El renacimiento del pódcast frente a la IA

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Por: Antonio Tamariz Bernal.

La industria del podcasting enfrenta una transformación radical con la irrupción de la inteligencia artificial generativa, capaz de producir contenido auditivo sintético a escala masiva y costos marginales. Este artículo argumenta que esta aparente «invasión» no representa el fin del podcasting humano, sino más bien un punto de inflexión que fuerza a la industria a redefinir su valor fundamental. Frente a la homogenización algorítmica, emerge con mayor fuerza el podcast autoral, sustentado en pilares irreplicables por la IA: la vulnerabilidad narrativa, la perspectiva única situada en un cuerpo y contexto específicos, la construcción genuina de comunidad y el riesgo creativo. El análisis concluye que este fenómeno catalizará una estratificación del ecosistema, donde el audio humano no solo sobrevivirá, sino que se revalorizará como espacio de conexión consciente y significado profundo, requiriendo a su vez nuevos modelos de monetización basados en el mecenazgo y la economía de la valoración.

La promesa incumplida de la democratización

La narrativa fundacional del podcasting se construyó sobre un lema tácito: de democratizar los medios. Esta premisa, sin embargo, contenía una paradoja: al eliminar las barreras de entrada, eliminó también los mecanismos de filtro y curación, conduciendo a una saturación que hoy amenaza con asfixiar a las mismas voces que prometía emancipar. En este contexto, la irrupción de la Inteligencia Artificial Generativa (IA) ha pasado a ser un agente de cambio estructural que está reconfigurando la economía política, las prácticas culturales y la propia ontología de la industria del pódcast.

La última señal de alarma proviene de un artículo del diario argentino La Nación (2025), que da cuenta de la siguiente situación: empresas como Inception Point AI producen 3.000 pódcast semanales con un equipo de ocho personas. ¿Se trata de un modelo que trasciende la búsqueda de eficiencia para adentrarse en una lógica de producción post-humana?

Si es que se trata de un nuevo régimen de producción se da en el contexto de un capitalismo de plataforma e hiperescalabilidad (es decir, una expansión prácticamente ilimitada de capacidad). El modelo económico de los podcasts de IA representa la culminación lógica del capitalismo de plataforma. Nick Srnicek (2017), en su obra Platform Capitalism, argumenta que el núcleo de este modelo es la «creación y extracción de valor de los datos y las interacciones de los usuarios» (p. 47). Las startups de podcasting con IA operan bajo esta lógica: no venden un producto cultural, sino un servicio de agregación de audiencias muy específicas para la publicidad programática. La cifra es reveladora: producir un episodio cuesta aproximadamente un dólar, siendo rentable a partir de unas 20 reproducciones, según el artículo de La Nación (2025). Este umbral, ínfimo comparado con los miles de descargas previas, hace realidad la teoría de la «Larga Cola» del sociólogo Chris Anderson (2006): la rentabilidad ya no depende de unos pocos éxitos, sino que emerge de la suma de innumerables micronichos, un territorio económico que antes era inaccesible y que la IA ha conquistado.

Sin embargo, esta hiperescalabilidad genera una externalidad negativa: la saturación del ecosistema. Un informe de Listen Notes (2024) estima que en 2024 existían más de 4.5 millones de pódcast activos, con un crecimiento interanual del 20%. La incorporación de la IA está acelerando esta tasa de forma exponencial, creando un océano de contenido donde será cada vez más difícil que podcasters independientes tengan visibilidad.
Así la saturación masiva colapsa los mecanismos de descubrimiento, un problema que la IA agudiza. Robert Hassan (2023), en The Chronoscopic Society, profundiza en este fenómeno, afirmando que:

En la economía de la atención digital, la escasez ya no reside en la información, sino en la capacidad cognitiva humana para procesarla. Las plataformas, con sus algoritmos, se convierten en los nuevos curadores de la realidad, privilegiando no la calidad, sino la ‘enganchabilidad’ metricocrática» (p. 112)

Este análisis es crucial. Los algoritmos de Spotify, Apple o YouTube no premian la autenticidad narrativa, sino la retención y la finalización. Un pódcast de IA, optimizado con A/B testing para maximizar estos indicadores desde su concepción, puede superar algorítmicamente a una obra humana más valiosa pero menos «eficiente». Se crea así un ciclo de retroalimentación donde la visibilidad se otorga no al contenido más significativo, sino al más eficazmente diseñado para captar y mantener una atención fugaz.

