Pablo Sabat. La importancia del trabajo en equipo

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«Mi verdadera educación yo la he recibido en Venezuela y en Estados Unidos, no aquí. En Venezuela  tuve casi que re-aprender un montón de cosas que supuestamente yo sabía». Pablo Sabat Mindreau

Con esta tercera entrega culminamos la entrevista hecha por el Club de Jóvenes Críticos al maestro Sabat en el marco de las actividades de temporada que la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil Bicentenario realiza a propósito de la serie de conciertos dedicados al compositor alemán Ludwig van Beethoven.

Carla Anamaría: ¿Cuál sería una nueva forma de presentar una orquesta para que tenga más llegada al público?

Pablo Sabat: Se han hecho miles de experimentos con orquesta, con proyecciones, con luces, humo y cosas así. Al final, yo creo que todo eso distrae la percepción de la música. Si tú quieres que la gente escuche una sinfonía equis o a un compositor equis, necesitas poner toda esa parafernalia a su alrededor. Al final se pierde y no escuchas lo que importa en verdad. Creo que el problema no está tanto en la música en sí, sino en quienes la oyen.

Claudia: ¿Qué dificultades puede enfrentar un director de música clásica al tener que dirigir otro género musical, jazz, por ejemplo, o el musical Hamilton que es hip hop?

Pablo Sabat: Para mí, todas las dificultades.

El año anterior a Animatissimo hicimos Homenaje al Rock con Charlie Parra. Yo invité a un amigo que también dirige y que ha tocado rock para que dirija. Yo no entiendo nada de eso. De hecho me da un poco de vergüenza contar esto: cuando hemos hecho Retablo Sinfónico, por ejemplo, a mí me costó un poco —ni siquiera un poco, un mundo, ¡un universo!— entender la música peruana.

Brandon Tavara: A mí lo que más me gustó de Fiesta latinoamericana fue la rapsodia Un 28 de julio en Lima. A mí me da risa porque la gente piensa que es el Himno Nacional y se para, y luego se da cuenta que no es y se sienta.

Pablo Sabat: Es otra de las cosas que tiene que ver con la forma. Son de alguna manera variaciones sobre el tema del Himno Nacional.

Brandon Tavara: Para mí, esa es la que más me gusta de toda la Fiesta que escuché porque te pone la piel de gallina.

Pablo Sabat:  Claro, es el himno.

Brandon Tavara: No, la parte del himno es la cerecita pero toda la rapsodia es muy muy bonita.

Claudia Rojas: ¿Ha visto la película La La Land?

Pablo Sabat: Vi la foto de la película y dije no. Cuando vi la postura de los personajes que estaban bailando dije: “no, estos no bailan como la gente de los años 50”.

Claudia Rojas: Sí, es que La La Land habla básicamente del jazz puro, pero en una comparación con la música clásica ¿qué dificultad tiene la música clásica cuando nuevos géneros surgen y hay compositores que quieren mezclarlos: clásica, los géneros modernos y contemporáneos?, ¿qué opina acerca de esos cambios?

Pablo Sabat: Eso se ha hecho toda la vida. Por ejemplo la sinfonía N.º 104 de Haydn tiene 4 movimientos. El cuarto movimiento es una canción popular húngara que se llama Helena… algo. Entonces hasta ahora los musicólogos no se han podido poner de acuerdo en si Haydn compuso eso y después se hizo tan famoso que el pueblo tomó el tema e inventó la canción o si Haydn escuchó esa canción a algunos campesino que trabajaban cerca de donde él vivía y la usó para ponerlo en la sinfonía. Es eso la fusión. La música clásica tiene un origen popular, la verdad muy, muy fuerte. Eso no se sabe, no se nota y no se ve, porque toda la construcción que han logrado hacer estos genios compositores la han llevado a un nivel de sofisticación tan alto que se borra casi por completo eso, pero no es así.

Yo hace varios años —muchos años— tuve una enamorada alemana que no sabía nada de música y yo le empecé a enseñar. Le hice escuchar un montón de cosas entre las que se encontraba una canción de Schubert en piano, y por alguna razón le gustó muchísimo. Me contó que un día en su casa se puso a cantarla y el papá, que era alemán le dijo: «De dónde has sacado esa canción, es una canción popular alemana». «Esa canción es de Schubert», le dijo la hija, y el papá no le creía.

