En la actualidad vivimos momentos difíciles, marcados sobre todo por la pandemia del COVID-19, que ha sacudido a todo el mundo. A pesar de lo que muchos imaginamos la vida ha seguido su rumbo, para bien o para mal continuamos luchando. Muestra de ello son las diversas marchas sociales que apreciamos en diferentes países del mundo.
En Alemania el 30 de agosto hubo una gran marcha en contra de las medidas que implementó el estado para combatir la propagación de la pandemia. Más de 38 mil personas participaron de esta marcha pacífica. Argumentaban que las medidas iban en contra de los derechos básicos y de las libertades. Este es un claro ejemplo de que no se puede tener contento a todo el mundo a pesar que las medidas de restricción sean para el bien de la mayor cantidad de personas. Siempre habrá un grupo que no esté contento.
El 8 de noviembre se llevó a cabo una marcha en Argentina en la que los ciudadanos protestaban en contra de las políticas del presidente Alberto Fernández, y pedían que los jueces Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi sigan en sus cargos, por ser personas éticas. No hubo muertos ni heridos.
Tanto en las marchas de Argentina y Alemania podemos notar que no hay excesos ni en los manifestantes ni en las fuerzas del orden. Esto quiere decir que realmente se puede protestar de forma pacífica, sin que haya pérdidas humanas.
El 5 de octubre en Kirguistán, muchas personas salieron a protestar por la presunta manipulación de los comicios, gracias a la marcha se lograron anular. La marcha dejó un muerto y muchos heridos. Este es uno de los problemas que más estimulan a la creación de marchas, el querer colocar a la fuerza a personajes de dudosa reputación, como sucedió en Perú.
El 19 de noviembre en Colombia se organizó la población para pedir a sus autoridades una renta básica para todas las personas que están en condición de vulnerabilidad debido a la crisis de la pandemia y las garantías de bioseguridad para el regreso a clases. También lucharon por las diversas muertes que se originaron debido al brutal actuar de diversos policías el 8 y 9 de septiembre.
Guatemala salió a protestar el 21 de noviembre en contra del nuevo presupuesto para el 2021 que ascendería a los 12 800 millones de dólares. Con el cual se buscaba paliar la pobreza, desnutrición infantil, salud y educación. La población de Guatemala no cree que sus autoridades hagan una buena distribución del dinero. La población no soportó más las injusticias del presidente y por eso quemaron el Congreso. Se consiguió anular este presupuesto. No hubo pérdidas humanas, pero sí heridos.
El Perú no es ajeno a las marchas, el 14 de noviembre se realizó una de las varias marchas en contra de la vacancia aprobada por el Congreso, donde murieron dos jóvenes y hubo muchos heridos. La brutalidad policial estuvo presente.
Las fuerzas del orden olvidan que su finalidad es proteger a la población, pero al ver que en tantos países hay pérdidas humanas debido a su accionar. Parece que falta un filtro para conocer la empatía y sensibilidad, para que puedan discernir antes de disparar a una persona desarmada.
Pero, ¿qué lleva a que las poblaciones decidan salir a las calles a pesar que el COVID-19 no ha sido vencido? Es simple, las personas están hartas de que sus gobiernos no los protejan, no respeten sus derechos, de la corrupción, de la falta de empatía con el pueblo que sufre, entre otros.
Las marchas son un derecho del que todos gozamos al pertenecer a un país democrático. Tiene como finalidad que la población pueda hacer sentir su voz de protesta cuando algo es injusto. Es fundamental que todos entendamos que no es un delito marchar por lo que es justo.
Lamentablemente en la mayoría de países como el Perú, las autoridades ponen sus propios intereses antes que nada, aceptan cumplir los reclamos a partir de la muerte de algún ciudadano y casi nunca lo hacen por empatía sino para no terminar recluidos en la cárcel.
La realidad es que en varios países hay mucho que hacer, es necesario que la población conozca a sus candidatos, antes de emitir sus votos. Porque son estos los que se encargaran de velar por los derechos y dignidad de la población. En pocas palabras, si trabajan correctamente no habrá necesidad de marchas ni de pérdidas humanas.