La cuestión de la autenticidad

El debate central trasciende lo económico y se adentra en lo filosófico. Por un lado, Jeanine Wright de Inception sostiene que, si al oyente le gusta el contenido, la procedencia es irrelevante, y que «todo será hecho con IA». Esta visión instrumental choca frontalmente con la perspectiva expresivista. Nate DiMeo, creador de «The Memory Palace», encapsula esta postura con mucha elocuencia:

Al final, se trata de conectar con otra conciencia humana. Esa es la razón por la que lees una novela, es la razón por la que escuchas una canción… Sin eso, creo que hay menos razones para escuchar» (DiMeo, citado en LA NACION, 2025).

Afirmación que subraya la teoría de la «parasocialidad» en los medios, donde los oyentes establecen una relación ilusoria pero emocionalmente significativa con el anfitrión o conductor, en este caso, del pódcast. La pregunta es si una IA, por más convincente que sea, puede generar este vínculo de autenticidad. Al respecto, Van Dijck (2013) advierte sobre el riesgo de que la cultura digital privilegie la «conectividad» -la mera posibilidad técnica de conexión- sobre la conexión significativa. El pódcast de IA sería la máxima expresión de esta conectividad vacía, un simulacro de comunidad y calidez humana.

Por qué el futuro del podcasting debería ser autoral y no algorítmico

La invasión de pódcast generados por IA, capaces de producir miles de episodios semanales a costes marginales, no es el final de la industria, sino su llamada de atención más urgente. Este fenómeno, lejos de condenar al creador humano, está trazando una línea en la arena, forzándonos a redefinir el valor fundamental del medio. Ante la homogenización algorítmica y la commoditización del contenido, el futuro del podcasting no debe competir en el terreno de la eficiencia y el volumen, sino que debe replegarse estratégicamente hacia su esencia más humana: la autoría. Y apunta a la revalorización de la conciencia humana como el bien más escaso y preciado en un océano sintético.

La IA como catalizador de la purga creativa

El modelo económico de la IA, ejemplificado por empresas como Inception Point AI, se basa en un axioma: el contenido es un commodity, un bien básico e intercambiable donde un episodio vale lo mismo que otro siempre que cumpla su función. Su valor, por tanto, no reside en su cualidad única, sino en su capacidad para llenar un espacio de atención específico con el mínimo costo posible, y con una rentabilidad desde apenas 20 reproducciones.

Sin embargo, esta saturación realiza un servicio involuntario pero crucial: ejecuta una purga creativa. Al inundar el ecosistema de contenido funcional pero intercambiable, la IA desplaza el valor de la información hacia la interpretación. Ya no se trata de qué se dice —un resumen de noticias, un dato— sino de quién lo dice, con qué perspectiva, tono, experiencia y vulnerabilidad. Como afirma Van Dijck (2013), «la cultura de la conectividad amenaza con privilegiar el flujo de datos sobre la profundidad del significado». La réplica humana en el pódcast debe ser, precisamente, profundizar en la creación de significado.

Los pilares del pódcast autoral

Frente a la frialdad del contenido sintético, el creador humano debe erigir su propuesta de valor sobre cuatro pilares que la IA no puede simular auténticamente:

  1. La vulnerabilidad narrativa

Frente a la frialdad de la narrativa algorítmica, el pódcast autorial encuentra su razón de ser más profunda en la vulnerabilidad narrativa. Hablamos de una dimensión que, desmarcada de toda tentación de limitarse a ser una simple estrategia retórica, constituye el núcleo de una conexión auditiva que trasciende lo transaccional para adentrarse en lo relacional. La inteligencia artificial puede emular la estructura de un relato, incluso puede imitar ritmos y cadencias, pero tropieza cuando se trata que sea la encarnación de la experiencia. El algoritmo puede sintetizar datos para construir historias, pero solo el creador humano extrae significado de la memoria corporal y emocional, de las cicatrices que dejan los recuerdos y de la sombra de las dudas no resueltas. Es en esta textura sonora de lo imperfectamente humano donde reside una autenticidad que la tecnología no puede replicar.

Pensadores como el filósofo surcoreano Byung-Chul Han (2012) nos alertan sobre los peligros de la «transparencia» absoluta en la sociedad contemporánea, una lógica que elimina lo negativo, lo opaco y lo vulnerable en pos de una eficiencia homogenizante. En este contexto, la vulnerabilidad en el podcasting podría erigirse como un acto de resistencia. Al permitir que el escucha siente el temblor de una duda genuina, la pausa cargada de emoción o la catarsis de una experiencia vivida, el creador no muestra debilidad, sino la fortaleza de su humanidad compartida, la firma de una conciencia única.

