En el lejano Leipzig, Alemania, hace casi dos siglos, 1884 para ser exactos, el compositor y organista austriaco, Anton Bruckner presentó por primera vez al público su Séptima Sinfonía, considerada por sus críticos como un homenaje al agonizante Wagner, su admirado maestro. En Lima, la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú (OSN) recordó a Bruckner al poner en escena la conocida como «Sinfonía Wagner».
Bajo la batuta del director canadiense Julian Kuerti y con la participación de la violinista española Leticia Moreno y la soprano peruana María del Carmen Rondón, la OSN expuso ante su público la Séptima Sinfonía de Bruckner, un adecuado trabajo que continúa con las actividades de su 80 aniversario.
Con el estreno, en nuestro país, de Tres canciones de Brindisi, interpretado por la cantante María del Carmen Rondón, el concierto inicia. Esta pieza que fuera escrita por el compositor clásico peruano Aurelio Tello, forma parte del libro del poeta mexicano Fernando Ruiz Granados.
Lo más llamativo de esta composición es que no sigue una estructura común en la que la voz se funda con los demás elementos musicales sino todo lo contrario. A pesar de la importancia de su presentación, hubo momentos en que la voz era opacada por la propia OSN, una situación que dio como resultado una especie de discusión entre la soprano y los instrumentos. Lejos de este pequeño inconveniente, la pieza estuvo dotada de grandeza, que fue aplaudida por el mismo autor que se encontraba entre el público.
El programa continuó con Concierto para violín del compositor Aram Khachaturian. Se trata de una pieza creada en el año 1940 y que fue dedicado al artista David Oistrakh. Esta obra recopila la gran influencia del folclore armenio que poseía Khachaturian y mediante ella se exhibe la destreza del solista, en este caso, la violinista Leticia Moreno, ya que contiene distintos estilos que provocan en el espectador múltiples emociones como la calma y al mismo tiempo puede transportar a una atmósfera llena de misterio y siniestro con los tonos graves que presenta, sobretodo en algunos lapsos de Andante sostenutto.
Algo que dejó a más de uno asombrado fue la intensidad con la que la artista invitada vivió el concierto y esto se pudo apreciar en su expresión corporal además de su interpretación. A veces fuerte; en otros momentos, suave pero siempre siguiendo el ritmo de la melodía. Además, la OSN la sorprendió con un caluroso ¡feliz cumpleaños! Qué mejor manera de festejar un año más de vida dando lo mejor de su arte al público. Sin duda, un hecho emotivo durante la velada.
Con la misma energía, cierra el espectáculo la obra del compositor austriaco: la Séptima Sinfonía de Bruckner. Fue hecha para el rey Luis II de Baviera en el año 1884 con la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig y los fondos recaudados en su concierto de estreno fueron destinados a la creación de un monumento a Richard Wagner, a quien Bruckner admiró mucho. En realidad, el segundo movimiento de su sinfonía, Adagio, está dedicada a Wagner, por ello, se le considera como el núcleo expresivo de toda la obra. Este movimiento tiene su influencia, es más melancólico como anticipando la muerte del “maestro de los maestros” como Bruckner lo consideraba.
En general, esta sinfonía presenta melodías prolongadas, algunas envolventes y otras fluidas que nos llevan a la quietud y nos recuerda que posee grandeza. Parecía un estado de tranquilidad como si alguien paseara por el campo, además nos brindaban melodías cargadas de emoción y solemnidad.
Aquella noche, la música nos reforzó algo que ya habíamos aprendido: puede hacerte vivir mil y un emociones en un pequeño instante. Puedes sentirte calmado, preocupado o confundido pero al final de la velada, recordarás más la sensación de haber vivido plenamente cada nota musical y eso es lo más grato del trabajo de la OSN, encuentras belleza en la música que no necesariamente es propia del país, pero que es importante conocer para, poco a poco, ir sensibilizando al ser humano.
Por Silvia Andrea Cáceres Huamaní
Fotografía: Elizabeth Condori