La adquisición de conocimientos, y junto con ello, de las capacidades, a través de multiplataformas online especializadas elearning, no radica en una simple traslación de los métodos docentes del mundo presencial hacia el mundo virtual. Pensar así, es un error y puede tener sus consecuencias ya que la enseñanza virtual, por su propia naturaleza, tiene cierta complejidad.
Inicialmente, existen diversas dificultades para docentes y estudiantes. El concepto de “docencia en línea”, sino se planifica adecuadamente puede resultar una heterogeneidad tanto en su impartición como en los sistemas de evaluación o, en cómo se van a abordar las prácticas (especialmente, las de laboratorio). A todo esto se suma que el cuerpo docente pueda percibir unas carencias de conocimientos, sobre todo, de tipo tecnológico y digital.
De este modo, debemos entender que las propuestas de educación en línea, como las que ahora –por la causa pandémica- se fomentan, son implementadas a través de plataformas o aplicaciones para la gestión de cursos conocidos como Learning Management System –LMS- que ya forman parte de los recursos formativos de las universidades e incluyen actividades pedagógicas que, para su realización, requieren que los estudiantes colaboren entre sí, trabajando de forma conjunta.
Diversos pedagogos e investigadores en innovación docente coinciden en afirmar que la enseñanza online es una evolución de la educación a distancia que se apoya en recursos digitales para desplegar los procesos de enseñanza y aprendizaje utilizando herramientas propias de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Otros investigadores y formadores de educadores sostienen que la educación en línea es una modalidad con características propias que se diferencia tanto de la educación a distancia como de la educación presencial. De una u otra forma, lo cierto es que la educación online es caracterizada como un modelo pedagógico distinto que fomenta, con el uso de las tecnologías digitales, ambientes propicios para el diálogo interactivo y actividades grupales y colaborativas buscando favorecer, incluso, la creación de vínculos interpersonales entre los participantes de una comunidad virtual de aprendizaje.
En este escenario, el profesorado también necesita adoptar nuevos métodos de enseñanza-aprendizaje. Por ejemplo, en los procesos de interacción, las respuestas a las dudas que puedan plantear los estudiantes, estas deben ser respondidas rápidamente. Los expertos arguyen que los procesos de interacción asincrona no debe de pasar más de 24 horas. Así mismo, los mensajes han de ser directos y, en mayor medida, personalizados, identificando a cada alumno/a por su nombre y apellidos. Por cierto, a veces esto no ocurre en el mundo presencial en donde resulta casi imposible conocer a toda la clase por nombres y apellidos, más si superan el medio centenar por grupo. Hay que tener en cuenta, además, mientras que en la educación a distancia, la docencia se apoya fundamentalmente en la distribución de materiales didácticos (los mismo que pueden ser digitalizados o en formatos no digitales) en la educación a través de Internet (u online), se consideran fundamentales las actividades que los estudiantes deben hacer y resolver para aprender.
Esta colaboración entre estudiantes y, entre estudiantes y docente, se produce sin que medien encuentros presenciales y es posible a partir de los diálogos síncronos y asíncronos que se producen a través de las herramientas de comunicación telemática, generalmente, incluidas en la misma aplicación LMS sobre el que se desarrolla el curso y que tienden a promover la documentación automática de los intercambios entre los participantes.
Fuente: Cultura de Red. Sistema madri+d. Fundación para el conocimiento.
Este artículo forma parte de nuestra serie sobre desinformación en tiempos de pandemia.
#ContraLaDesinformación
Con la repercusión de la “infodemia”, causada por la pandemia del coronavirus, el fact-checking surge como antídoto contra la desinformación. En ese contexto, varios grupos de fact-checkers en todas partes del mundo se están vinculando de una manera global y sistematizada para actuar en contra del problema. Así vemos el surgimiento de #TheCoronavirusFact Alliance y Latam Chequea Coronavirus, dos plataformas cuya finalidad es actuar oportunamente chequeando y advirtiendo de la falsedad —o veracidad— de los contenidos que circulan por los medios y redes.
Pero, acciones como estas no siempre se han dado.
En el año 2016, por ejemplo, durante la campaña presidencial de los candidatos Trump y Clinton en los Estados Unidos, algunos periodistas utilizaron plataformas de verificación y contabilizaron 217 falsedades expresadas por ambos candidatos. Según Univisión Noticias, por cada mentira de la candidata demócrata, el republicano esparció cuatro. Esta campaña política fue uno de los factores por lo que se comenzó a popularizar el término “posverdad”.
El Diccionario Oxford precisa que la posverdad está “relacionada con circunstancias en las que las personas responden más a sentimientos y creencias que a hechos”. Esto podemos comprobarlo al escuchar, por ejemplo, las declaraciones de Bolsonaro, quien compara la Covid-19 con un “resfriadito” y las aseveraciones de Donald Trump, quien sugiere que se debe “inyectar desinfectantes” a los enfermos para “matar” al virus.
Las redes sociales han jugado —y juegan— un papel central en la difusión de información de este tipo. En el caso de las noticias generadas contra Clinton, tenemos que la red social Facebook había producido en torno a ellas más posteos compartidos que las exclusivas del New York Times y Washington Post. Sobre el tema el periodista Borja Echevarría (2017) cuenta así su experiencia: “mientras los medios poníamos nuestra maquinaria a contrastar cada frase de los candidatos, otra maquinaria más ligera, barata y nacida en y para Facebook se convertía en la dieta fundamental para la burbuja conservadora antisistema. A ese entramado nadie le hizo fact-checking, no hasta que ya era demasiado tarde”.
