La historia tras «Pulgarcito»

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Pulgarcito
Los personajes han encontrado un medio que los distrae de la situación de miseria en la que viven.

¿Los niños pueden entender y disfrutar las funciones de ópera?

¿Por qué muchas veces los subestimamos?

Pulgarcito, la verdadera historia inaugura una nueva temporada de Opera en el GTN. Se trata de una obra lírica compuesta por el alemán Hans Werner Henze pensada con y para niños. Henze compuso esta ópera familiar entre 1979 y 1980 rememorando los momentos de su infancia, la cual le produjo tanto recuerdos agradables como desoladores. Es así que la función, a cargo del  Coro Nacional de Niños del Perú (CNN) y solistas nacionales, nos envuelve en un clima peculiar, con momentos divertidos y también angustiantes.

Soy sincera al decir que no presté la debida importancia al leer, en el folleto que nos dieron al ingresar al teatro, que la ópera sería tratada desde una mirada psicoanalítica. Luego de verla, he llegado a la conclusión de que podemos identificarnos con personajes que revelan su inconsciente mediante sus acciones.

“El piso está frío, no tengo techo ni comida, pero sí un libro. Leo, leo y sigo leyendo, pero cómo puedo concentrarme cuando a unos metros mi familia ríe a carcajadas frente a esa caja que reproduce imágenes y sonido: la televisión”. Tal vez es ello en lo que pensaba Pulgarcito —interpretado por Lucero Zevallos — en la escena que dio inicio a la ópera. En esta aparece como un niño distinto, que prefiere leer un libro mientras el resto de su familia ve la televisión, lo que lo hace más proclive a percatarse de algunos aspectos de la vida como que sus padres planean abandonar a sus hermanos y a él debido a la miseria en la que viven. Si bien la madre —interpretada por la soprano Rosa Parodi— no está de acuerdo en un inicio, ella cede ante la insistencia del padre. ¿Acaso la madre cede porque en el fondo tiene miedo de lo que pueda hacer el padre si ella le da la contra? Es entonces que detectamos el típico estereotipo de un padre indiferente, “el hombre de la casa” que no demuestra sus sentimientos, mientras la madre es sumisa, sensible, y debe representar protección y amor.

La obra lírica continúa y muestra el abandono de Pulgarcito y de sus hermanos en el bosque dos veces. Un bosque en el que sus prejuicios se ven debilitados pues los animales salvajes con los que se encuentran no son lo que aparentan. El temible lobo feroz, a quien más temen por su aspecto, no resulta ser temible ni feroz, sino un guía que los ayuda a salir a salvo del lugar. Así, los prejuicios carecen de argumentos y se ven desbaratados.

También se evidencian intertextualidades a lo largo de la obra, como en el segundo acto, en el que aparece el «Ogro» — interpretado por Wilson Hidalgo —, quien contesta una llamada del sindicato con un «¡hermanito!» y luego menciona «diez verdecitos» que le tendrían que pagar por un “trabajito”. Estas frases nos devuelven a la realidad del país y los problemas de corrupción revelados tras la presentación de una serie de audios denominados por muchos como “los audios de la vergüenza” porque revelan la situación de corruptela de algunos jueces y fiscales  peruanos.

El «Ogro» al que nos referíamos es «tan humano» como cualquiera de nosotros. Tiene miedo a lo extraño; su hogar es el lugar más preciado y quien ose interrumpir su tranquilidad, deberá atenerse a las consecuencias. Es en este momento cuando me pregunto si nosotros somos el Ogro y si “el otro”, aquel que llega e “incomoda” con su presencia, es un extranjero, un peruano de otra ciudad, o incluso alguien que piense distinto a nosotros.

Los cuentos, como Pulgarcito, tienen moralejas implícitas y en este en particular nos encontramos con algunas como que el amor filial no se compra ni se vende, que no debemos estigmatizar a las personas sobre la base de estereotipos y prejuicios, que niño que lee vale por cien y que a pesar de que todo parezca perdido, siempre llegará la primavera —a la que el Coro Nacional de Niños canta como alegoría de salvación— con un rayo de esperanza.

Por: Johana Perleche García

johana.perleche@unmsm.edu.pe

Lima, 20 de julio del 2018

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