Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), el poder es “Tener expedita la facultad o potencia de hacer algo.”; es decir, tener la capacidad de realizar una acción sin la más mínima barrera. Pero esta definición es demasiado simple, debe haber algo más allá que este significado, una definición donde el poder tenga que relacionarse más a la realidad en la que estamos viviendo.
Por ejemplo, Michel Foucault define al poder como “una relación de fuerzas, o más bien toda relación de fuerzas es una relación de poder […] Toda fuerza ya es relación, es decir, poder: la fuerza no tiene otro objeto ni sujeto que la fuerza”. Por otro lado tenemos a Bourdieu, que nos dice que el poder es ineludible a las fuerzas y este aparece como relación, enfrentamiento. Nos dice Bourdieu “Todo poder de violencia simbólica, o sea, todo poder que logra imponer significados e imponerlas como legítimas disimulando las relaciones de fuerza en que se funda su propia fuerza, añade su fuerza propia, es decir, propiamente simbólica, a esas relaciones de fuerza”
En cuestiones políticas, que es en donde más se habla respecto al poder, este es real, puesto que existe en todos los gobiernos habidos y por haber. También decimos que es inmediato, ya que, en la realidad, un gobernante debe realizar una acción que vayan de acuerdo con los intereses que más le convengan. Pero no todos los poderes son iguales, así como existen distintos tipos de gobiernos, en estas también se encuentra los diferentes tipos de poderes.
Para el autor de Microfísica del poder, existen dos tipos de poderes las cuales nuestro sistema está regido. El primero es el represivo, el cual es el poder más débil, el que utilizamos todos los individuos, y está en contra de la voluntad de los súbditos.
Por otro lado está en poder normalizador o disciplinario, el cual tienen su origen “El poder que tenía como modalidad, como esquema organizativo, la soberanía, se hubiera visto incapaz de regir el cuerpo económico y político de una sociedad entrada en una fase de explosión demográfica y de industrialización, de modo que a la vieja mecánica del poder escapaban muchas cosas, por arriba y por abajo, a nivel de los individuos y a nivel de la masa. Para recuperar lo particular tuvo lugar una primera adaptación de los mecanismos de poder, dirigida a la vigilancia y el adiestramiento. Nace así la disciplina. Por eso, entre los siglos XVII y XVIII, fue el primero realizado, aunque sólo a nivel local, en forma empírica, fraccionada y en el marco limitado de la escuela, el hospital, el cuartel, la fábrica.”.
Este tipo de poder es el que siempre ha estado a lo largo de la historia, lo podemos observar en las costumbres de cada sociedad. En la actualidad, esta tendencia de tender a normalizar la mayoría de acciones o sucesos está cada vez en aumento, gracias a la globalización de las comunicaciones.
Tenemos a otros pensadores que estuvieron en boca de muchos, gracias a la posición que adopta al hablar sobre el poder. Tal es el caso de Maquiavelo que nos da a entender que el mejor gobernante (poder absoluto) no tiene una moral rígida; sino más bien, sensible, puesto que este “príncipe” debe adaptarse a la las circunstancias que está afrontando y calcular bien las consecuencias, sin atenerse a patrones fijos de la realidad, como lo hacían los gobiernos clásicos, gracias a la influencia del cristianismo. Se ha tenido una idea tergiversada del pensamiento del autor de El príncipe, ya que en uno de sus capítulos nos menciona que se debería usar el temor, si la situación lo amerita.(pp. 67-71)
El poder y la opinión pública
La opinión pública es la tendencia o preferencia, real o estimulada, de una sociedad o de un individuo hacia hechos sociales que le reporten interés. La opinión pública ha sido el concepto dominante en lo que ahora parece referirse a la comunicación política. Al hablar de un concepto dominante estamos afirmando que el poder está presente en la opinión pública.
¿Qué razón hay para que tengamos que abordar el tema de la opinión pública? Opinión pública es un viejo concepto pasado ya de moda. Jürgen Habermas, filósofo de la escuela de Frankfurt, comentaba: «… No se trata simplemente de una forma coloquial… que se aferra a ese término; las disciplinas académicas, y en especial el derecho, las ciencias políticas y la sociología, son incapaces de sustituir conceptos tradicionales como… ‘opinión pública’ por términos más precisos»
Jean Jacques Rousseau fue el primer autor que conscientemente y con talante crítico analizó el concepto de opinión pública. «Estoy hablando… sobre todo, de la opinión pública, un factor que desconocen nuestros teóricos de la política, pero del que depende el éxito de todo lo demás» . «Un factor que desconocen nuestros teóricos de la política». Lo que nos llama la atención sobre la alusión a la opinión pública en este contexto, es que incluso las personas que se encuentran en mejor situación para juzgar son incapaces de asimilar totalmente este fenómeno ni la forma en que actúa. ¿Y eso, por que? Como se pone de manifiesto en la afirmación de Rousseau, no es, ciertamente, por falta de importancia. Para los que consideran a Rousseau con escepticismo, no fue el único en opinar así.
Maquiavelo y Shakespeare, John Locke y David Hume se manifestaron también firmemente convencidos de la importancia de la opinión pública. Muchos decenios antes que Rousseau, el filósofo inglés David Hume condensaba su pensamiento en estos términos: «El gobierno se basa únicamente en la opinión» . Del análisis del texto se desprende que aquí, el término «opinión» equivale a «opinión pública».
El escaso nivel de conocimiento sobre opinión pública se relaciona, según parece, con nuestra fascinación por el hombre como ser cultural, creador de una cultura religiosa, artística y académica; el hombre como fundador de naciones, descubridor, emprendedor; el hombre como individuo único. El concepto de opinión pública que sirve de base a la teoría de la espiral del silencio se contiene en el título del último capítulo de The Spiral of Silence (1993): «The Manifest and Latent Function of Public Opinion: A Summary». En este artículo afirmamos que las cincuenta definiciones citadas por Childs tienen su origen en sólo dos conceptos diferentes de opinión pública.
Hay, además, unas cuantas definiciones de índole técnico-instrumental, toda vez que se equipara la opinión pública con los resultados de los sondeos de opinión, definidos como «la suma de las actitudes individuales halladas por los encuestadores” . Prácticamente todas las definiciones reunidas por Childs están relacionadas con los dos conceptos siguientes: 1. La opinión pública como racionalidad. Es instrumental en la formación de opinión y en la toma de decisiones en una democracia. 2. La opinión pública como control social.
Tiene como fin la promoción de la integración social y la garantía de un nivel suficiente de consenso que sirva de base para la adopción de acciones y decisiones. Observé que esos dos conceptos podían diferenciarse de acuerdo con sus funciones, manifiestas o latentes, según la teoría del sociólogo americano Robert Merton, que describe ambas categorías en el primer capítulo de su obra Social Theory and Social Structure, constantemente ampliada y reeditada .
Para Merton, el término «funciones manifiestas» define los factores de influencia y las consecuencias objetivas que contribuyen al ajuste del sistema, propuestos y reconocidos por los participantes. Las «funciones latentes» son, por lo tanto, las que no son ni propuestas ni reconocidas.