Luis Stockmann tiene un público difícil. Un público que ve cómo los casos de corrupción golpean fuertemente su amada bicolor, un público que ve semanalmente en los noticieros casos de maltratos hacia la mujer que, en muchos casos, se convierten en feminicidio. Este público está harto de las injusticias, cansado de la violencia y si la obra le permite expresar su rechazo y frenar, aunque sea simbólicamente, actitudes que consideran inadecuadas entonces no les temblará la mano para presionar el gatillo de la pistola de burbujas. No tolerarán insultos, bromas pesadas, agresiones, ni -principalmente- el maltrato a la mujer.