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Huellas que marcan una sonrisa

Foto: Aniquem

Los niños inocentes y libres ven el mundo como realmente es, caminan sobre el filo sin medir el peligro. Cuánto deseamos que el sufrimiento no los alcance, que se puedan convertir en una especie de ángeles terrenales inmunes al dolor, al sufrimiento o la muerte, pero la realidad es otra y nos golpea.

Cada año, 15 000 niños sufren quemaduras en nuestro país. En la mayoría de los casos, originados por líquidos calientes debido al descuido de sus padres. En el peor de los casos, las quemaduras de tercer grado comprometen gran parte de los tejidos, lo que hace necesario el injerto de piel para la reconstrucción de la parte afectada. Asimismo, es necesario un largo tratamiento de rehabilitación que implica que el niño use prendas compresivas y férulas (máscara de silicona), que es parte de la presoterapia, sumado a la hidroterapia, masajes y cremas. La función principal de estas prendas es evitar que la piel queloide no crezca. El uso de las prendas compresivas debe ser de forma permanente y el proceso de cicatrización dura entre un año y medio a dos años.

Estos tratamientos son muy costosos y la mayoría de los casos de niños que han sufrido quemaduras, provienen de familias de escasos recursos económicos que habitan en viviendas precarias, donde hay hacinamiento, velas encendidas y desorden. Muchos padres desconocen las medidas de prevención dejando al alcance de los niños cosas calientes que van a propiciar estos accidentes. Sin embargo, el 70 % de casos podrían prevenirse si los padres adoptaran medidas responsables de prevención.

Existen organizaciones benéficas como La Asociación de Ayuda al Niño Quemado (Aniquem), que desde su fundación en el año 1999 ha ayudado a rehabilitar a más de 4600 sobrevivientes de quemaduras entre niños, niñas, adolescentes y adultos de bajos recursos económicos. Aniquem cuenta con el apoyo de jóvenes voluntarios, quienes son previamente capacitados para brindar charlas de prevención, elaboración y distribución del boletín informativo de la asociación. Asimismo, mientras los niños esperan ser atendidos en Aniquem, los voluntarios los conducen a un área de actividades recreativas donde los ayudan a pintar, les narran cuentos, animan fiestas o les tocan algún instrumento para que no dejen de sonreír. Katty Muñante es una voluntaria y resalta la importancia de esta labor: «Es muy importante la labor que cumplimos como voluntarios porque nosotros somos el medio que los niños tienen con lo social, los ayudamos a que se desenvuelvan y le damos esa confianza que muchas veces ellos creen que han perdido por su aspecto físico. Verlos sonreír es un regalo».

La coordinadora del programa Amigos y voluntarios AniquemJuana Burga, comenta que uno de los pilares fundamentales de la organización es la prevención, por eso brindan charlas y talleres que van dirigidos a niños, jóvenes y adultos con el fin de minimizar el impacto de los accidentes. El presupuesto de asistencia económica por parte del Estado es mínimo, pues, solo les destinan 200 000 soles anuales, los cuales resultan insuficientes. Por ello, Aniquem viene realizando proyectos para generar ingresos, como campañas de donación y apoyo del trabajo voluntario, gente que se suma a aportar su granito de arena.

Las cicatrices psicológicas

El tratamiento psicológico es fundamental para tolerar las miradas y el acoso que sufrirán. Es un proceso doloroso que afecta sus emociones y los traumas que pueden marcar la vida de un niño, afectando su autoestima severamente. El psicólogo y psicoterapeuta Paul Zevallos afirma que los niños ven seriamente afectada su autoestima que se expresa con el miedo social al rechazo. También reflexiona sobre el daño que han causado los estereotipos de belleza: “Los cuentos no te ponen príncipes feos, ni princesas feas, te los ponen de color blanco, rosado; el niño que se quema es marrón, es negro, entonces los estereotipos nos hacen mucho daño”.

El psicólogo Zevallos afirma que no solo sufre el niño, «a los padres los acompaña un sentimiento de culpa por no haber estado ahí para impedirlo». Además, los padres evitan asistir a reuniones familiares por miedo a que los vean o señalen. Por ello, resalta que la terapia psicológica también atañe a la familia.

Existen adolescentes con graves secuelas de quemaduras que gracias a las terapias psicológicas y el apoyo de sus padres, pudieron fortalecer su autoestima aprendiendo a aceptarse, a valerse por su talento, dándose cuenta de que la vida continúa. Para que este grado de aceptación se realice, los psicólogos aconsejan trabajar su autoestima. Como recomendación final, el psicólogo Paul Zevallos agrega: “Lo que recomiendo es estar atento, concentrado, estar vivo en función a tus cinco sentidos: miras bien, escuchas bien, palpas bien. Cuando yo estoy atento y concentrado evito accidentes, porque me vuelvo responsable”.

Lo que los especialistas pretenden es dar estrategias para afrontar el factor psicológico que los afectará en cuanto dejen de sufrir físicamente y resaltar la importancia de que este tipo de accidentes domésticos, con agua hirviendo, son totalmente prevenibles si ponemos atención a los niños que no saben medir el peligro al que, a veces, se exponen.

Contacto: angela.montero@unmsm.edu.pe

Blogger: Angela Montero