La música nos toca a todos y todas. Por eso tiene la capacidad de influir en nuestros hábitos de comportamientos. En un contexto comercial suele influir en el comportamiento de los consumidores. Así, en los grandes almacenes de los centros comerciales es impensable encontrar alguna tienda sumida en el más profundo silencio. El hilo musical como recurso es empleado como un elemento capaz de modificar las pautas de consumo de los clientes en las respectivas tiendas.
Según estudios, la música más lenta y calmada lleva a los consumidores a pasar más tiempo paseando a través de los pasillos y observando los productos, en cambio la música rápida y alta hace que sean más eficientes y rápidos en sus compras. Pero qué sucede lejos de los grandes almacenes comerciales de la capital, allí en los mercados populares ubicados principalmente en las periferias de Lima.
En los mercados populares la actividad comercial no se compone solo de compradores y vendedores pasivos, sino todo lo contrario ambas partes están en una actividad constante. Aquí las jornadas de trabajo suelen iniciar a muy tempranas horas del día y terminar a crepusculares horas de la tarde, por lo que la música cobra un protagonismo central en cuanto a la dinámica de estos espacios.
Desde primeras horas del día el trabajo en el puesto de verduras de don Máximo Cervantes, ubicado en el Mercado Central «El Olivar” en el distrito de San Martín de Porres, es acompañado por un pequeño equipo de sonido de donde emana un género que mezclan recursos del ande (la pentafonía), del rock y percusiones caribeñas: La chicha. Su nombre hace un símil a la cerveza de maíz, la cual es fermentada durante varios días para su posterior consumo. Efectivamente, musicalmente, conforma una fusión musical que “fermenta” cuanto más pasa el tiempo.
Este género encontró su punto de partida en la emergencia de sectores andinos limeños conformados por hijos de inmigrantes, quienes expuestos a la influencia del nuevo mercado musical estadounidense empezaron a producir un género en el que confluían elementos tradicionales y otros foráneos llegados al Perú a través de los medios de comunicación masiva.
Al principio, se desarrolló entre los migrantes andinos urbanos en Lima, a cargo de grupos como Los Shapis, originarios de la ciudad de Chupaca, departamento de Junín, quienes expresaban con canciones como “El Serranito”, expresaban desde el escenario a viva voz «Soy provinciano», en una época en que la discriminación azotaba sin piedad a esa oleada de inmigrantes que huía del terror del conflicto armado interno, la postración y que llegaban en busca de un mejor futuro para sus familias.
La popularidad de este género fue creciendo entre la clase obrera, y a inicios de la década de los noventa había sido adoptada por las estaciones de radio en casi todo el país. La chicha invadió la ciudad de Lima y se convirtió en el primer género en la historia de la música popular limeña que hizo de su hibridación cultural un estandarte de lucha, presente aún hasta nuestros días, reflejo de ello están los puestos de miles de mercados de la capital.