Escribo aunque hay un dolor adentro, ese que emerge cuando hay inseguridades y miedos, y que parecen apoderarse del ser. Aun no asimilo la noche del día sábado, busco respuestas entre maromas y cuerdas.
“Guerra” es la obra que expone los conflictos humanos metafóricamente a través de la línea y el color y está basada en el guión de Yves Klein, artista nedadaísta quien ejerce influencia en Samuel Mathieu, dueño de la compañía que lleva a cargo la obra.
Al cerrarse el telón, me he quedado con varias preguntas que aun trato de responder, y espero que en el transcurso de estas líneas se resuelvan.
Es el inicio de «Guerra», una bailarina entra en escena y examina la cuerda, parece estar confundida y decide jugar con ella, al instante se disipa un sonido indeterminado que no cesará hasta la combinación de la danza hipnotizante.
Los danzantes abarcan en el escenario con pasos lentos, son repetidas las acciones, pero en diferentes espacios, el aire y la tierra. Todo vuelve a ser igual no importa el espacio: el hombre cumple su ciclo y no hay forma de escapar de él, entonces ¿en qué momento descansa el hombre ante estos conflictos? Hay un descanso en los danzantes, ¿pero en realidad? son las circunstancias que vives día a día, es cuestión de observar y reflexionar en los pequeños detalles, incluso cuando piensas estar en la nada.
En el desarrollo de Guerra se desata una lucha que no discrimina género: la guerra es cuerpo a cuerpo.
Se expone la historia del hombre con la lucha del espacio y la necesidad del gregarismo. El hombre es un ser territorial y Samuel Mathieu tiene entendido esto, ya que en todo momento los danzantes quieren cubrir los espacios aunque estén cansados y repiten los pasos, incluso en el aire. Este último elemento libera al danzante, ya que se mantiene suspendido en la cuerda para evitar estar con los pies en la tierra, donde se ve un mayor sufrimiento. Así como el danzante en la cuerda, el hombre se sostiene de sueños, pensamientos, para que su vida adquiera equilibrio. El danzante al estar en el aire se aleja de la realidad.
La escena más hermosa de “Guerra” a mi parecer es cuando el danzante se columpia y traspasa el escenario, el público interviene al ser parte de esta ilusión. Pretender alcanzar un ideal adverso ante nuestras limitaciones nos genera frustración al igual que el danzante, a diferencia de la obra nosotros podemos ver al danzante dar sus fallidos pasos, pero nosotros no, solo tenemos una oportunidad para hacer bien las cosas. Al no poder soportar más el danzante cae al suelo, a la tierra, a la realidad y se genera los conflictos de razón e ilusión.
Guerra llega a nosotros transmitiendo una carga dramática y a la vez armoniosa de mostrar nuestro interior. Las imperfecciones de esta reflexiva obra como la de un danzante que intenta incorporarse al grupo o los errores con el uso de las cuerdas hacen que sea más humana y veamos la realidad de nuestra compleja existencia. Ver Guerra es exteriorizar nuestros conflictos internos a través de una danza de acrobacias y movimientos hipnóticos. Es exponer el contexto mundial, pues vivimos en el devenir de una guerra que puede darse y estamos en una cuerda queriendo alcanzar el equilibrio, y sobretodo porque tal vez nuestra existencia no es suficiente para determinar la paz.
Lima, marzo de 2018
Por Maricielo Perez