Cuando tu equipo no la pasa bien, gritar hasta el cansancio a pesar de nunca ser oído se vuelve la realidad de todo hincha apasionado. Sin embargo, ¿qué pasa si es que nos escuchan? Steve Davis, una tarde de 1994, fue el protagonista de la fantasía de todo fanático del fútbol: pasar de la tribuna a la cancha.
Desde niño, Davis había experimentado su amor por el balón. Ver al poderoso West Ham ganar la FA Cup de 1975 ante el Fulham, había determinado cuál sería el equipo que seguiría por toda su vida. El club se convertiría en la obsesión del pequeño Steve y, con el paso de los años, en el segundo hogar del muchacho. Donde jugarán los ‘hammers’, era habitual verle disfrutando del encuentro.
Como todo hincha de este deporte, Davis tenía un gran ídolo: Trevor Brooking. Un delantero inglés que supo marcar 71 goles con el equipo londinense, tantos que le ayudaron para ser el sexto máximo artillero en la historia del club y para ganarse a toda la afición allá por los años 70 y 80.
Una de las tantas tardes que el, ya adolescente, Steve Davis pasaba en Upton Park‒estadio donde juega de local el West Ham‒le llevaría a experimentar uno de los encuentros más emotivos y presumibles de su vida. En un encuentro contra el Watford, un balón sale despedido hacia la grada donde se encuentra nuestro protagonista. Este la coge y se prepara para devolverla. ¿Quién se la pide? Nada menos que Trevor Brooking. Un intercambio de palabras y mil emociones en el pecho eran fueron el resultado.
Hasta ese momento, Davis ya creía ser la envidia de todos sus amigos. No obstante, se convertiría en la envidia de todos los hinchas del fútbol un 27 de julio de 1994. Por esos años, con una familia en la que mantenerse enfocado, los años de fiel seguidor ‘hammer’ habían quedado atrás. Aunque, gracias a unos viejos amigos, Steve decidiría ir a un pequeño partido de pretemporada, donde el club de sus amores enfrentaría al Oxford City, un modesto equipo de sexta división.
Sin aspiraciones de presenciar un gran encuentro y con más anhelo de recordar viejas glorias, estaría presente entre el público de Marsh Lane en aquella tarde de verano. El West Ham era comandado por el excéntrico Harry Redknapp, quien en el medio tiempo decidiría hacer todos los cambios posibles. Entre algunas decisiones técnicas y otros lesionados se terminaron las opciones en el banco.
Durante la segunda mitad, el delantero de los ‘hammers’, Lee Chapman, había sido de lo más cuestionado por los hinchas, sobre todo por algunos que se encontraba detrás del banquillo del West Ham. “No queremos a Chapman”, “trasero gordo”, “burro”, “levanta el trasero”, eran los insultos que se oían, seguidos de unas risas, a las espaldas de Redknapp.
Definitivamente, no era el día del ‘9’. A los 8 minutos de la segunda mitad, en una disputa por el balón, Chapman salió lesionado y dejó al equipo con un jugador menos ante la imposibilidad de recambios. La fanaticada celebraba y los insultos y burlas, encabezadas por Steve Davis, iban en aumento hasta que, Harry Redknapp, volteando el cuerpo hacia el público y con la mirada burlona de quien piensa callar a ese tumulto pregunta: “¿Crees que tú puedes hacerlo mejor?”
Sorpresa la que se llevaría Davis, pero mayor aún la del técnico ‘hammer’ al escuchar la contundente respuesta del aficionado: “Por supuesto que sí”. Sin nada que perder, y ante la absorta mirada del público, Redknapp le mandaría a los vestuarios junto a un utilero para que se prepare para entrar al encuentro.
Steve Davis, en sus jornadas amistosas de fútbol de aficionado, solía posicionarse como defensa. Sin embargo, ante la oportunidad única que se le presentaba decidió mencionarle al técnico que él era un delantero nato. Así fue como ingresó al campo de juego para reemplazar al futbolista que tanto criticó: el sueño de todo hincha.
Un hecho sin precedentes que dejaría asombrado hasta a él anunciador del estadio, quien le preguntaría el nombre del jugador al técnico del West Ham, pues él nunca le había visto. A lo que el fresco de Harry respondería: “¿No lo conoces? ¿No has visto el Mundial?… ¡Es Tittyshev, el búlgaro!”. Sin dudarlo, se anunciaría por las bocinas de Marsh Lane, que el ‘matador’ Tittyshev ingresaría en lugar del lesionado Lee Chapman.
Los primeros toques del balón demostrarían que este ‘matador’ era de escasos recursos técnicos. Pases que parecían cañones y su mal posicionamiento en el campo le pasarían factura. “Realmente me sorprendió al ritmo tan alto al que se jugaba”, comentaría años más tarde en una entrevista con The Guardian.
A pesar de esto, paulatinamente, fue acomodándose a la situación y en el minuto 72 el momento más importante de su vida llegó. Tras una jugada de Matty Holmes, la pelota le caería servida al debutante Tittyshev, quien, sin saber cómo había quedado tan solo, no fallaría en el mano a mano con el arquero rival. Davis experimentó, por un momento, lo que es estar a la altura de su gran ídolo de la infancia, pero solo por un momento… hasta que alzó la mirada y vio al juez de línea, era offside y su momento de gloria terminó. “Te has cargado mi sueño, hijo de puta”, le dijo, entre sonrisas, al árbitro.
El partido de pretemporada terminaría 4 a 0 a favor de los ‘hammers’, pero la leyendo de Tittyshev había iniciado. La astucia de Redknapp para inventar el nombre de un jugador que, supuestamente, había brillado en aquella Bulgaria sensacional con Stoichkov a la cabeza en el mundial de 1994; sumada al oportunismo y gallardía de Davis para no dudar ante la descarada propuesta del técnico, nos han dado una de las anécdotas más inusuales del fútbol mundial, porque ¿quién, en toda su vida, no soñó con ser como Tittyshev?
Foto principal: Panenka