Las restricciones por la pandemia del Covid 19 han comenzado a menguar en todo el mundo. Los procesos de vacunación, que en algunos países ya están muy avanzados, devuelven de alguna forma unos aires de normalidad que todos creíamos perdidos. En nuestro país también las estrictas normas de convivencia han reducido su dureza hasta, en algunos casos, dejar a las mascarillas como único rastro de protección frente al virus. Sin embargo, en el rubro del espectáculo aun las cosas se muestran complicadas para los mercados artísticos.
Aunque algunos eventos se estén dando con normalidad, los aforos y modos de recaudación monetaria se han transformado drásticamente. Los eventos de cumbia, por ejemplo, antes acostumbrados a ser masivos y generar amplios ingresos por la venta de bebidas alcohólicas, ahora tienen que conformarse con un publico reducido y no poder distribuir bebidas alcohólicas en las cantidades que tantas ganancias antes les generaban.
Es el caso del emblemático local del huaralino, que recientemente reaperturó sus puertas de nuevo. Antes local de multitudinarios eventos de cumbia y huayno, por el complicado contexto de la pandemia, ahora es un espacio que combina venta de comida y música en vivo. El acoplamiento al nuevo escenario ha llevado a los dueños del Huaralino a distribuir su espacio por mesas familiares, dividas unas de otras por dos metros de distancia. Además, la gente debe portar siempre la doble mascarilla y el protector facial, pudiendo quitárselo solo cuando se disponen a comer. Los asistentes pueden disfrutar de la música, pero desde su propia mesa.
La situación no es muy distinta para otras industrias como el rock. Bandas icónicas de la escena local como Libido, Rio, Mar de Copas, han realizado o vienen anunciando sus respectivos conciertos. Los aforos, sin embargo, promedian los 50 asistentes como máximo. La ebullición de los festivales, que hace poso tiempo hiso soñar a la escena con un mayor apoyo para la música nacional, ha sido bruscamente vencido por el peso de las circunstancias. El avance de la vacunación en el mundo debería permitir la resurrección de la industria del espectáculo, ya que nadie vive de comer música.