Desde tiempos inmemorables el hombre se ha cuestionado a sí mismo y lo que ocurre a su alrededor, y ha sentido la necesidad de identificarse con algún tipo de representación. Partiendo de estas premisas, Mark Godden crea y nos presenta dos de sus grandes obras de ballet: «Ángeles en la Arquitectura» y «Siderales». Mientras la primera obra cuenta con reconocimientos desde el año 2015, la segunda es un estreno a nivel mundial que busca darle a nuestro país un espacio en la danza internacional.
Afuera del escenario
Poco a poco caía la noche y las personas se apresuraban en comprar y recoger sus entradas en los exteriores bulliciosos del Gran Teatro Nacional (GTN). El interior brindaba un ambiente más tranquilo, especialmente la sala del teatro, que se consumía en un silencio abrumador. La espera se expresaba a través de este silencio, que gritaba y exigía el inicio del espectáculo, hasta que la “tercera llamada” dio pie a elevar el inmenso telón azul.
Ángeles en la Arquitectura
El espectáculo comienza con Ángeles en la Arquitectura que está inspirada en la belleza espiritual de los “Shakers”, secta norteamericana fundada a mediados del siglo XVIII. Ellos creían que debían llevar una vida lo más cercana posible a la divinidad, por ello se regían bajo un lema: “las manos para trabajar y los corazones para Dios”
Este intento de perfección los llevó a realizar un trabajo delicado y cuidadoso que se reflejó en su mueblería: escobas, pecheras, sillas artesanales. Buscaban un balance y simetría en sus objetos, característica que se torna constante en esta obra. Desde el momento inicial se muestran seis escobas -separadas a una misma distancia- colgadas en la pared frontal hacia el público y ocho sillas -cuatro en cada extremo- posicionadas al revés -referente al suelo- y pegadas a la parte más alta del escenario.
Así como los elementos están muy bien posicionados, los movimientos de los artistas también. La postura de sus extremidades buscan la simetría consigo mismo y con su alrededor. En otras palabras, mientras los Shakers pretendían alcanzar la perfección con el trabajo de su mueblería, los artistas de esta noche lo hacen a través de su danza, que se tornó -como estas líneas- emocionante para unos e incomprensible para otros.
Pero ambos tipos de espectadores lo disfrutaban -cada uno a su modo- y no podían desprender su mirada del escenario. De alguna u otra manera se había forjado una fuerte conexión espiritual, no con Dios ni con los shakers, sino con el protagonista más importante del espectáculo: el público.
Por otro lado, si bien se destaca el manejo de los elementos y el buen desenvolvimiento de los artistas en escena, por momentos se notaron ciertas descoordinaciones entre ellos, lo que confrontó al trabajo simétrico y perfeccionista de la secta norteamericana: una armonía de contrastes propia de Godden.
Siderales
Después del intermedio seguía el turno de Siderales, la obra más esperada por todo el público. Esto no era sorpresa alguna, ya que íbamos a presenciar un estreno a nivel mundial. Por otro lado, la obra iba a presentar un tema con el que absolutamente todos -consciente o inconscientemente- estamos relacionados: nuestra existencia.
Desde el más mínimo movimiento de cada músculo hasta el más pequeño detalle de cada fotograma causó conmoción e hizo vibrar a los espectadores. La conexión lograda por la obra antecesora no se perdió, pero sí tuvo un cambio radical. Es decir, ahora el centro de atención no era la divinidad y perfección, sino todo lo contrario: el hombre.
Como se mencionó, el ser humano se cuestiona por naturaleza. Siderales apela a ello y nos brinda una nueva reflexión sobre el origen de la existencia humana. Por ello, fusiona la escenografía y los cuerpos, y los vuelve uno solo, logrando aflorar un sentimiento inexplicable en estas líneas, pero comprendido en ese preciso momento.
Godden nos regala momentos caóticamente ordenados y nos propone encontrarnos fuera de nosotros mismos. Para ello, este proceso parte desde lo más macro -el universo- hasta llegar de a pocos al ser humano y su existencia, repitiendo el ciclo infinitamente.
Por otro lado, no existe una definición establecida de estas obras, es decir, el público es libre de interpretar y sentir lo que mejor se adapte a su persona. Si te causa nostalgia, llora. Si te causa alegría, ríe. Todo es válido en esta noche y todo es posible en estos días.
Terminado el espectáculo, el público se levantó de sus asientos y recibió con aplausos a todo el elenco participante. Cada golpe entre las palmas era un agradecimiento a cada artista que, estando o no en escena, nos demostró que el universo y el hombre no están tan distantes como parece, al contrario, están completamente relacionados. Así que, mientras la infinitud del universo es la finitud del hombre, el orden del universo forma el caos de nuestra existencia.
Texto de Ronald Cueva: ronald.cueva1@unmsm.edu.pe
Fotografía de Johana Perleche: johana.perleche@unmsm.edu.pe
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@MediaLabUNMSM
Lima, 27 de setiembre de 2019
El Club de Jóvenes Críticos es un programa que trabaja en conjunto el enfoque de Educación del Área de Públicos y @MediaLabUNMSM. Estudiantes de Comunicación Social se entrenan en la crítica de artes escénicas a partir de la investigación, observación de procesos creativos y entrevistas con artistas y elencos que se presentan en el @Gran Teatro Nacional.