Ahora la desinformación se expande de una forma alarmante y no solo por Facebook, también lo hace por Twitter, YouTube y WhatsApp. Es por eso por lo que en los últimos años el trabajo del fact-checker no solo se ha focalizado en el discurso político, sino que se ha ampliado hacia las redes sociales. De allí nacen propuestas de diferentes medios de comunicación para contrarrestar la desinformación en todo el mundo. En el caso peruano contamos con OjoPúblico,Convoca, Salud con lupa, entre otros.
El fact-checking desarrolla estrategias para estudiar y alertar sobre las nuevas formas de desinformación que se van generando, porque su objetivo es buscar la veracidad entre tanta mentira y posverdad, lo que nos lleva a defender la esencia del periodismo. Como dice José Antonio Zarzalejos (2017) “el periodismo, por una parte, y la comunicación deontológica, por otra, deben regresar a rescatar el relato veraz, contener el sentimentalismo, apaciguar y moldear los peores instintos y proclamar la superioridad de la inteligencia sobre la visceralidad. Ese es el fact-checking”.
Este artículo forma parte de nuestra serie sobre desinformación en tiempos de pandemia.
#ContraLaDesinformacion
“La nicotina o fumar cigarrillos protegen contra la Covid-19”, “el escape de un virus más potente que el SARS creado en un laboratorio”, “el 5G debilita el sistema inmunológico”, entre muchas otras, son algunas desinformaciones que circulan mediante las redes sociales y otras plataformas digitales, las cuales han llegado a propagarse en el mundo de una manera inimaginable. La sobreabundancia de información es infodemia, sea falsa o no.
La información falsa invade a diario las redes sociales y los servicios de mensajería instantánea, generando pánico y angustia en la sociedad. Algunos medios de comunicación las denominan fake news. Pero ¿a qué nos referimos?
“Fake news son noticias falsificadas. Es decir, una historia es una noticia falsa si no ha pasado por el proceso periodístico moderno estándar, pero se presenta como si lo hubiera hecho, con la intención y la propensión a engañar.” (Fallis & Mathiesen, 2017, 16). De otro lado Wardle y Derakhshan (2017), indican que este término es inadecuado para describir los fenómenos complejos de la contaminación de información y que, para su estudio, se debe considerar, además, tres tipos de trastornos de la información: disinformation, misinformation y mal-information.
Como disinformation se entiende, de acuerdo con los autores, a la información falsa y creada deliberadamentepara dañar a una persona, grupo social, organización o país. Por ejemplo tenemos el caso de la supuesta renuncia de la ministra de Economía del Perú, Antonieta Alva, noticia generada por el periodista Eloy Marchán. Inclusive algunos medios ya anunciaban sucesor:
Misinformation es la información que es falsa, pero no creada con la intención de causar daño, como ejemplo tenemos las cadenas de WhatsApp y redes sociales generadas por supuestos especialistas que anuncian haber descubierto curas para el nuevo coronavirus. Sobre el tema IJNet establece cuatro tipos de información sobre la Covid-19. Misinformation estaría en el nivel 3:
Tomado de https://ijnet.org
Mal-information es la información basada en la realidad, utilizada para infligir daño a una persona, organización o país. Se puede ver el caso de la advertencia que hizo el presidente de los EE. UU., Donald Trump a China, país al que acusó de haber “diseminado” el virus por todo el mundo.
Tomado de The New York Times. Abril 18, 2020
Sobre estos tres pilares semánticos: misinformation, disinformation, mal-information, se construye la desinformación, que representan una amenaza para el conocimiento y para la salud pública en estos tiempos de pandemia por lo cual es importante hacerles frente. Andrew Pattison, gerente de Soluciones de Negocios Digitales de la OMS, dijo que la información falsa se estaba “propagando más rápido que el virus”. No debemos permitir que la desinformación gane esta lucha.
La propagación de la pandemia exige solidaridad entre todos los ciudadanos y estar en permanente alerta para determinar si la información que recibimos es verídica. Sea consciente, verifique la fuente y piense antes de compartir alguna información. De esta manera también usted estará en la primera línea, ayudando a salvar vidas.
Referencias:
Adhanom, T. y NG, A. (2020, febrero 18). Desinformación frente a medicina: hagamos frente a la ‘infodemia’. El País. https://bit.ly/2S7VVMf
Fallis, D. y Mathiesen, K. (2019). Fake news is counterfeit news. Consulta , 1-20.
Wardle, C.; Derakhshan, H. (2017), «Information Disorder: Toward an Interdisciplinary Framework for Research and Policymaking», Council of Europe report, DGI (2017), 9.
Este artículo forma parte de nuestra serie sobre desinformación en tiempos de pandemia.
#ContraLaDesinformación
Camila enciende el móvil, el pitido de una nueva notificación la alerta, es un mensaje de su tía: “¡Ya hay cura! El coronavirus de Wuhan se puede curar …”. Lo lee con atención y decide compartirlo a todos sus contactos. “Se acabó”, se dice a sí misma, decide salir a comprar, luego va a visitar a sus padres, les lleva algo de alimentos y orgullosa comenta la buena nueva. Regresa justo antes del toque de queda, “qué estupidez”, se dice...
