuperado del parto. Jhon recibe la orden de trasladarla a piso (la sala de recuperación). Nota que su pareja está ansiosa, ella quiere ver a su retoño. Al llegar a la sala, el joven papá conversa con una enfermera, quien le comenta la hora del nacimiento de su hijo. Jhon se emociona. Aún no puede creer lo que está viviendo.
Unos minutos después Jhon observa por primera vez a su hijo, a su bebé. No contiene su sentir y muestra una desmedida sonrisa en el rostro. Se queda un buen rato ahí, al lado del pequeño. Minutos después, le toma una foto y regresa a la sala de espera del nosocomio. Ahí encuentra a su madre, Norma. “Me sentí feliz, cuando lo ví, más todavía. Recuerdo que mi madre me esperaba afuera y me preguntó que tenía, entonces le conteste que me sentía muy feliz porque cuando vi a mi hijo noté que se parecía a mí” recuerda Jhon.
Las horas siguientes Jhon se dedicó a una serie de papeleos, iba y venía de las farmacias ubicadas frente al hospital y volvió un par de veces a su casa para recoger prendas de vestir, principalmente, casacas. En el carro, volviendo al hospital, pensó en todo el dinero que había gastado hasta el momento en esos dos días. Sacó un recuento. Entre medicinas y materiales para la operación gastó un aproximado de 500 soles. Entonces entendió que ser padre no iba a ser fácil. Pasar de gastos personales y para el hogar, a los gastos de un niño, significa esfuerzo, horas y días extras en su trabajo.
Jhon Ccopa podría estar ahora en la universidad estudiando, o en SENATI, terminando la carrera que dejó a medias por la pandemia. Ahora trabaja, ya no solo para ayudar a su madre en los gastos del hogar, ahora lo hace para brindarle a su pequeño todo lo que él, a sus cortos 20 años, no tuvo. Bien dice Voltaire en el contexto de la revolución de 1789 “alguien inteligente aprende de la experiencia de los demás”, pues Jhon ya sabe de la experiencia, ya aprendió. La vida se pone más difícil para él, la economía tal vez no le alcance, la presión de ser padre con todas las demandas que eso implica tal vez no lo deje tranquilo en buen tiempo, pero palabras como “me sentí feliz cuando ví a mi hijo y noté que se parecía a mi” lo invitan a soñar, a tener un propósito firme por el que luchar.
Escrito por Hugo Velarde
email: hugo.velarde1@unmsm.edu.pe
Lima, 17 de octubre de 2020