De muchas formas, aún en la actualidad, la menstruación sigue siendo tratada como un tema tabú. A pesar de ello, su situación no se compara en lo más mínimo con los estigmas que la envolvían en la antigüedad.
No se tiene mucha documentación sobre la regla durante la Edad Antigua, pues la mayoría de los escribas de estas civilizaciones eran hombres que no estaban familiarizados ni interesados sobre el tema. Pero se sabe que los primeros egipcios usaron “tampones” hechos de fibra de papiro ablandado y que, de forma similar, pero milenios más tarde, en Grecia se usó trozos de madera envuelto en lino.
Además, muchas de las civilizaciones antiguas le otorgaban propiedades mágicas y curativas a la menstruación, por ejemplo, se sabe gracias al Papiro Ebers que, en Egipto, se usaba esta sangre como ingredientes para ciertas medicinas.
Pero el misticismo que se le otorgaba también podía ser negativo, por ejemplo, se sabe que los antiguos hebreos tenían las leyes de Niddah, según las cuales, las mujeres debían recluirse y apartarse de la sociedad mientras les durara el periodo.
En la edad media, tampoco hay documentación sobre la menstruación o los productos que se usaban para sobrellevarla, pues era considerado algo vergonzoso, especialmente en las culturas cristianas. Se cree que se usaban trozos de tela o franela que luego eran lavadas para ser reusadas y que, para disimular el olor, las personas se ataban flores o hierbas en la cadera y el cuello.
Las telas reusables siguieron siendo usadas por mucho tiempo, de hecho, aún son usadas en la actualidad, pero es a finales del siglo 19 que finalmente surge un mercado de productos para la menstruación, gracias a la preocupación por la higiene y salud.
Durante este tiempo, surgieron muchos nuevos inventos como, por ejemplo, las primeras copas menstruales (hechas de aluminio), los pantalones de goma (ropa interior cubierta de goma), el “Cinturón elástico interior femenino” al que se le ataba una toalla Lister (antepasada de las toallas higiénicas modernas), entre otros.
Pero los tabúes sobre la regla seguían vigentes, y los clientes se negaban a comprar estos productos públicamente.
Aunque parezca absurdo, la Primera Guerra Mundial tuvo un gran impacto en la historia de los productos menstruales por dos motivos. Primero, porque muchas enfermeras notaron que la celulosa era muy efectiva absorbiendo sangre, lo que ayudó a la creación de las toallas higiénicas modernas. Y segundo, porque las mujeres se volvieron una nueva fuerza de trabajo que los dueños de fábricas no podían permitirse perder una semana al mes, por lo que publicitaron el uso de toallas higiénicas y a no tener vergüenza de ellas.
Estas nuevas invenciones y mejoras en productos continuaron hasta el siglo 20 y, en el camino, también surgieron ideas más extravagantes, como el “método de extracción” en el que se usaba un artefacto para succionar todo el contenido del útero, o los “polvos” que se insertaban en la vagina para disimular el olor. Ninguna de estas ideas fueron muy populares.
A medida que terminaba el siglo 20, el movimiento feminista ayudó a muchos a perder la vergüenza de comprar productos para la regla, disminuyendo cada vez más los estigmas que la rodeaban.
Actualmente, existe un sin número de opciones y productos que facilitan este periodo mensual, aunque una creciente preocupación por el medio ambiente ha provocado que muchos vuelvan a los métodos antiguos y reusables. Aun así, existen muchas partes del mundo donde la menstruación aun es vista como algo vergonzoso para las mujeres, lo que limita las opciones en estos productos higiénicos.