Dos peruanos anotando en un mismo partido de Champions. Un marfileño que paró la guerra civil en su país, ahogando los sueños bávaros con un disparo de cabeza. El arquero que siempre usa casco dejando a la vista de todos su rubia cabellera. El alemán del apellido impronunciable haciendo que todos se pregunten: ¿cómo dijeron que se llamaba ese ‘colorao’? El inglés que no tiene pinta de futbolista destrozando tres veces la portería del mejor arquero del mundo.
Escenas como estas nos dejaron el Bayern Múnich y el Chelsea la última vez que se vieron las caras en una fase eliminatoria de Champions League. Fue allá por el 2005, cuando el equipo que venía reescribiendo su historia en la Premier se tuvo que enfrentar al todopoderoso alemán por primera vez en una competición europea. ¿El resultado? Un partido inolvidable.
El verano del 2003 no pasaría desapercibido en tierras inglesas. Como si se tratara de ir a la tienda por una galleta, un ruso compararía, por 140 millones de libras, un modesto equipo de Londres: el Chelsea FC. Invertiría, como para darle un mejor sabor a su peculiar gustito, otros 100 millones para contratar nuevos jugadores. De esta manera, tan usual en la era contemporánea, nacería un nuevo grande.
Al año siguiente llegaría José Mourinho. Los ‘blues’ pasarían a formar parte del ‘big four’: los intocables de la Premier. Año tras año los mismos cuatro equipos serían los representantes ingleses en Champions. Año tras año, el Arsenal, el Manchester United, el Liverpool y, ahora, el Chelsea, demostrarían por qué eran los más grandes de Inglaterra.
El camino para ser miembro de este selecto grupo no fue sencillo para los ‘blues’. En su segunda participación consecutiva en la Liga de Campeones, lograron eliminar al Barcelona de Ronaldinho en octavos de final. Con esa gran motivación llegarían a los cuartos, donde les tocaría enfrentar al multicampeón de la Bundesliga: el Bayern Múnich.
El equipo más grande de Alemania llegaba a Londres sin su goleador, el peruano Claudio Pizarro, quien se encontraba lesionado pero estaría apto para el partido de vuelta. Su reemplazo sería otro delantero de la misma nacionalidad, un jovencito llamado Paolo Guerrero. Por detrás de él, y comandado el mediocampo, estaría un ya consolidado Michael Ballack, quien en el segundo tiempo sería acompañado por un juvenil de las canteras llamado Bastian Schweinsteiger. La zaga central era liderada por Lúcio, el central brasileño campeón del mundo. Finalmente, el arco lo custodiaba el experimentado Oliver Kahn.
Al frente, los de Londres con ‘The Special One’ a la cabeza, sin guardarse a nadie saldrían con su infalible Didier Drogba como ‘9’, escoltado por Damien Duff y Joe Cole. En el medio de la cancha Frank Lampard junto a Claude Makélélé moverían los hilos del equipo. Mientras que como defensas se ubicaban el siempre confiable John Terry y el internacional francés William Gallas. Completando el equipo titular estaba la reciente contratación ‘blue’, el checo Petr Čech, quien aún no sufría el accidente que le obligaría a usar una casco de protección si quería seguir jugando al fútbol.
Caída la noche en Stamford Bridge, la orden del árbitro holandés dictaba el inicio del encuentro. Sin que pasen más de 4 minutos, una bola larga de Terry caería en los pies de Duff y este cedería el pase para que Joe Cole saque un remate sin dirección pero con potencia. El destino le llevaría a chocar en el botín de Lúcio y desviarse hacia el lado contrario. Con la frustración de Oliver Kahn tirado sobre su derecha e inclinando su cabeza hacia la izquierda, la pelota ingresaría lentamente en la portería. 1 a 0.
En los primeros minutos de la segunda mitad, Ballack intentaría romper el arco de Čech a través de un tiro libre directo. Luego de una serie de rebotes, la pelota iría a parar en los pies del siempre oportuno Schweinsteiger. El juvenil, con un arquero ‘blue’ levantándose, solo tuvo que empujar el balón. 1 a 1.
