En el mundo interconectado en el que vivimos actualmente es imposible ignorar la diversidad que nos rodea, presente en todos los rincones del mundo y todos los aspectos de la sociedad. Muchos grupos minoritarios, como las minorías de etnia, sexualidad o religión, están siendo más reconocidos y escuchados, dando a conocer su realidad al resto de la sociedad.
Es en este contexto que aparece el concepto de representación, una idea bastante amplia que hace referencia a la participación que tienen ciertos grupos en diferentes aspectos de la sociedad. Por ejemplo, la representación política se refiere a la presencia de una o más personas en la toma de decisiones políticas que representen las necesidades e intereses de una parte concreta de la población (Casas, 2009). Para garantizar una representación adecuada, suele ser prioridad que el representante forme parte de este grupo social, aumentando así el entendimiento que este tiene respecto al sector que está representando.
La representación suele aparecer en contextos sociales, como la política, mencionada anteriormente. También es una prioridad en la economía, la cultura, la educación, el trabajo, y otros aspectos relacionados con el pueblo. Esto tiene una razón lógica: estos aspectos sociales afectan a todas las personas de una comunidad en específico, por lo que es importante garantizar que sus intereses y necesidades sean priorizadas en la toma de decisiones.
No es raro ver, sin embargo, que la representación suceda de forma justa o no equitativa. Muchas personas que pertenecen a minorías o a grupos oprimidos se ven poco representados en la sociedad, como lo pueden ser las mujeres, las personas de color o la comunidad LGBT. Aunque muchas veces se reduce la falta de representación a un problema de cantidades y a la búsqueda de una repartición exacta de participación, la verdad es que es una situación sistemática: si hay tantos más varones que mujeres en la política es porque el sistema sexista de la sociedad impide a muchas mujeres a acceder a estudios políticos. Por lo que se puede decir que el nivel de participación puede dar a conocer ciertos sesgos en el sistema.
Hay, sin embargo, una forma de representación que, aunque ampliamente estudiada, merece mayor atención pública de la que recibe, a opinión mía. Se trata de la representación en la ficción, principalmente en personajes televisivos o cinematográficos. Y es que los medios de comunicación, sobre todo el cine y la televisión, tienen el gran potencial de no sólo ser capaces de reflejar la realidad, sino también de alterar la forma en que el público la interpreta. Las obras de ficción le permiten al espectador adentrarse en una realidad distinta a la propia, identificándose con personas de contextos distintos y experimentando emociones únicas con ellas.
De la misma manera que en otros sectores de la sociedad, analizar la presencia de diversidad en la televisión y el cine permite hacerse una idea del sistema. La alta presencia de personajes blancos como protagonistas, por ejemplo, refleja la supremacía que la raza blanca presenta de forma sistemática. El heteronormativismo se ve reflejado en el romance heterosexual alrededor del cual giran muchos desenlaces, y el sexismo en la alta proporción de personajes clave siendo varones y los muchos esterotipos de personajes femeninos, como lo son el “interés romántico” o la “princesa en peligro”.
La raza es usualmente uno de los ámbitos más estudiados respecto a la representación. Marcos (2014) escribió un artículo para la revista Ensayos en el que compiló varios estudios sobre la representación racial en Estados Unidos, analizando sus diversas conclusiones. Este artículo sirvió de principal inspiración para la presente redacción, por lo que procederé a compartir algunos puntos del mismo que me parece importante resaltar.
Según el análisis realizado, las minorías étnicas tienen poca presencia en los contenidos de ficción, y cuando son representados, muchas veces es en la forma de estereotipos o visiones distorsionadas. Respecto a proporciones, los personajes blancos representaban el 80.4% de personajes analizados, un porcentaje mayor al que esta etnia posee en Estados Unidos (alrededor de un 69.1%), mientras que los personajes de origen latino representaban un 3.9%, menos que la cantidad de latinos en el país (12.5%).
Se puede visualizar también que, aunque muchos de los elementos de ficción no promueven el racismo directamente, presentan en el subtexto una suerte de jerarquía social o de distanciamiento entre grupos sociales. Un ejemplo mencionado es como los personajes negros, en comedias, suelen no tener contacto amistoso con sus amigos blancos. Esto refuerza en el subconsciente del espectador la segregación que vemos en la realidad.
A diferencia de los medios periodísticos o académicos, la ficción tiene la ventaja de que no siempre refleja todos los aspectos de la realidad. Por eso, considero que tiene el gran potencial de contar historias que contengan diversidad en sus personajes, potenciando el ideal de diversidad al que deberíamos apuntar en el mundo en el que vivimos. Soy consciente que en ciertas circunstancias, como cuando se está contando una historia respecto a la discriminación de raza o el sexismo, es necesario que se vea una segregación en los personajes, pero creo que en otras circunstancias, como las historias de ciencia ficción, de superhéroes, o de fantasía, la diversidad puede ser una herramienta maravillosa para acercarnos más a la inclusión.