La pasta dental te ayuda a eliminar el coronavirus; inyectar desinfectante al cuerpo puede matar a la Covid-19; y otras ideas que pueden sonar disparatadas y que, de acuerdo con los científicos lo son, protagonizan en medio de escándalos los titulares de los medios de comunicación en muchos países del orbe. Mientras tanto el coronavirus SARS-CoV-2 continúa cobrando miles de vidas alrededor del mundo.
La “infodemia” aumenta exponencialmente en medio de esta crisis sanitaria mundial y las redes sociales actúan como “aliadas”, incluso sin proponérselo. Desde 1993, cuando las redes sociales eran parte de la ciencia ficción, ya la estudiosaMar de Fontcuberta advertía sobre la proliferación de noticias erróneas o falsas que eran tomadas como “verdaderas”. Actualmente se habla de la “news fabrication”, tipología de las fake news que refiere al conjunto de artículos que “no tienen base factual pero que son publicadas en el estilo de noticias para crear legitimidad” (Tandoc et al, 2017, p. 7).
Así vemos, escuchamos o leemos cada día información acerca de curas milagrosas, avistamiento de ovnis, desclasificación de archivos secretos de reconocidas agencias de inteligencia y hasta teorías de conspiración. Todo circula por redes sociales y forman parte del conjunto de noticias que produce desinformación. A ello se añaden algunos programas de entretenimiento, como el de un conocido presentador aspirante a la presidencia del Perú que afirmaba con determinación que “el bicarbonato no va a dejar que pase el coronavirus”, y para avalar su “información”, presentaba un testimonio “real” de la efectividad del remedio natural. Pero, ¿por qué un medio televisivo comparte este tipo de información?
Uno de los objetivos es desinformar pero otras veces obedece a un instinto de aumentar la sintonía de los programas televisivos o de los clicks en sus páginas sociales (Tandoc et al, 2017, p.12). Esto porque, en muchos casos, los clicks se traducen en ingresos a través de publicidad. Los artículos fabricados se pueden publicar en un sitio web, blog o en las redes sociales, el problema ocurre cuando una organización publica estas historias brindándole respaldo, objetividad y audiencia. (Tandoc et al, 2017, p. 7).
¿Por qué la desinformación continúa en circulación?
La información falsa se esconde bajo una apariencia de legitimidad tratando de aparecer como noticias reales y verificadas. A esto se agrega que la desinformación se vuelve tan viral que la corrección o aclaración no tiene la misma audiencia, como afirman Aruguete y Calvo (2020), y el público termina creyendo que lo que ha visto, leído o escuchado es, finalmente, la verdad.
En tiempos de pandemia la fabricación de noticias ha generado niveles de desinformación nunca antes alcanzados. Esto ocurre porque los ciudadanos se convierten en agentes activos de reproducción y las propagan cual Covid-19 que va en busca de su próxima víctima, un organismo que debe acogerlo para poder seguir multiplicándose.
¿Cómo evitar esto?
Basta aprender a distinguir las fuentes de información, de dónde procede, quién lo dice y, antes de compartirla, dudar un poco de lo que la noticia dice. Usted, finalmente, decide si se aplica – o no – la vacuna contra la desinformación.
Referencias:
Aruguete, N. & Calvo, E. (2020). Fake news, Trolls y otros encantos. Cómo funcionan (para bien o para mal) las redes sociales. Recuperado de https://bit.ly/3ar0SFX
International Federation of Journalists. (2018). ¿Qué son las Fake news? Guía para combatir la desinformación en la era de la posverdad. Recuperado de https://bit.ly/2VEXbZi
Mar de Fontcuberta (1993). La noticia: pistas para percibir el mundo. Barcelona: Paidós.
Tandoc Jr, E. C., Lim, Z. W., & Ling, R. (2018). Defining “fake news” A typology of scholarly definitions. Digital journalism, 6 (2), 137-153. DOI: 10.1080/21670811.2017.1360143
El presente artículo es parte de nuestra serie sobre desinformación en tiempos de coronavirus.
El 13 de abril de este año, el medio colombiano La Piragua, publicó una nota en su página web con el siguiente titular: Muertos por COVID-19 arrojados al agua en Ecuador estarían causando mortandad de peces en Perú. En esta aseguraba que pescadores en la ciudad de Chimbote habían reportado cientos de peces muertos por haber entrado en contacto con el SARS-COV2 y que habría llegado hasta el océano desde el Ecuador.
La información llevaba varios días difundiéndose a través de redes sociales como Facebook, WhatsApp y Youtube y tomaba como referencias fotografías que no corresponden con la costa del pacífico y videos grabados mucho antes de que la actual pandemia iniciara, algunas veces en el país vecino, y otras en las costas de Libia, en el mar Mediterráneo.
La noticia, por sí misma, es insostenible. El coronavirus es un virus que ha demostrado una gran capacidad para ocasionar graves problemas en humanos, y que también ha afectado a ciertos animales, pero todos son mamíferos. De momento, no hay información científica que indique que puede pasar a peces, aves o reptiles y un pescador no podría llegar a esa conclusión sin entrenamiento científico muy especializado. Encontrar cardúmenes de peces muertos, además, es un fenómeno que se da con frecuencia en las aguas de la costa Norte, con o sin pandemia, de modo que incluso si se hubieran encontrado, explicaciones distintas resultan más satisfactorias.
Claro que nada de eso resultó suficiente. La informaciónse extendió rápidamente y al poco tiempo la nota de La Piragua ya había sido compartida en grupos que circulan en redes sociales como Confesiones maleñas, Alerta Barranca o Terraplanismo Avanzado. Todos, grupos de participación libre, sin mayor política de revisión de sus contenidos.