¿Te das cuenta? Las fusiones se han hecho toda la vida. En el siglo XX es brutal la mezcla. Hay una anécdota de Ravel, que estaba en su ventana o en una escalera o algo así, silbando el bolero. Gershwin la mezcla con el jazz. El jazz se ha mezclado mucho con la música en diferentes niveles, en diferentes compositores y en diferentes países. No solamente ha sido en Estados Unidos, Ravel ha escrito música de corte jazz. Mucho público francés han usado el jazz y ahora hay gente que escribe y mezcla todo.

La cuestión sinfónica es más que un estilo como tu puedes llamar al jazz, a la cumbia o a la salsa. La cuestión sinfónica es en realidad un lenguaje. No es una forma exacta de escribir, puedes usar ese lenguaje, es una herramienta para escribir lo que quieras. Por ejemplo hay un compositor peruano, joven, que le está yendo super bien ahora en Estados Unidos. Se llama Jimmy López que escribe música totalmente fusionada. No sé si usa jazz pero usa música negroide. Imagínense la música de otras cosas, muchísimas cosas, las mete en una olla de sinfónica y las mezcla.

Andrei Hidalgo: ¿Y en qué momento esas fusiones arruinan la música original?, ¿o es subjetivo?

Pablo Sabat: Yo no creo que la arruinen, porque más que nada nos llevan a enriquecer más la historia, la cantidad de obras. O sea, si tú fusionas, no vas a manchar el original. De repente ustedes no están de acuerdo con esto, pero —lo dije un poquito ese día (refiriéndose a Sinfonía latinoamericana ) pero muy suave— no quiero que nadie se ponga a gritar, pero esa cuestión de que el Perú es un país andino, inca y todo eso; yo no creo en eso. Yo creo que los españoles no fueron muy simpáticos cuando vinieron, ¿no es cierto? No sé qué tanto favor nos hicieron, no solamente al Perú sino a toda sudamérica, pero también nos trajeron otra cultura que se mezcló con la nuestra y yo considero que el producto es mucho más rico. A veces un poco más rico del que puedan tener ellos. Queramos o no, el Perú es parte de la cultura occidental. Somos parte de todo lo que nos trajo Pizarro, de la mezcla con lo que hay acá, que rechazarlo o negarlo no tiene ningún sentido. Es privarse de cosas maravillosas también.

Claudia Rojas: Va con la onda de decir: «mi cultura es lo mejor», pero en realidad no, porque los conocimientos y la cultura de un lugar se pueden complementarse perfectamente con otras. Como decir que Perú odia a Chile y Chile odia a Perú cuando ambos tienen cosas que pueden compartir y, en realidad, mejorar tales como el conocimiento, la cultura o la calidad de vida de las personas.

Pablo Sabat: Claro.

Claudia Rojas: Entonces, yo creo que eso, del tema de las fusiones, no está mal, sino es para abrir puertas a que más personas estén interesadas en otro tipo de música.

Pablo Sabat: Además es inevitable, no puedes escapar de eso, más ahora en un mundo en el que todo está conectado.

Stiven Mattos: ¿Qué tan necesario es lo técnico en la música? ¿Son importantes las pautas del tiempo, las técnicas o debe ser sentimiento, pasión?

Pablo Sabat: Ese es otro tema, es parte de la historia de la interpretación también. En el tiempo que vivimos, la interpretación de la música se ha visto afectada horriblemente por la cuestión del marketing, la competencia, la venta de los discos, etc. También las grabaciones son muchas veces editadas, arregladas o parchadas para que suenen perfecto. Son muy pocos los músicos que pueden grabar una obra de arriba a abajo sin equivocarse y que no necesiten de parches. Yo, por ejemplo, cuando estudié en Estados Unidos en una universidad que es muy famosa por su coro, hicimos tres o cuatro conciertos y una grabación en disco compacto de una  obra dificilísima con la Filarmónica de Nueva York. Se grabaron todos los conciertos y hubo también una sesión de “parchado” donde los pasajes que no habían salido bien claros, se grabaron de nuevo para usarla en la edición, pegar todo y que la canción salga perfecta.

