La población con discapacidad visual en el Perú se enfrenta a dificultades adversas, que parten de las insuficientes políticas públicas. Este conflicto genera trabas en su acceso una educación superior de calidad en igualdad de condiciones.
El trato paternalista o asistencialista hacia las personas discapacitadas se ha insertado perjudicialmente, pues los concibe como un problema en la sociedad que debe ser solucionado de una manera “especial”. Sin embargo, el conflicto real parte de la relación entre el discapacitado y su entorno, es decir, qué tan acondicionado se encuentre este para permitir que, por ejemplo, invidentes, puedan desarrollarse como cualquier persona sin ninguna dificultad.
Uno de los principales desafíos para la población de discapacitados es el acceso a la educación. Existen, instituciones educativas, aptas para brindar este servicio en la etapa escolar, en su mayoría privadas. En la educación superior, la inserción de personas discapacitadas suena a privilegio de pocos. El mayor porcentaje de discapacitados en nuestro país lo ocupa la población invidente, ciudadanos que, a oscuras, luchan por lanzar el birrete que les garantice mejores oportunidades para salir adelante. Maxi y Donato son dos discapacitados visuales que cuentan su experiencia en la vida universitaria.
Maxi Huamán Mostacero (18) es una estudiante con discapacidad visual congénita que cursa el cuarto ciclo de Educación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Estudió su primaria en el colegio especial para discapacitados visuales, Luis Braille, donde aprendió la lectura y escritura en braille. Culminada su etapa escolar, inició su preparación en dos academias preuniversitaria para rendir el examen de admisión. Su madre solicitó imprimir el examen en braille o permitirle darlo por computadora mediante un programa de voz que le lea las preguntas, como últimamente venía estudiando su hija, para una mejor comodidad. El trámite duró cuatro semanas para que finalmente no atendieran su pedido. El día del examen, Maxi cuenta que lo tomó en la clínica universitaria junto a un encargado que le leía las preguntas.
En su experiencia universitaria, las mayores dificultades fueron el desplazamiento en el campus universitario, por los suelos desnivelados. Otro reto fue tener que digitalizar todos los libros, mediante el escaneo, para poderlos leer mediante el lector de su computadora, o en su defecto, imprimirlos en braille en la Biblioteca Nacional que los hace gratuitamente, aunque generalmente se tiene que solicitar con anticipación. “La educación virtual, ha sido mucho más sencilla para mí porque todo lo que hacía con mis textos (digitalizarlos) ahora lo hacen los docentes. Además, ya no tengo que salir de casa. Antes me tomaba dos horas de ida y vuelta llegar a la universidad”, menciona. Sus amigos y profesores, después de su madre, son su principal apoyo en la universidad. “Las instituciones públicas tienen una mayor responsabilidad para facilitar el acceso de personas como nosotros. Las privadas, no tienen la obligación, pero se pueden implementar políticas que lo promuevan”, culmina.
Donato Coronado Alejandro (24) perdió la visión a los 13 años debido a una enfermedad. Cursa el último ciclo en la carrera de Psicología en la Universidad Privada del Norte. Donato, también llevó su etapa escolar en la institución Luis Braille. Llevo rehabilitación durante seis meses para adquirir autonomía en su andar por las calles. Ha estudiado inglés mediante el sistema braille y algunos cursos de informática y computación. “Postulé a San Marcos, pero no ingresé. En esa universidad la modalidad para discapacitados solo se apertura una vez al año y con muy pocas vacantes. Para no perder más tiempo, decidí matricularme en una universidad privada”, confiesa.
Donato menciona que una de las grandes dificultades es el acceso a material académico. “La biblioteca de mi universidad no cuenta con un personal que nos ayude a elegir los libros. Dejé mi sugerencia en el buzó de reclamos, pero han pasado cinco años y sigue igual. Debería haber personal que nos lea los libros”. La Biblioteca Nacional posee más facilidades como libros en braille y sala para invidentes, pero por la distancia es difícil visitarla constantemente. “Las universidades deberían implementar este servicio para discapacitados en sus bibliotecas. O abrirse más bibliotecas públicas en los distritos locales”, sugiere. A puertas de graduarse, Donato no ha podido conseguir prácticas como sus demás compañeros por su discapacidad que lo coloca en gran desventaja. Por lo pronto, presta atención psicológica gratuita por internet. Mediante esta modalidad a podido atender a varios pacientes, sin embargo, no hay una empresa que ratifique tal servicio.
Las instituciones educativas, públicas y privadas, de corte superior tienen como centros de conocimiento tienen el compromiso de construir una sociedad inclusiva que acoja las diversidades humanas, entre las que se encuentra, la población invidente. Las condiciones óptimas empoderarán a este sector tantas veces invisibilizado, permitiéndoles ganar una mayor independencia y solvencia económica en un entorno social accesible para todos.