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Drácula, de Bram Stoker (El film)

Reseña de una película que, contraria a esa norma universal, superó al libro.

Composición propia

El conde Drácula aparece por primera vez en el la novela publicada por Bram Stoker en 1897, que lleva, también, el mismo nombre del personaje.

Desde entonces no han dejado de publicarse sucesivas ediciones en inumerables idiomas y pronto llegó al cine. La primera película en adaptar la historia del conde fue Nosferatu: Una sinfonía del horror, del director Friedrich Wilhelm Murnau, en 1922.

Después apareció en 1931 la película Drácula, donde el conde fue interpretado por Bela Lugosi, de quien se han conservado los rasgos, al menos de vestuario, en otras adaptaciones, un tanto más modernas, como Hotel Transilvania (2012), que es para niños y donde aparece el personaje.

Luego de esta película y de otra protagonizadas por Cristhoper Lee en 1958, vino la que es objeto de esta reseña: Drácula, de Bram Stoker, del director Francis Ford Coppola, el año 1992.

Este film representa, para este humilde servidor, no solo la mejor adaptación, dentro de las que se han enumerado aquí, de la historia del Conde Drácula, sino también un hito más alto incluso que la novela de Bram Stoker. 

Las razones son las siguientes: primero, el cine logra romper con la monotonía del relato epistolar (aunque la película, ciertamente, no lo desecha) de la novela. Se agrega un componente: la razón por la cual Drácula se convierte en vampiro, la cual es una pérdida amorosa. En la novela no se deja clara esta cuestión.

Drácula aparece, ciertamente, en el film, como un personaje capaz de infinidad de cosas -ambas, la novela y la película, muestran un ser sobrenatural con distintos poderes- solo que, a diferencia de Stoker, Coppola no desdeña el hacer a Drácula más inteligente.

En la novela el personaje empieza dando temor y termina inspirando rabia al ver tantos errores infantiles. En la película el Conde muere más dificilmente. (Con esto se dice todo).

Otra cuestión de peso es que existe en el film el erotismo que quizás le falta a la novela, además de contar con actuaciones perfectas. (Sobre todo Rendfield, el loco que en la novela también es un personaje excepcional). 

En fin, la película es muy buena, y la novela también sobresaliente. Vale meterse a las dos, solo que aquí ya no importa el orden en que se haga.

Por último, vale recomendar la más reciente adaptación: Drácula, que está en Netflix y se estrenó este año, la cual tiene un final, digamos, único.

Puedes ver el trailer del film aquí.

(*) Imagen destacada: Francis Ford Coppola.

Fuente: Spin Of