Entonces, eso te obliga a que a la hora de tocar tienes que ser lo más perfecto posible, porque quien está acostumbrado a que todo sea perfecto —un crítico sobre todo— siempre está atento cuando algo sale mal. Entonces, el avance técnico en los instrumentistas ha sido enorme en el siglo XX por eso, por la necesidad de perfección que no necesariamente va del lado de la impresión. No me entiendas mal, porque no se trata tampoco de no tener técnica, y si bien es cierto, tampoco puro corazón. Si tienes puro corazón y no tienes técnica tampoco funciona. Tienes que tener una técnica. No me acuerdo quién decía que no se puede tener suficiente técnica, pero eso es para un fin. La técnica es solamente un medio para llegar a un fin, no es un fin en sí misma, como muchos músicos creo que piensan ahora. Me hace acordar a un pianista chileno muy famoso del siglo veinte, Claudio Arrau. Arrau era un súper virtuoso, pero cuando tú oyes sus grabaciones, lo que te impresiona no es el virtuosismo, no es la perfección, la velocidad o el volumen; es la música, la emoción.  Él no tenía ningún problema técnico.

Yo recuerdo haber escuchado una serie de obras de Liszt tocadas por él y después tocadas por otro ruso, que también fue un pianista extraordinario muy famoso. Con Arrau, lo que me impresionó fue la música; con el otro, lo que me impresionó fue la velocidad de los dedos, la limpieza… todo eso de la música. Ese balance es bien difícil de conseguir y creo que se ha inclinado muchísimo en los últimos años hacia el lado técnico y en el lado de la expresión se ha perdido un poco. Para que  veas, en los años que estudié, la profesora que tuve me contó que en una escuela muy famosa en Nueva York que se llama Juilliard, encontraron que alguien había puesto hojillas de gillette entre las teclas del piano. Alguien se la puso para que otro se cortara, para frenarlo.

Si tú escuchas las grabaciones de los músicos de la primera mitad de los años veinte, por ejemplo, es muy diferente y hay músicos con una técnica extraordinaria que pocos tienen ahora, pero eso no era lo principal. De hecho, Arrau también decía que en esa época “el equivocarse era el privilegio de los genios”. Entonces no importaba si un pianista salía a tocar y se equivocaba en algunas notas. De hecho yo he escuchado a Arrau en vivo, no solamente equivocándose, sino olvidándose pedazos, y no pasa nada.

Emil Guilels, un pianista famoso, grabó no sé qué concierto de Tchaikovsky y se equivocó. Cuando le dijeron para grabar y parcharlo dijo: «No, déjalo así para que la gente vea que uno es humano y se equivoca». Eso se ha perdido bastante.

Stiven Matos: ¿Entonces debe existir un equilibro entre lo técnico y un poco de lo propio del autor?

Pablo Sabat: Yo creo que el problema es que la cuestión expresiva… me da miedo decir que no se puede aprender, pero casi lo creo. O sea, es un talento que lo puedes o no tener y que tampoco te hace mejor ni peor. Si uno tiene más capacidad expresiva que otro es porque te tocó. La técnica es algo al que cualquiera puede acceder, no tiene más facilidad que otro, pero es cuestión de practicar y practicar. La otra cosa no sé si se aprenda, la verdad.

Carolina Amable: ¿Usted cree importante el trabajo en equipo en la Orquesta?

Pablo Sabat:  Mira, la orquesta es igual que un equipo de fútbol, es la misma cosa: si el equipo de fútbol no funciona como equipo —cada uno hace lo que tiene que hacer— o como una empresa, no va a funcionar y no va a ser bueno. Recién ahora he empezado a escuchar algunos comentarios de Gareca, quien ha logrado que el equipo sea un equipo. A mí me encanta porque lo que él dice es lo mismo que debe pasar en una orquesta, es lo mismo que el equipo. Por ejemplo, el equipo de Portugal comparado con el de Alemania: Portugal es como “Ronaldo y todos los demás”, Alemania no es así. En Alemania no hay una estrella como Ronaldo, creo, pero todos tienen el nivel parejo, no es uno más que el otro. Entonces, en una orquesta también debería ser así. La idea es que todos tengan un gran nivel, y si no tienen un nivelazo pues no es ideal que haya una estrellita o dos estrellitas por ahí que se crean los súper, que todos están por debajo de ellos. Lograr un nivel parejo y trabajo en equipo. En realidad no es un tema solamente de la Sinfónica Nacional, es un tema de muchos años. La mayoría de orquestas que hay aquí, desde los años setenta en adelante, es un montón de gente sentada tocando su instrumento; eso no es una orquesta. Hay una orquesta cuando todos se entrelazan, cuando hay un trabajo.