Es ya en estos grupos que se puede observar la clara intencionalidad del fake. Las imágenes y videos fueron compartidos con mensajes de introducción que acusaban a los alcaldes y al gobierno de Martín Vizcarra de estarle regalando esos peces a la población de la zona o de estar ocultando esa información del público para tapar sus deficiencias de gestión. El objetivo político de la falsa noticia se hace evidente.
No es solo, como dijo Javier Castro a Ojo Público, un afán de personas mal intencionadas que quieren sembrar pánico. El construir un fake como este requiere tiempo y esfuerzo. No es una casualidad de un ciudadano mal informado. Hay que buscar las fotos y videos en la red, crear las cuentas y empezar a divulgar. Aunque si se desea generar alarma, el objetivo, en este caso, es usar esa incertidumbre para atacar de algún modo al gobierno y, establecido que es información falsa replicada deliberadamente con fines políticos, siempre queda preguntarse:
¿Quién se beneficia?
@Sergio Paolo Velarde: sergio paolo.velarde@unmsm.edu.pe / @MediaLabUNMSM
Este artículo forma parte de nuestra serie sobre desinformación en tiempos de pandemia.
#ContraLaDesinformación
La pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 no solo está generando miles de muertes y crisis económicas en varios países del mundo, también ha generado una ola de desinformación que afecta a todos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha catalogado como “infodemia” a la propagación de información tanto falsa como verdadera por todo el mundo. La desinformación, en su acepción anglosajona, se subdivide en dos términos: misinformation y disinformation. Muchos de los mitos y falsedades que se propagan son acerca de supuestas curas contra el virus, aunque también existen teorías conspirativas sobre el origen de la Covid-19.
Las redes sociales se convirtieron en los lugares de difusión de misinformation, error a la hora de informar, y de la disinformation, intención de engañar, según Fallis (2011). Aunque algunas redes y servicios de mensajería, como WhatsApp, Twitter y Facebook, han tomado medidas para detenerla, la desinformación se sigue propagando.
Un ejemplo de misinformation es el video de la médica Elvira Torres Marquina, quien recomienda consumir de forma conjunta en una bebida al ajo, la cebolla, el limón, y el kion para prevenir al coronavirus, en recomendación del doctor José Luis Pérez Albela. Esta información fue desmentida por la página Maldita.es donde se explica que la OMS ha afirmado que no existen pruebas de que ningún alimento sirva para prevenir el contagio de este virus. En este caso, la doctora Torres Marquina busca ayudar a las personas para que se protejan del nuevo coronavirus sin intenciones de engañar.
Un ejemplo de disinformation es la conspiración que vincula al 5G con el coronavirus, donde los seguidores de New Agers y QAnon aseguran que las redes 5G emiten una radiación que hace débil al sistema inmune, para que las personas sean más susceptibles al coronavirus. Nuevamente la página Maldita.es desmintió esta información, indicando, con base en unos 25.000 estudios científicos, que la exposición cotidiana a los campos electromagnéticos de baja intensidad no parece tener efectos sobre la salud. En este caso, los seguidores de New Agers y QAnon tienen intenciones de manipular a las personas para que logren ciertas actitudes, como sucedió en Reino Unido donde se registraron ataques a torres de teléfonos celulares.
Los problemas de la desinformación se originan por la poca rigurosidad que tienen los medios y las personas que trabajan en ellos al seleccionar sus fuentes de información. Mar de Fontcuberta (1993) define las fuentes como “personas, instituciones y organismos de toda índole que facilitan la información que necesitan los medios para suministrar noticias” (p. 58). En sintonía a la definición anterior, Borrat (1989) nos dice que “cuanto mayor sea la cantidad, la calidad y la diversidad de informaciones que comunica y de las fuentes que cita, tanto mayor será su credibilidad y por tanto su influencia”.
Casos como lo sucedido en Irán —donde más de 300 personas murieron por ingerir alcohol industrial pensando que así se protegerían del coronavirus según la información que recibieron por redes sociales—, puede ocurrir en cualquier país. Conociendo lo que nos deparan las redes sociales en contextos de “infodemia”, tenemos que volvernos más rigurosos y críticos con la información que recibimos de cualquier medio, ya sean redes sociales o medios de comunicación social.
Referencias:
Borrat. H (1989). El periódico, actor político. Barcelona. Gustavo Gili
Fallis, D. (2011). Floridi on Disinformation. En Etica e Politica, vol. XIII, nº 2, p. 201-214.
Natascha A. Karlova y Karen E. Fisher (2013). A social diffusion model of misinformation and disinformation for understanding human information behaviour. Information Research. Vol. 18 no. 1. Recuperado de: http://informationr.net/ir/18-1/paper573.html#.Xpy0gshKjIU
Este artículo forma parte de nuestra serie sobre desinformación en tiempos de pandemia.
#ContraLaDesinformación
La tendencia que se ha originado en medio de la pandemia del SARS-CoV-2 es la de compartir información (supuestamente) real y comprobada sobre el coronavirus en las redes, pero gran parte de estos contenidos resultan ser falsos y no solo generan desinformación, sino que también ponen en riesgo la vida de miles de personas.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el término infodemia se utiliza para referirse a la propagación de informaciones verdaderas y/o falsas que se difunden en el espacio digital por diversos autores en medio de una epidemia.
