Jimena Pino Tovar
Pintura al óleo de Edward Hopper.
ArteCultura

La carga simbólica de Edward Hopper

Entre la tensión de lo exterior y lo interior, la profunda soledad y la banalidad de un mundo inmerso en una crisis social desde hace ya bastante tiempo, Edward Hopper destaca por tomar todos y cada uno de estos elementos para alimentar su obra artística. Escenarios tan comunes y contemporáneos en la fugaz vida americana, han adquirido matices artísticos que fueron visibilizados a través de la perspectiva de Hopper como vívido testigo de la alienación constante. Sin embargo, Hopper, a pesar de ser uno de los principales representantes del arte realista americano por el profundo y psicológico significado de sus obras, atribuye a sus pinturas una suerte de ‘casualidad’ frente a la temática existencial que surge en cada una de ellas.

Edward Hopper, Office in a small city, 1953.

“Nunca fui capaz de pintar lo que me propuse a pintar”, aseguró Hopper frente a interrogantes realizadas a partir de la carga psicológica y filosófica que envuelven sus óleos. Pese a que puede resultar evidente al visualizar sus pinturas, Hopper, frente a las críticas realizadas a sus obras respecto al sentimiento de soledad que las caracterizaba, afirmó que la temática de la soledad en sus pinturas era exagerada y que, muchas veces, el artista realiza algo sin las intenciones reales de que adquiera un significado. Es así como Hopper, basándose en Renoir, enfatiza que el elemento más importante de una obra no puede ser definido ni explicado.

No obstante, la carga ausente de un significado en particular no significó un abandono a su usual forma de representar al mundo. Hopper constantemente utilizó ventanas como un contraste frente a su personaje retratado entre cuatro paredes y la concepción del mundo fuera de ese espacio limitado. Más que un significado profundo que se expandiera hacia otros campos además del artístico, se intenta otorgar sinestesia y sensibilidad a partir de elementos como las cortinas para retratar la brisa del ambiente y la luz natural o artificial para animar la composición.

Edward Hopper, Eleven AM, 1926.

La introspección que otorgó Hopper a través de obras intimistas que retrataban a personas solitarias en interiores urbanos, permitió que quienes espectaran sus pinturas pudieran formular sus propias impresiones a través de su percepción individual. Usualmente, cuando se le preguntaba a Hopper sobre la carga significativa de su obra, él no indicaba de qué trataba, por el contrario, prefería exteriorizar sobre qué significados no atribuirle. Él siempre aclaró la ausencia de concepciones ideológicas sobre sus pinturas, ya que, según su perspectiva sobre sus propios trabajos, estos eran totalmente improvisados y construidos a partir de vagos recuerdos suyos acerca de lo que puede interesarle en ciudades como Nueva York. Es por ello por lo que el significado general que se atribuyen a sus grabados constituye más un significado que alude a la individualidad de un espectador que ha desglosado cada elemento artístico puesto por Hopper sin algún tipo de racionalidad.

Si bien Hopper arrebata un sentido significativo y profundo en sus obras, este hecho no hace que también carezcan de sentimentalismo. Sus pinturas están plagadas de su subjetivismo y de su forma individual de apreciar la realidad neoyorquina. Esto que hace que se plasme a sí mismo en los oscuros paisajes que retrata, los cuales están llenos de abstracciones sugerentes que otorgan al propio espectador la libertad de interpretación debido a la reserva del artista. A pesar del silencio y las inmutables desviaciones que Hopper le dio a sus óleos y grabados, este hecho no impidió que en la actualidad se le tome como referente de crítica hacia la soledad por la que atraviesa la sociedad en el mundo moderno.

Edward Hopper, Automat, 1927.