Detente un momento, recuerda todo lo extraordinario que tus ojos han percibido a lo largo de tu vida y lo gratificante que ha sido…
Bien, probablemente le atribuyamos este mérito a nuestra vista, pero ¿qué hay de la luz? Sin ella no hubiésemos captado esas maravillas. Partiendo de ese contexto en el que – tal vez – la luz se lleva la menor de las consideraciones. El viaje de la luz se encarga de hacernos pensar en el poder de la luz.
Esta obra escénica, escrita y dirigida por Pablo Saldarriaga, logró, a través de diversos recursos y toques de humor, que los espectadores del Gran Teatro Nacional fueran partícipes de un viaje luminoso y salieran de la función para continuar con sus vidas con una perspectiva distinta.
Un viaje por el tiempo
Todo comienza con María, una niña con una gran imaginación que posibilita una travesía por el tiempo. Durante este recorrido, ella se concentra en mostrarnos que la presencia de la luz muchas veces pasa desapercibida, pese a que es la protagonista de tantos acontecimientos diarios.
La representación de ciertos temas como la formación de estrellas, el descubrimiento del fuego, la bombilla, la fotografía y el cine, educó de forma divertida. Sin embargo, cabe resaltar que también fue la forma de ofrecerle al público una experiencia llena de fantasía, y a la vez de conciencia, de «las infinitas posibilidades de la luz». Algo similar sucedió con el empleo de los distintos recursos – no necesariamente estridentes -, como la voz de María, el fondo musical, la escenografía, los diálogos y los objetos utilizados para cada ocasión; de esta forma se aseguró un complemento creativo entre temática y medio, lo que dio como resultado el deleite de la audiencia.
Un gran elenco
La recreación de dos personajes emblemáticos como Edipo y Hamlet marcó el inicio de una constante interacción del público, principalmente de los más pequeños, con los actores, durante toda la función. Posteriormente, el rompimiento de la cuarta pared incrementó aún más esta interacción, formándose así cierta complicidad entre artistas y espectadores.
Así mismo, el desenvolvimiento escénico de quienes integraron el elenco de El viaje de la luz fue crucial para lograr un ambiente grato para grandes y chicos. La participación de – solo por mencionar a algunos de los actores – Pablo Saldarriaga, Patricia Barreto, Francisco Haya de la Torre y Jely Reátegui llenaron de alegría las instalaciones del teatro.
La parte final del espectáculo
Un juego en el que se lanzaron pelotas de colores al aire dio fin a El viaje de la luz. Esta dinámica, en la que especialmente los niños estuvieron entusiasmados, condensó todo lo vivido durante esa tarde. Sin embargo, no alcanzó a todos los espectadores. Hubo quienes solo presenciaron este momento desde sus asientos, pisos más arriba, sin lograr tocar, por la lejanía de su ubicación, estas esferas que causaron fascinación.
No obstante, desde otro punto de vista, formar parte del público que se encontraba en los asientos de la parte más alta del teatro – seguramente – fue la mejor opción para quienes – sin poner toda su atención en esta actividad final – pudieron apreciar un detalle que quizá los del primer grupo no: la emoción de un elenco lleno de satisfacción, dando una calurosa despedida desde el estrado a todas las personas que se dieron el tiempo de soñar con ellos, con el fin de redescubrir y pensar en el poder de la luz.
Por Diana Ortiz Chuquin: diana.ortiz@unmsm.edu.pe
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Lima, 07 de noviembre de 2019