Esta costumbre de difundir contenido falso se debe –entre muchos factores– al “razonamiento motivado”, al cual hacen referencia Ernesto Calvo y María Aruguete en su libro Fake news, Trolls y otros encantos como un “mecanismo cognitivo por el cual, con un resultado ya en mente, tendemos a aceptar la evidencia que sostenga nuestra conclusión o a descartar aquella que la contradiga” (p. 23).
Esto quiere decir que dentro de la infodemia, la difusión de fakes responde a un razonamiento motivado de las personas que las propagan por redes sociales, ya sea por la creencia de encontrar el anhelado antídoto o por algún prejuicio colectivo. Por ejemplo, la viralización de un post en Facebook sobre un ciudadano cubano que ha encontrado la supuesta cura al coronavirus, en el primer caso; y en el segundo, la difusión de un video en WhatsApp y Facebook sobre el hallazgo de cuerpos arrastrados por el mar desde Ecuador a costas peruanas (si bien, el material es verídico, la imagen corresponde a un naufragio en las costas de Libia ocurrido en el año 2014).
Las cadenas de mensajes que se comparten en redes sociales sobre tips y recomendaciones – mediante imágenes y audios –para “matar” al virus o indicaciones/advertencias sobre decisiones (falsas) del gobierno– son nada más y nada menos que desinformación. He aquí algunos ejemplos:
Es así como la infodemia va penetrando en la sociedad, asemejándose a la pandemia misma, infectando de desinformación e histeria a las personas que las aceptan como verdades, las aplican y las difunden. Las empresas dueñas de las redes sociales han tomado cartas en el asunto y se han propuesto reducir la propagación de este mal digital, pero la tarea comienza por nosotros, los consumidores de información. No solo se trata de mejorar los contenidos en las redes, se trata de entender que saber discernir entre información falsa y la que no lo es puede salvar vidas.
Referencias:
Aruguete, N. & Calvo, E. (2020). Fake news, Trolls y otros encantos. Cómo funcionan (para bien o para mal) las redes sociales. Recuperado de https://bit.ly/3ar0SFX
Desde que en el año 2000, publicara el artículo titulado “La enseñanza a través de la red” en el periódico Estrella Digital (disponible en la red social científica Academia), el modelo formativo -emergente en los primeros años del milenio-, no ha hecho más que consolidarse como enseñanza en linea (online) siendo cada vez más las instituciones educativas las que adoptan este modelo en sus objetivos de transferencia de conocimiento. Si en los últimos años, las universidades se han abocado en promover e incluir modelos docentes innovadores, tanto metodológicas como tecnológicas, la situación actual motivada por el Coronavirus Covid-19, conllevará a adoptar métodos y nuevas formas en la impartición de cursos y asignaturas.
… la enseñanza en linea o virtual
En este escenario, universidades de todo el mundo vienen tomando iniciativas que pasa por un uso más frecuente de sus recursos tecnológicos, como los campus virtuales, como una alternativa al modelo presencial resquebrajado por la causa pandémica. Desde luego, la pandemia de la Covid-19 que azota a todo el mundo marcará un antes y un después en los métodos, metodologías y los procesos de enseñanza-aprendizaje-conocimiento y las instituciones educativas estarán obligadas a dar un salto cualitativo en sus procesos de transformación digital.
Aunque no cabe la menor duda del valor de la universidad presencial como una experiencia vital y formativa completa -que va mucho más allá de la asistencia a clases-, tampoco se debe descartar las bondades que puede brindar una universidad con modelo de enseñanza online (virtual).
Si bien es cierto que el modelo online, encontró su demanda entre las personas que no podían acceder a una universidad presencial -por razones geográficas o de tiempo-, la situación actual de confinamiento mundial obliga a las instituciones superiores de todo el mundo a repensar su modelo educativo. En este contexto, podemos apreciar como la pandemia del Coronavirus Covid-19 en todo el mundo, provoca cambios sustanciales en todos los ámbitos del quehacer humano, incluido el de la transferencia o acceso al conocimiento. Sin embargo, dichos cambios no son potestad de esta pandemia, sino, de otras experimentaciones y desarrollos que se han venido dando, sobretodo, en las dos últimas décadas. En 2002, María Luisa Sevillano, Catedrática de la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia, España), afirmaba:
El desarrollo tecnológico permite hoy en día acceder a grandes recursos de información, procesarlos y transformarlos para servir de apoyo a la inteligencia y memoria de las personas. La tecnología está cambiando radicalmente las formas de trabajo, los medios a través de los cuales las personas se comunican aprenden, y los mecanismos con que acceden a los servicios que les ofrecen sus comunidades: transporte, comercio, entrenamiento y gradualmente, también, la educación, en todos los niveles de edad y profesión” (Sevillano, 2002).
En el escenario actual, por cuanto no se sabe a ciencia cierta si todo volverá a ser como antes, queda adaptarnos a los nuevos entornos de docencia en linea y adoptar nuevas técnicas de enseñanza-aprendizaje que pasa por unos usos más detallados, profundos y exhaustivos de los ingentes recursos tecnológicos que proporciona la plataforma internet. En siguientes textos veremos que tecnologías son las más accesibles para cumplir con los nuevos retos, tanto para docentes como para estudiantes.