Esta vulnerabilidad conecta, a su vez, con la tradición oral más ancestral que Walter Ong (1982), gran teórico de la oralidad, describió. Ong señalaba que la cultura sonora, a diferencia de la escrita, está impregnada de un carácter empático, situado y comunitario. De allí que el pódcast autorial, en su mejor expresión, devendría en la evolución contemporánea de esa tradición. No se limita a transmitir información, sino que crea un espacio de comunión donde el oyente es testigo de un proceso de revelación y donde la vulnerabilidad es la condición que permite que la narrativa se eleve a documento de la condición humana: un artefacto sonoro que certifica, en última instancia, que en el otro lado del micrófono late una conciencia tan frágil y compleja como la del que escucha.

  1. La perspectiva única

Mientras la Inteligencia Artificial opera desde una ilusión de neutralidad estadística—promediando estilos, sintetizando tendencias, etc—, la creación humana se arraiga irrevocablemente en un cuerpo situado, lo que constituye una perspectiva única e irrepetible que constituye el núcleo de valor del pódcast autoral. Recordemos que Marshall McLuhan (1964) señalaba que todo medio es una prolongación de nuestros sentidos y nuestro sistema nervioso. En ese orden de ideas, un pódcast creado por una persona, además de contenido, es la extensión sonora de una subjetividad forjada por un género, una historia personal, una ubicación geográfica y un momento histórico específicos. Es, en esencia, una «conciencia situada», tal como sugiere Nate DiMeo, que se ofrece al oyente no como una verdad universal, sino como un punto de vista singular sobre el mundo.

Esta perspectiva situada encuentra un sólido fundamento en la epistemología feminista, particularmente en el concepto del «conocimiento situado» desarrollado por Donna Haraway (1988), quien argumenta en contra del mito de la objetividad desencarnada, proponiendo que todo conocimiento es parcial, proveniente de un lugar específico y de un cuerpo particular. Un pódcast generado por IA aspira a una imposible vista desde ninguna parte; un podcast humano, en cambio, se enorgullece de su vista desde algún lugar concreto y de autenticidad y profundidad. La voz que narra lleva las marcas de su socialización, sus privilegios, sus opresiones y sus experiencias vividas, ofreciendo significado interpretado a través del filtro de una existencia particular.

Por eso, la cualidad de testimonio sustenta una conexión parasocial auténtica que va más allá del simple consumo de información. Los oyentes, en un gesto profundamente humano, no se suscriben a un canal; se vinculan con una persona. Buscan no solo lo que se dice, sino la textura única de una conciencia que piensa, siente y se cuestiona en tiempo real. En un ecosistema digital cada vez más homogenizado, esta perspectiva única—esta voz que no podría ser la de ningún otro—se convierte en el bien más escaso y, por tanto, en el pilar fundamental sobre el que debe construirse el futuro del podcasting de valor.

  1. La construcción de comunidad

La inteligencia artificial puede agregar oyentes como métricas, optimizando flujos de atención mediante algoritmos de recomendación, pero solo la creación humana puede tejer el tejido social complejo de una comunidad auténtica. Esta distinción resulta fundamental para entender el futuro del podcasting. Mientras el primero constituye un conjunto de consumidores pasivos unidos por el consumo efímero de un contenido, la segunda representa un organismo social vivo, sustentado en la lealtad orgánica, la identificación compartida de valores y la creencia colectiva en un proyecto cultural común.

Benedict Anderson (1983), en su concepto de «comunidades imaginadas», nos ayuda a comprender este fenómeno: al igual que los lectores de una novela o los ciudadanos de una nación, los miembros de una comunidad alrededor de un pódcast se sienten parte de una solidaridad horizontal, a pesar de no conocerse entre sí, porque comparten un universo de significado y una narrativa común construida por un creador en quien depositan su confianza.

Sobre la construcción deliberada de comunidad, la teórica de la tecnología Zeynep Tüfekçi (2017) sostiene que las plataformas digitales a menudo privilegian la conexión superficial sobre la solidaridad significativa. Un algoritmo de IA puede conectar un oyente con un contenido, pero es incapaz de fomentar los lazos de solidaridad, el cuidado mutuo y el sentido de pertenencia que caracterizan a una comunidad robusta. Estos lazos se forjan a través de la consistencia de una voz humana, la transparencia en los procesos creativos, la respuesta a comentarios y la creación de rituales compartidos y construidos conjuntamente.

  1. El riesgo creativo

La Inteligencia Artificial opera bajo el mandato de optimizar para el promedio, extrayendo patrones de lo ya existente y eliminando la desviación. Theodor Adorno (Adorno & Horkheimer, 1947) en su análisis de la industria cultural, ya había advertido cómo la producción en serie estandariza las experiencias estéticas, anulando la capacidad de negación y crítica del arte verdadero. A diferencia de ella, la creación humana encuentra su territorio más fértil precisamente en el riesgo, la transgresión, la narrativa no lineal constituyen una conciencia creativa que se resiste a la homogenización. Entonces, elementos como los mencionados, ¿serían descartados por un algoritmo por ser subóptimos para la retención masiva?

