La propuesta de “Mi primer concierto” llegó nuevamente al Gran Teatro Nacional, pero esta vez con una dinámica un poco diferente. “Las aventuras musicales de Sisi y Lalá” nos sumergen en lo más profundo de una partitura para que podamos comprenderla desde adentro y, en familia, sintamos el poder que tiene la música sobre nosotros para hacernos sentir, soñar, bailar y mucho más.
En esta oportunidad, la puesta en escena se enfocó principalmente en niños de entre seis a nueve años. Ello se debe a que el director general de la obra, Mateo Chiarella, considera que a esa edad la comprensión musical que transmite “Sisi y su primer concierto” resulta más fácil que cuando eres menor. Y aunque la función sea de ámbito familiar, Mateo se concentra, especialmente, en el público señalado. Por eso, podemos apreciar a una niña de ocho años y a su mascota( perrita) como las protagonistas de la melodiosa historia.
Es así que el personaje de la niña Sisi, interpretada por Patricia Barreto, logra conectar efectivamente con los niños de su edad. No solo ella. La figura de la perrita Lalá, representada por Cary Rodríguez, es también muy importante en la obra, pues las mascotas tienen un peculiar vínculo con los menores y logran convertirse en “el primer y fiel amigo” de ellos. Con este propósito, trabajó Chiarella para concretar la meta principal.
Esta meta esencial de la que hablo es no solo la de causar emociones, sino además, generar en los niños una curiosidad musical que les permita seguir explorando a través de ella misma. Claro está que el niño no saldrá de esta función como un erudito de la música, pero “con que sientan curiosidad y quieran regresar a escuchar un concierto, eso ya es más que suficiente”, como también comenta el director general de la obra.
Creando un puente musical
Para alcanzar el objetivo mencionado, Mateo propone una dinámica muy especial en la obra. Sisi y su mascota Lalá, llenas de curiosidad por conocer más de la música y del trabajo que realiza su madre como directora de orquesta, caen dentro de una partitura que terminan por romper. Así, para recomponer la travesura que habían cometido, reconstruyeron cada pieza que integran aquel complejo.
¿Cómo lo lograrían? La respuesta estuvo en el público que, paso a paso, aprendió mucho de las notas musicales, el tiempo, el compás, la clave, etc. Todos eran ahora partícipes activos de la función, todos eran personajes principales y es que esa intención era muy importante en el teatro. Así, la didáctica fue más fluida gracias también a la ayuda de Euterpe, la diosa de la música, que a través de piezas “vivas y amables” los niños lograron conocer todo lo que hay detrás de una melodía.
De esta manera, con el apoyo de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil Bicentenario (OSNJB), Sisi, Lalá y el público presente se sumergió en un impresionante viaje musical que contó con piezas muy particulares de célebres compositores como Antonio Vivaldi. En fin, la importancia de este concierto radicó en lo que cada uno se llevó dentro de su corazón, el sentimiento que engendró al escuchar la unión armoniosa de varios instrumentos y la imaginación que subjetivamente podamos obtener de una melodía.
En consecuencia, muchos de esos niños quizá se llevaron, tatuado en sus almas, esta grata y mágica experiencia. Los jóvenes y adultos, por su parte, podrán haber vuelto a sentir y vivir las melodías con un espíritu de niño. Y es que la música siempre estará plantadas en sus vidas; la encontrarán en el despertar y también en los dulces y hasta los más trágicos sueños, por ello hay que aprender a sentirla y apreciarla como lo merece. Mientras, podemos decir que ya recibieron una “pequeña”, pero necesaria, dosis musical.
Por Eliezer Benedetti
eliezer.benedetti@unmsm.edu.pe
Fotografía: Diana Ortiz Chuquin
Lima, 21 de marzo de 2019