Fuente: Cultura de Red. Sistema madri+d. Fundación para el conocimiento
Este artículo forma parte de nuestra serie sobre desinformación en tiempos de pandemia. #ContraLaDesinformación
Por: Sergio CrispínBuiza
La difusión de información es un fenómeno que ha existido desde antes de la aparición del idioma y no es necesariamente algo malo, de hecho, es lo contrario. Con el avance de la tecnología, los medios de transmisión de información y de comunicación han ido evolucionando, y ahora las formas de producción y distribución están cambiando con la incidencia de la tecnología digital,TIC, en la vida cotidiana de la gente.
Gracias a internet los receptores de información dejaron de ser completamente pasivos y pasaron a tener un rol activo, se convirtieron en prosumidores. Lamentablemente esta transformación dejó al descubierto la existencia de cierta cantidad de usuarios más centrados en sí mismos que en la comunidad, que buscan autoafirmación y que no aceptan ser interpelados, son los denominados “troles”.
En el contexto actual de pandemia en la que vivimos, estos troles de internet siguen actuando sin ningún escrúpulo generando misinformationalrededor del tema «coronavirus».
El trol de internet
Cuando hacemos referencia a la palabra «trol» (grafía española aceptada por la RAE), es fácil que nuestra mente evoque imágenes de alguna criatura mitológica maligna viviendo debajo de un puente, pero no es así. En su acepción original, derivada de la cultura escandinava, se usa la palabra en inglés “troll” para referirse a los usuarios de internet que escriben comentarios para llamar la atención e interrumpir el diálogo racional en un foro.
Cuando decimos «trol» nos referimos a aquellos usuarios que se sientan frente a una computadora y buscan llamar la atención publicando temas polémicos, ideas singulares o contenido sensible para otros (Lozano, 2018). Estos actúan frente a una necesidad de autoafirmación y atención y pueden llegar a difundir información errónea. Esto no sería un problema tan grave si esta información no se viralizara, pero hay troles que conocen bien cómo llegar a más personas.
El trol que se viste de seda
Para que un trol haga que su información llegue a más personas utiliza varios métodos, uno de los más comunes es el de “embellecer” la publicación, ya sea poniendo un título llamativo, un video bien elaborado o hasta apelar a la falacia ad verecundiam. Con esto último me refiero a que los troles pueden llegar a publicar información falsa argumentando su veracidad con afirmaciones como: “es verdad porque lo dice esta persona y, como sabe del tema, no se puede equivocar” o incluso, si es que cuentan con algún estudio que lo avale, puede llegar a argumentar: “es verdad porque yo lo digo y yo he estudiado sobre esto”, lo cual podría ser un argumento válido si lo que afirmara se sostuviera en fuentes o si tuviera alguna prueba empírica que lo corrobore, sin embargo, con los troles, esto no sucede y su palabra es la única fuente que necesitan.
Pero no debemos dejar de advertir que muchos usuarios actúan también de troles, a veces sin darse cuenta, porque ya que el hecho de compartir información falsa nos pone un poco de ese lado. Existe una tendencia en las personas de compartir información sarcástica, violenta o entretenida creyendo que será de mayor interés entre las personas que miran sus publicaciones en sus redes sociales, o para demostrar que tienen información que el resto desconoce, sin siquiera asegurarse de que la información que están compartiendo sea real.
En política esto desencadena las llamadas Fake News, creadas por troles con el fin de repercutir en las decisiones u opiniones del pueblo hacia algún grupo político específico. Como dicen Ernesto Calvo y Natalia Aruguete en su libro “Fake news, trolls y otros encantos”: Si hiciéramos el ejercicio de observar nuestro muro y ver qué mensajes políticos reciben mayor exposición, quizá descubriríamos que todos nosotros somos trolls. Los mensajes políticos más retuiteados, con toda probabilidad, serán los más sarcásticos, punzantes y entretenidos.
El trol en tiempos de pandemia
En el contexto actual de pandemia, cuando están muriendo miles de personas alrededor del mundo debido al COVID-19, la información es un recurso valioso. Gracias a internet y a los medios de comunicación, la información sobre el tema se expandió por el mundo casi desde el momento mismo de su aparición en China, lo cual permitió que los diferentes países tomaran medidas ante una inminente crisis. Esto redujo el impacto que tuvo el virus, si este hubiera llegado 20 años antes, posiblemente hubiera sido una crisis que hubiese escapado de nuestras manos (cosa que está todavía por verse).
El coronavirus es el tema más tocado por todos los medios, por lo que la información que hay alrededor de esta es extremadamente amplia, pero ¿será toda esta información cierta?
Las noticias falsas siguen recorriendo por internet debido a que los troles siguen actuando y aprovechan en tocar el tema más importante de los últimos meses para llegar a más personas. Desde imágenes falsas de abuso policial, hasta «informes» que indican que el número de casos de personas contagiadas ha disminuido. Los troles no descansan ni en tiempos de pandemia.
En este caso tomaré como ejemplo un caso sacado del International Fact-Checking network, la cual es una base de datos que reúne la información falsa detectada en más de 70 países.
El caso habla de Juan Panay, un supuesto químico farmacéutico que publicó un video afirmando que se podría vencer al coronavirus en siete días si es que el presidente decretara una orden para que el pueblo peruano haga gárgaras con sal cuatro veces al día. Afirmaba que esto era posible debido a que la sal tiene la propiedad de cambiar el pH de las membranas bucales, lo que dificultaría que el virus se replicara. Esto fue desmentido por varios medios, en los cuales los especialistas afirmaban que la sal no tenía esta capacidad.
A pesar de contener información falsa, el video se hizo viral, posiblemente debido a que presentaba la imagen de un doctor con varios años de experiencia cuyos alegatos estaban embellecidos con palabras técnicas propias de un experto en la materia.