No sé si saben qué es una música de cámara, es un cuarteto de cuerdas que de paso es súper criticado. Cuando critiquen un cuarteto de cuerdas sean buena gente porque es súper difícil tocar en cuarteto por la cuestión de balance, por lograr la unidad entre cuatro instrumentos. Es difícil porque en el cuarteto de cuerdas no se puede tocar sin escuchar al otro, sin ver a qué velocidad se mueve al hacer el vibrato o cómo mueve el arco. Todos tienen que buscar la unidad. Eso mismo debe pasar en una orquesta. Una orquesta, para mí, es un grupo de cámaras a gran escala. El mismo caso es donde hay un solista. Por ejemplo, si yo toco una sonata de piano en violín con un violinista, tengo que estar tocando y escuchándolo porque lo estoy acompañando. Cuando hay un concierto de violín y orquesta, la orquesta funciona como un solo instrumento que está acompañando al violín, y también tiene que poder escucharse.

Yo hice un concierto una vez con un violinista famosísimo, Gil Shaham. Fue un tipo extraordinario. Es uno de los mejores violinistas del mundo. Hice un concierto de Tchaikovsky que ya lo había hecho otras veces, pero con Shaham hubo una cosa que nunca había visto. Los pasajes en los que el violín no era protagonista, sino la orquesta, él los tocaba suavecito. No dejaban de oírse, pero no hacía cañonazos como todo el mundo, como: “soy solista me tienen que escuchar pase lo que pase”. Shaham bajaba para que se pudieran escuchar las melodías, los temas en la orquesta. Eso fue increíble.

Natali Conde: Dijo en un momento que le costó un poco realizar Retablo Sinfónico; ¿cuál fue la dificultad exacta que llegó a tener?

Pablo Sabat: Lo que pasa —y es lo que me da vergüenza decirte— es que no sé mucho de música peruana. Entonces, no entiendo mucho. Me acuerdo cuando empezamos a trabajar el cuadro limeño que empieza con un vals criollo. Para mí el vals es a tres, pues: “un, dos, tres; un, dos, tres”. Entonces, alguien me dijo: “No, no, no. Es a dos”, y yo me quedé en shock. ¡¿Cómo que a dos?! ¡¿Cómo va a ser un vals a dos?! ¡No puede ser! Y además yo estaba súper estresado, histérico por todo esto. Probé y realmente es a dos, pues es “un, dos tres; un, dos tres; un, dos tres”, funciona perfecto. Yo lo hacía a tres y sentía que esto no estaba bien. No funcionaba, la música se iba más rápido de lo que yo podía controlar con esos tres golpes. Cuando me dijeron que es a dos, perfecto. Ese tipo de cosas yo no sabía.

No está bien. Yo tengo un problema, una laguna con eso por mi formación. Es que yo no he estudiado mucho por acá. Yo estudié piano desde chico en mi casa. Entré al Conservatorio Nacional de Música después de salir del colegio; no, mentira, después de dar varios botes por varias universidades, lo que también es otra historia. Me metí al Conservatorio, estuve un año y medio, creo, y de ahí me fui a Venezuela. Mi verdadera educación yo la he recibido en Venezuela y en Estados Unidos, no aquí. En Venezuela  tuve casi que re-aprender un montón de cosas que supuestamente yo sabía, porque aquí es bastante mala la música.

Natali Conde: ¿A usted le gustaría aprender más de la música peruana?

Pablo Sabat: Sí, claro que me gustaría; claramente no hay tiempo. Estoy programando varias obras peruanas de escritores peruanos, pero no es música popular. O sea, está basada en música popular. Por ejemplo, los retablos sinfónicos de Celso Garrido-LeccaPero no sé, es como el jazz, por ejemplo. El jazz tampoco es algo que yo entienda. Ni entiendo ni comprendo, y algunas cosas que escucho las disfruto mucho sin entender nada. Tengo años queriendo poder disfrutar jazz, pero no tengo tiempo para sentarme a escuchar. De hecho, me he bajado un montón de música, la tengo guardada en la computadora, pero nunca la oigo. Es que tampoco da para todo!  (señala su sien).

Edición:

Johana Perleche: johana.perleche@unmsm.edu.pe

Carla Anamaria: carla.anamaria@unmsm.edu.pe

Elizabeth Condori: elizabeth.condori@unmsm.edu.pe

Fotografía: Johana Perleche

La próxima semana continuaremos con los #JuevesDeCríticas.

Lima, 23 de agosto de 2018

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