La fórmula del gol no cambiaría para el Chelsea: pelotazo largo de la defensa, Drogba se la baja a Lampard en la puerta del área, remate de primera al ángulo inferior izquierdo, inatajable para Kahn. 2 a 1. Luego vendría un centro desde la esquina del área, esta vez de Makélélé, quien vio a Lampard entrar solo por el lado contrario. El inglés controla de pecho. Le queda atrás. Con la agilidad de pensamiento de un hombre con IQ de 160 se da la media vuelta para golpear el balón y fusilar al arco alemán. Kahn no la pudo ver esta vez. 3-1.
Un vendaval de goles azotaba al Bayern Múnich. Drogba no quería irse sin el suyo. En un tiro de esquina en el minuto 80, el marfileño aprovechó que luego de una serie de rebotes en el área chica, la pelota le quedó servida. Zurdazo y a celebrar. 4-1.
Sin resignarse aún, el orgullo alemán buscaría el descuento. Minuto 90 y penal para el Bayern. Un leve rose sobre la estrella bávara Michael Ballack terminaría en pena máxima. Ni los gritos desesperados de John Terry al árbitro‒»Why?! Why!?»‒sirvieron para que cambiara de decisión. Disparo a la derecha, portero a la izquierda. Un intranquilo Ballack convertía el segundo gol de los alemanes y les daba la esperanza de soñar con la remontada. Final del partido: 4 a 2 en Inglaterra.
El Olympiastadion de Múnich sería escenario del partido de vuelta. Esta vez un español pitaría el inicio del encuentro. Luego de esto un calco del partido anterior. Minuto 30: remate de fuera del área, rebote en el botín de Lúcio, Oliver Kahn a un lado, balón al otro. Esta vez la cara del arquero alemán no es de frustración sino de injusticia. Quien repite los gestos del partido anterior es Lampard, que celebra su gol. 0 a 1.
Más de media hora después, los alemanes no dejan de pensar en que todavía se puede. Centro al área. Cabezazo de Ballack. Rebote flojo de Petr Čech. La pelota queda viva en la línea del arco. Aparece, con el olfato goleador de siempre, el ‘Bombardero de los Andes’. Claudio Pizarro le da vida al equipo del país que le dio el éxito. 1 a 1. No hay tiempo para celebrar, coge la pelota, al mediocampo y a jugar otra vez.
Cuando todo parece ser posible, aparece Drogba para sepultar los sueños bávaros. Centro de Joe Cole. Se eleva ‘Didi’. Saca un cabezazo al ángulo inferior izquierdo de Kahn. El portero la observa. Inclina el cuerpo para lanzarse. Sabe que no llega. Corre detrás. Gol. El de Costa de Marfil celebra ante una afición ya derrotada. 1 a 2.
“Si no sufrimos, no vale”, nos decía un gran relator peruano. Y sería, precisamente, otro peruano quien despertaría el espíritu del equipo más ganador de Alemania y haría peligrar la continuidad del Chelsea en la competencia. Paolo Guerrero, en el momento y lugar precisos, logra cambiar la trayectoria del disparo de Schweinsteiger. Minuto 90: 2 a 2.
Dan 4 minutos más. Es difícil pero no imposible. Los jugadores del Bayern aún creen en los milagros. Si no, miren a Claudio Pizarro correr por la banda derecha, sacar un centro atrás y a ras del piso para que Mehmet Scholl, casi cayéndose, logre conectar un zapatazo que reviente las redes del arco inglés. 3 a 2. Aún se puede. A los futbolistas del equipo alemán les sobre ganas, espíritu, motivación… pero les faltó tiempo. Es el final. El juez del encuentro pita. Los ‘blues’ celebran en Alemania: historia que se repetiría en una final algunos años después.
En el fútbol, como en cualquier aspecto de la vida, el tiempo es el que manda. Esta vez el milagro de Múnich estuvo muy cerca. Sin embargo, la derrota en Inglaterra les salió demasiado cara a los bávaros.
Foto principal: Revista DeTaco