Varios días después, el mismo personaje volvió a subir un video en respuesta a las críticas recibidas por su anterior video. En vez de disculparse públicamente por su error, negó haber afirmado que la sal tenía esa propiedad (cosa que era mentira porque esa fue la premisa principal en la que se basaba su anterior video), y afirmó que nunca dijo que las gárgaras de sal fueran la cura del coronavirus sino que eran un mecanismo de prevención y que estaba exhortando a las autoridades a dar a conocer este método, no para disminuir los casos de coronavirus, sino para probar que su hipótesis era verdad. En ese mismo video resaltaba sus estudios y sus méritos académicos como evidencia de lo que decía, además de citar a eminencias médicas que, según él, respaldaban lo que decía. Poco a poco sus argumentos se disolvieron en la nube.
Con este último movimiento Juan Panay evidencia su rol como trol de internet, cuya única intención es autoafirmarse y demostrar que tiene razón, aunque esto no sea verdad, generando desinformación entre las personas que aún creen en lo que dicen. Este trol, al ver que ese video no alcanzó la cifra de visualizaciones que esperaba, optó por publicar su video decenas de veces en su muro de Facebook para conseguir llegar a más público. Entre los comentarios de estos videos se puede ver gente que aún le cree y trata de compartir la información a pesar de que incluso el algoritmo de Facebook le notifica que son noticias falsas.
En conclusión, los usuarios de los medios deben de estar mejor preparados para saber diferenciar entre información verdadera y falsa, debe existir una predisposición para tratar de corroborar la veracidad de lo que están consumiendo. El público no debería quedarse con la primera información que obtiene. Internet es una fuente muy grande de información a través de la cual las personas pueden saciar sus dudas tranquilamente y, si consideran que algo no tiene sentido, pueden corroborarlo tranquilamente consultando fuentes oficiales.
Por otro lado, los troles siempre van a existir, me atrevería a decir que es imposible eliminarlos a todos, pero lo que sí se puede hacer es reducir el impacto que tienen en la sociedad, evitando compartir publicaciones de las que no se esté completamente seguro de su veracidad, aprendiendo a usar herramientas de fact-checkingy no dejándonos llevar por todo lo que vemos u oímos en internet.
En toda organización el trabajo en equipo siempre ha exigido la implementación y uso de novedosos artefactos que pudieran servir a clientes o jefes en el cumplimiento de sus intereses económicos o políticos. Sin embargo, desde que se inició la COVID-19, se ha comenzado a propagar de manera exponencial, como el virus, el uso de tecnologías de cloud computing (CC) que ya existían desde la década exterior, pero cuya aplicación en el caso del Perú estaba, en general, o bien ralentizada, o bien vinculada a actividades bajo el modelo 24/7, como lo es la atención al cliente.
Aunque no hay cifras que ilustren mejor el panorama en la región, se estimaba que, en este año, el crecimiento de la nube digital iba a aumentar de manera acelerada en nuestro país, pero, con la imposición del teletrabajo (que ya contaba con reglamentación desde 2015), no tanto como seguramente está ocurriendo en estos días de cuarentena. Un hecho es el de China que, en enero pasado, en pleno brote del coronavirus, aumentó en 500 % solo en el uso de uno de los aplicativos de la CC, como la aplicación Teams de Microsoft para reuniones, llamadas y conferencias.
En el terreno de la sociedad de la información, hablamos al parecer de un paradigma bastante convincente para la gestión y prestación de servicios a través de la Internet, como lo podemos ver, pese a sus bemoles, en la siguiente muestra que nos presenta La Tercerade Chile.
Extracto de la nota publicada en La Tercera. 13.4.20, p. 2.
Sin embargo, al margen de otras tantas preocupaciones -como el suministro automático de recursos, la gestión de la energía o la seguridad-, falta extender aún más los beneficios de la CC para hacer factible su eficiencia. Uno de los principales desafíos es el desarrollo del factor humano que necesita de determinadas condiciones para el buen uso de infraestructuras tecnológicas corporativas.
Más aun, tratándose de la deslocalización del trabajo y el acceso al mercado global, las organizaciones requieren del fortalecimiento de la comunicación y el compromiso de los teletrabajadores, como presenta el contenido de la siguiente nota del diario argentino La Nación.
Extracto del suplemento Comercio Exterior de La Nación. 16.4.20, p. 4.
Al respecto, desde el campo de la comunicación organizacional, se ponen en estudio compresiones teóricas de la realidad, que pueden ayudar a que los procesos de convergencia en los trabajadores digitales logren un mayor entendimiento compartido en una tarea de toma de decisiones. Examinaremos algunas de ellas.
Teoría de la presencia social (STP)
La teoría sostiene que los usuarios de los medios de comunicación (STP) califican el grado de presencia social requerido para el cumplimiento de una tarea. Es decir, evalúa en qué medida un medio (como un aplicativo de chat) permite a un determinado actor obtener la sensación de que sus compañeros están presentes a través de interacciones personales, sensibles, activas, a fin de comprometerse con los objetivos de su empresa.
La STP, también relacionada con la teoría de la riqueza de la información de medios (MRT), distingue las propiedades intrínsecas (por ejemplo, de personalidad y calidez) entre una comunicación cara a cara y el uso del correo electrónico (sin componentes multimedia) y el correo en papel, atribuyendo solo a la primera, más riqueza en torno a la sensación que genera en la interacción comunicativa.
