Así es Luis Stockmann: un hombre arrogante, desagradable, peyorativo, soberbio e imponente.
Altura promedio, de ojos pequeños y mirada penetrante, cabello negro con chispas de nieve y una voz fuerte y enérgica.
Es médico de profesión y trabaja para el Estado atendiendo los males del pueblo. Goza de un gran respeto por todos. Un héroe para algunos y un villano para otros.
Tiene un hermano, pequeño, de nombre Pedro Stockman quien es un hombre orgulloso, galante a su conveniencia, precavido y gran orador.
De altura similar, delgado, con frondosa barba y bigote negro, muy del siglo XIX, que cubre sus engañosas palabras. Es el alcalde del pueblo y disfruta de un gran respeto y poder entre los ciudadanos y la prensa local.
Los hermanos Stockmann están unidos por vínculos de sangre, pero separados por sus ideales; amados por el pueblo, pero odiados entre sí.
Llegaron al Perú y los conocimos el 9 de noviembre en el Gran Teatro Nacional en la obra Enemigo del pueblo, versión de Un enemigo del pueblo de Henrik Ibsen publicada en 1882. Después de más de un siglo -137 años para ser exactos- esta obra vuelve a ser puesta en escena por la Compañía Nacional de Teatro de México, con la versión y dirección del dramaturgo David Gaitan.
Una pequeña sorpresa
Desde el primero hasta el cuarto piso se esperaba la “tercera llamada”, pero esta nunca llegó. En algunas butacas se encontraba una pequeña pistola de burbujas con una tarjeta a su costado que te indicaba como usarla correctamente. Este pequeño objeto no estaba ahí por casualidad y pronto descubrimos su importancia en la historia.
Sin necesidad de abrirse el telón, el doctor caminó hacia el centro del escenario y se sentó, con mucha calma, y esperó a que terminara las indicaciones de la voz en off.
—Presione la pistola cada vez que desapruebe una conducta del doctor Stockman —se escuchó desde el altoparlante—
La voz en off se silenció y el público acariciaba sus pistolas de burbujas. Ellos eran conscientes del poder que se les había otorgado, pero solo unas cuantas butacas del primer piso, escogidas al azar, gozaban de este privilegio.
Doctor Stockmann
El doctor Stockmann hace una broma pesada al cartero y las burbujas salen disparadas por doquier, dice palabras vulgares y algunas burbujas hacen un llamado de atención, maltrata verbalmente a su esposa, la señora Amanda Stockmann, y la sala comienza a burbujear de manera contundente.
Luis Stockmann tiene un público difícil. Un público que ve cómo los casos de corrupción golpean fuertemente su amada bicolor, un público que ve semanalmente en los noticieros situaciones de maltrato hacia la mujer que, en muchos casos, se convierten en feminicidio. Este público está harto de las injusticias, cansado de la violencia y si la obra le permite expresar su rechazo y frenar, aunque sea simbólicamente, actitudes que consideran inadecuadas entonces no les temblará la mano para presionar el gatillo de la pistola de burbujas. No tolerarán insultos, bromas pesadas, agresiones, ni -mucho menos- el maltrato a la mujer.
El doctor Stockmann nos observa y ríe, con esa risa chirriosa, con esa risa sarcástica que lo caracteriza. Nos mira, nuevamente, y sonríe para sí. Sabe que había encontrado al público perfecto para esta obra llena de imperfecciones.
Burbujas por aquí y por allá, el público cumple su rol de justiciero a la perfección. Luis Stockmann mira de reojo y continúa con la función.
El doctor no solo tiene un hermano y una esposa, también tiene una hija llamada Petra, quién está en coqueteos con Hovstad, colaborador del periódico “La Voz del Pueblo”. Este último trabaja para Aslaksen, propietario y editor del periódico.
La voz del pueblo
“La Voz del Pueblo” hace recordar al periódico francés “L’Ami du peuple” o, traducido al español, “El Amigo del Pueblo”. Más allá de la semejanza del nombre, ambos son el único diario de su pueblo y gozan de una credibilidad absoluta. Quién ose a contradecirlos tendrá que abstenerse a las consecuencias.
El periódico del pueblo se ve envuelto en un dilema ético y moral al momento que el doctor Stockmann descubre la toxicidad de las aguas del balneario, espacio que congrega a muchos turistas y es la principal fuente de ingresos económicos del pueblo.
Cuando Aslaksen se entera del problema del balneario inmediatamente muestra predisposición para hacerlo público a través del único medio de comunicación del lugar, pues “el pueblo tiene derecho a saberlo”. Pero el alcalde, con sus dotes alanisticos de orador, convence al dueño del periódico para que lo descubierto por su hermano no se publique.
—Esta máquina está muy vieja -dice el alcalde-
—Así es —manifiesta Aslaksen y añade— no tenemos dinero para comprar otra.
—De eso no se preocupe, señor, esa máquina tiene que ser repuesta cuanto antes. Yo me haré cargo, pero no se olvide lo que le había comentado.
