Arte contestatario: Violeta Parra
Cómo una artista juntó a las comunidades con las arengas modernas
A mediados del siglo XX, la escena musical extranjera invadió Latinoamérica: todos querían escuchar a The Beatles, todos querían bailar como Presley; sin embargo, esta “migración” musical vino de la mano con la migración interna en países como Chile y Perú. Entre estas personas, una mujer de humilde linaje y mano artística llegó a Santiago, la capital, en donde se topó con la frialdad y frivolidad de la sociedad moderna chilena.
Ella formó con su hermana el dúo “Las Hermanas Parra”, con el que realizó un breve viaje como folclorista entre los medios. No obstante, el acto más patriota y contracultural que realizó fue renunciar a ser una simple “reproductora musical”, en el cual mantenía los estigmas negativos de los campesinos. Parra comenzó a recolectar costumbres y cánticos populares, así como a leer y conocer a los poetas más conscientes. Este acto rebelde, de contraponer al arte popular, tan “frágil y melancólico”, frente a la sociedad y música modernas, caracterizadas por ser enérgicas pero frívolas, desencadenó un movimiento importante a nivel latinoamericano: La Nueva Canción Chilena.
Este movimiento social y artístico se caracterizó por recopilar las voces del Chile olvidado, pero también de incorporar nuevos temas que hablen de la situación en las ciudades. Formaron un bastión cultural, con el que buscaron resistir al paso de los años y modas importadas. Según Víctor Jara, quizá el mártir chileno más reconocido a nivel mundial, Violeta Parra marcó un antes y un después, “ella hablaba de la verdad y lo auténtico de Chile”. Según sus palabras, “Violeta marcó el camino y nosotros seguimos”.