Si bien la “alta” presencia social no puede ser incrustada en un medio virtual, avatares como las fotos de las personas, o bien las videoconferencias, pueden transmitir una sensación de contacto humano personal, social y sensible que haga posible el desarrollo de tareas que requieren un ancho de banda alto como la toma de decisiones no estructurada en todo tipo de situaciones (Fulk y Connie Yuan, 2017).
El ancho de banda de un medio se basa en capacidades fijas y objetivas, entre ellas si el medio facilita el conocimiento de otros en la interacción (SPT), la velocidad de la retroalimentación, el carácter personal de la fuente, la riqueza del lenguaje transportado y los canales específicos de comunicación disponibles (MRT). (p. 11)
De acuerdo con Flores-Rodríguez (2014), la MRT se define básicamente por cuatro aspectos:
1) la riqueza de un medio está relacionada con la cantidad de sistemas de señales que soportan ese medio, 2) la inmediatez que provee el medio para la retroalimentación, 3) el potencial para un uso natural del lenguaje y 4) el grado en que el mensaje se pueda personalizar para el destinatario. (p. 42)
Cuando hablamos del proceso de construcción de la identidad del líder, Daft y Lengel (1983) sostienen que la información social (las reivindicaciones y las concesiones de liderazgo) influye cuando dicha información, además de sostenerse en la riqueza del medio, es clara y fácil de entender. Asumiendo esta perspectiva, las probabilidades aumentan cuando a eso se agregan la visibilidad y credibilidad de la información en contextos sociales más amplios (DeRue y Ashford, 2010).
Teoría de la sincronicidad de medios (MST)
Según Schouten, van den Hooff y Feldberg en su artículo Virtual Team Work: Group Decision Making in 3D Virtual Environments, la teoría de la sincronicidad de medios (MST) se desarrolló originalmente como reacción a teorías como la STP y la MRT, que se centran, como hemos visto, en la «coincidencia» entre las características de la tarea y las de los medios como determinante del rendimiento de la actividad en una organización.
Al contrario de lo que refiere la MRT cuando afirma que algunos medios (como los multimodales, los correos electrónicos personalizados, o las videoconferencias) son intrínsecamente más apropiados para determinadas tareas, la MST, en cambio, sostiene que las tareas se componen de diferentes procesos de comunicación, cada uno de los cuales requiere capacidades particulares de los medios.
Expondremos, de la mano de nuestros autores, sus puntos más importantes.
Transmisión y convergencia en la MST
Desde la perspectiva de la MST, toda actividad que requiera la colaboración de un equipo de trabajo (por ejemplo, la adopción de decisiones, el intercambio de conocimientos o la negociación) consta de dos procesos de comunicación fundamentales: la transmisión de nueva información y la convergencia (el examen de la información preprocesada).
Para esos autores, el MST también distingue las diferentes capacidades de los medios de comunicación que se requieren para apoyar la transmisión y la convergencia. “Las capacidades de los medios son las posibles estructuras que proporciona un medio y que influyen en la forma en que los individuos pueden transmitir y procesar la información” (Schouten, van den Hooff y Feldberg, 2016:182).
Así, en el caso de la transmisión, importan, en primer lugar, la velocidad con la que un medio pueda transmitir un mensaje; en segundo lugar, el número de transmisiones simultáneas que pueden tener lugar (un foro de debates online); como tercer orden, las formas simbólicas escritas o visuales que pueden ser transmitidas, por ejemplo, a través del multimedia y modelos 3D. En cuarto lugar, la capacidad de ensayo, que es la medida en que un medio permite comprobar y editar un mensaje antes de enviarlo. Finalmente, en quinto orden, la posibilidad de que el mensaje pueda ser reprocesado, que es la capacidad en que un mensaje puede ser revisado y reexaminado después de que se haya recibido.
En una tarea de toma de decisiones, los miembros de un equipo deben transmitir la información con que disponen a sus demás compañeros, los cuales tienen que procesarla para crear un marco de referencia común. En este proceso,
se requieren capacidades de medios que permitan la transmisión eficaz de grandes cantidades de información nueva y que permitan el procesamiento individual de esa información a fin de lograr la comprensión individual de una tarea. Los medios que permiten una mayor reprocesabilidad y capacidad de ensayo, y que tienen un alto grado de paralelismo, son más apropiados para los procesos de transmisión. (Schouten, van den Hooff y Feldberg, 2016:182)
Una vez que se haya concluido con el proceso de transmisión existe lo que se conoce como convergencia, que consiste en compartir los resultados del entendimiento individual de cada uno de los miembros del equipo para así llegar a una comprensión compartida en la toma de decisiones.
Cuando un medio ofrece capacidades que apoyan la convergencia (alto grado de velocidad de transmisión y uso de símbolos más adecuados para la tarea), se dice que ese medio permite la sincronicidad, la cual está profundamente relacionada con la comprensión compartida, la colaboración y el rendimiento en la toma de decisiones en grupo.
Conclusión
En cuanto a las teorías de la presencia social, mientras más sofisticadas sean las tecnologías, el ser humano debe sentirse en la nube digital como si estuviera en un lugar casi real. Esta sensación será mejor para su trabajo y, por ende, las decisiones serán más eficaces.
Respecto a la MST, si hacemos caso de sus procesos y propiedades, convendría evaluar las capacidades con que cuentan los aplicativos de la cloud computing para apoyar los procesos de convergencia como sistemas de apoyo a la toma de decisiones en grupo.