Lo cierto es que el pódcast generado por IA podría ser la culminación de la industria cultural descrita por Adorno: un producto estetizado, predecible y carente de fricción. Frente a esto, el riesgo creativo se erige como un acto de insurrección, una práctica de lo que el filósofo citado podría haber llamado «no-identidad»: la insistencia en aquello que se escapa a la clasificación y al intercambio comercial inmediato, y que por lo tanto posee un valor cultural perdurable.

Esta apuesta por lo arriesgado conecta, a su vez, con la lógica del arte como proceso vivo. El compositor y teórico Brian Eno (1996) acuñó el término «escenio» (scenius) para describir la riqueza de una escena cultural colectiva, un ecosistema donde la innovación surge de la colaboración, el error y la fertilización cruzada de ideas que no siguen un guion predeterminado. El pódcast autorial, cuando abraza el riesgo, se convierte en un ejemplo de ese escenio. Logra una capacidad para documentar el proceso vivo de la exploración, la duda y el descubrimiento, ofreciendo al oyente, en un mundo de contenidos optimizados, la oportunidad de presenciar una obra en proceso, en la que incluso puede participar con sus opiniones y críticas haciéndola más perdurarable en la memoria cultural.

  1. En busca del mecenazgo en vez de la publicidad

La revalorización del audio autoral demanda una transformación en sus modelos de monetización. Una manera de hacerlo es transitar desde la economía de la atención, donde reina la publicidad programática, hacia una economía de la valoración. El modelo publicitario, perfectamente adaptado al contenido de IA que trata al oyente como un dato demográfico, resulta no solo insuficiente, sino contraproducente para el creador humano, debido a que premia el volumen y la retención superficial en vez del valor artístico y la conexión profunda. Esta transición debería fortalecer dos elementos que constituyen un ecosistema de mecenazgo moderno.

En primer lugar, las suscripciones y membresías en plataformas como Patreon o mediante modelos de suscripción directa representan casi una evolución contemporánea del mecenazgo renacentista. Como argumenta el antropólogo económico David Graeber (2001) en Hacia una teoría antropológica del valor, los sistemas de donación y reciprocidad pueden crear lazos sociales más fuertes que las transacciones mercantiles tradicionales. En este modelo, los oyentes no pagan por acceder a un episodio, sino que invierten para sostener una voz y un proyecto cultural del cual se sienten corresponsables. Al final, la microfinanciación colectiva transforma a la audiencia en una comunidad de accionistas afectivos, cuyo retorno de inversión no es un producto, sino el desarrollo de un espacio cultural único.

En segundo término, el patrocinio directo de marca se redefine cuando se aplica al audio autorial. Va de la simple compra de audiencia a una alianza de valores, y es un aval que se alinea con la esencia del contenido, beneficiándose de la confianza que el creador ha cultivado con su audiencia. Así, los pódcast de autores buscarían escapar del ruido y asociarse con atributos como la autenticidad, la profundidad intelectual o la cohesión comunitaria, aspectos que, como apunta Seth Godin (2018), son valorados en un mercado saturado, lo que se valora es la conexión y la confianza.

Conclusión

Planteado esto, se debe considerar que la irrupción actual de la IA en el podcasting no es una amenaza apocalíptica, sino un proceso que la podría liberar de la tiranía del volumen y una métrica que se hace cada vez más vacía. Forzará una necesaria y bienvenida estratificación. Mientras la IA dominará la capa del «audio de fricción cero» -instrumental, abundante y desechable-, se abrirá un espacio de élite para el audio autoral. Porque en un mundo cada vez más mediado por algoritmos, el anhelo de conexión humana auténtica no solo persistirá, sino que se intensificará.

El llamado a la acción para creadores, plataformas y audiencias es claro: debemos activamente curar, financiar y celebrar las voces humanas, su sensibilidad y su creatividad. La Universidad puede ser un ámbito pertinente y una plataforma que prioriza el descubrir la autoría en la divulgación científica y proponer modelos sostenibles para la conciencia crítica y la reflexión.

Dicho esto, el futuro del podcasting no será escrito por una inteligencia artificial optimizada para el engagement. Será narrado, con todas sus imperfecciones y su gloriosa humanidad, por voces que se atreven a contar no solo lo que sucedió, sino lo que sintieron al respecto. La tarea colectiva es construir un ecosistema donde ese sonido no se ahogue en el ruido blanco de lo sintético.

Lima, 15 de octubre de 2025