Junto a Hovstad piensan en la situación y deciden no publicarlo, ya que sin el balneario no habría turistas y sin turistas los ingresos económicos del pueblo bajarían enormemente al igual que las ventas del periódico.
El doctor Stockmann, avalado en estudios científicos, está decidido a hacer público su descubrimiento y aquella tarde comenzó a difundirlo entre los pacientes que acudían a su consultorio. Para mayor credibilidad les dijo que revisaran la edición de la mañana siguiente de “La Voz del Pueblo”, pero esta nunca se publicó.
El pueblo respetaba al doctor y lo dicho por él también. Por ello comenzó una confusión, pues el descubrimiento no apareció en el periódico y, por el contrario, desprestigió al doctor. Por otro lado, el alcalde contradecía a su hermano y decía que el balneario andaba de maravillas.
El enemigo del pueblo
En medio del desconcierto, el alcalde convoca a una asamblea entre él y su hermano e invita al pueblo a que esté presente. Como en todo debate siempre tiene que haber un moderador imparcial, el alcalde escogió a su buen amigo Aslaksen, quien tenía un “concepto extraño de imparcialidad”.
Apareció el doctor Stockman frente a las miradas del pueblo. Contaba con el apoyo de su hija, más no el de su esposa, ya que ella sabía que si esta noticia se hacía pública la economía de su familia se vería perjudicada. Amanda Stockmann sienta una postura y habla firmemente con su esposo delante del pueblo. Quiere que se retracte, pues el dinero de su familia se invirtió en el balneario y si este se pierde entonces ellos también lo perderían todo, pero el doctor se niega rotundamente. “Vete al diablo” es lo último que dice Amanda y toma la decisión de irse.
Luis Stockmann se pone de pie y comienza a hablar, pero poco a poco el pueblo ya no le da la razón. Ahora ya no es un conflicto entre hermanos, ni entre el periódico y Luis Stockman, ahora es la voz del pueblo contra la voz del doctor, considerado y tildado como enemigo.
El doctor nos observaba directamente, observaba al público que lo desaprobó en múltiples ocasiones mientras sus ojos amarronados se llenaban de ira y su lengua filosa se preparaba para la masacre.
Entre argumentos e insultos el ambiente se vuelve tenso. Las ofensas que un inicio fueron desaprobados de una manera burbujeante, ahora están en duda. Las manos sujetan las pistolas, pero los dedos no se atreven a presionarla.
—¡Son ganado que trata al ganado como delincuentes! —exclamó el doctor—
Stockmann hizo una pausa y esta vez ya no se detuvo.
—Basta con soltar a las gallinas del corral para que comiencen a cacarear y pedir “comunidad”, “justicia”, “progreso”, como si fuesen el único puto animal de la granja”.
El alcalde, el dueño del periódico y el ayudante dejaron su personaje y comenzaron a echar burbujas con diferentes aparatos. Amanda y Petra se sumaron también. El escenario comenzó a burbujear, más no la sala.
—Ustedes no deberían tener derecho a votar, ¡el voto debería ser privilegio de la clase ilustrada, la única intelectual!
La frase genera el desconcierto de muchos y un movimiento de cabeza de arriba a abajo en otros.
—Por favor, mantenga la calma —se escucha desde el altoparlante—
Esto no tranquiliza al irritado Stockmann, al contrario, lo enfurece más.
—Mírense, muéranse…ahóguense en las aguas que les dan de comer, ¡se las regalo! —y añadió— ¡Soñaré con sus tumores infectados con microorganismos!
—El asunto será resuelto en breve —declara la voz en off—
—El hombre más poderoso del mundo es el que está solo
Las manos del público habían dejado las pistolas de burbujas y sus 5 sentidos se concentraban en el doctor.
—Aquí está su enemigo, pueblo —dijo Stockmann imitando la voz de un robot y añadió con euforia— ¡Disparen, celebren, hijos de puta! ¡Aquí está su enemigo!
El telón se cierra lentamente y Stockman queda detrás, aún se ve su silueta, pero pronto desaparece. Suena una melodía calmada y tranquila y el público, aún en shock, reacciona. La sala burbujea de palmas. “Bravo”, “excelente”, “magnífico”, así el público describe lo presenciado y homenajea a los actores cuando estos salen a despedirse. Algunos, aún desconcertados, no sabían qué hacer y en su rostro se notaba un sinfín de preguntas que, en el fondo, ellos mismos tenían la respuesta. Al final de la función, cuando casi todas las butacas ya estaban desocupadas, un joven en saco y corbata dijo “estas obras son lo que el Perú necesita”.
Por Ronald Cueva Pariona: ronald.cueva1@unmsm.edu.pe
Fotografía cortesía del Gran Teatro Nacional
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@MediaLabUNMSM
Lima, 21 de noviembre de 2019
El Club de Jóvenes Críticos es un programa que trabaja en conjunto el enfoque de Educación del Área de Públicos y @MediaLabUNMSM. Estudiantes de Comunicación Social se entrenan en la crítica de artes escénicas a partir de la investigación, observación de procesos creativos y entrevistas con artistas y elencos que se presentan en el @Gran Teatro Nacional.