Elaboración propia
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¿Caminar por seis planetas sin dejar Tierra? Alguien lo hizo posible en las calles de Lima

Empiezas por Marte, y si recorres tres cuadras de frente y doblas a la derecha en la perpendicular, has llegado a Urano. Treinta pasos más y un giro a la izquierda, estás en Júpiter —una calle tan párvula que contradice las dimensiones del planeta más grande del sistema solar—, cuyo final es la tercera cuadra del jirón Saturno, que colinda con Neptuno, Neptuno con el jirón Venus, Venus con Mercurio, y Mercurio con Plutón. ¿A quién se le ocurrió utilizar esos nombres? ¿Quién o quiénes son los nomencladores de las calles?

Las cósmicas calles de la urbanización La Luz en el Cercado de Lima abrieron la interrogante acerca de los artífices de las asignaciones. Encontrarlos por nombre y apellido quizás tome un tiempo, pero iniciar el rastreo implica calzar puntos básicos acerca de los nomencladores de cuadras. Esta es información histórica, pues no todas las calles de Lima tuvieron siempre el mismo nombre. Juan Bromley en su libro Las viejas calles de Lima, terminado en 1962, cuenta que cien años antes, una decisión municipal selló la historia de los caminos de la capital.

Afianzar el sentimiento patriótico fue la punta de lanza que llevó a las autoridades a colocar nombres de departamentos y provincias del Perú a calles y cuadras limeñas. Sin embargo, este proceso tomó tiempo, porque existían ya designaciones originadas y acogidas por los vecinos. Ese pues, fue el seno de ideación de muchos de los nombres: el ingenio de la gente.  

Era común asignarle a las calles nombres por apodos como Matasiete, Comesebo o Pilitricas; por oficios, como Colchoneros, Espaderos o Mondongueras; por establecimientos de asistencia social, con calles como Divorciadas, Huérfanos o Pobres; por nombres zoológicos, como Patos, Mono, Gallinacitos o Borricos. Estas son solo algunas de las veintisiete formas de asignación de nombre que estableció Bromley, quien elaboró un detallado registro de la nomenclatura urbana de Lima vigente en el año 1861. 

Sin lugar a dudas, los nombres astronómicos de la urbanización La Luz son posteriores al siglo XIX; primero, porque uno de los homenajeados, el planeta enano Plutón, fue descubierto en 1930 y; segundo, porque no hay rastros previos de interés por el  uso de este tipo de nombres. Nivel de atractivo, que a la fecha, es bastante opuesto; ya que el Cercado de Lima no es el único distrito que cuenta con estos nombres en sus calles: Villa María del Triunfo, Santiago de Surco, San Martín de Porres y Ate cuentan también con urbanizaciones cósmicas y mitológicas enteras. 

Las nomenclaturas no son inamovibles, todo depende de la iniciativa popular. En parte, se conserva ese sistema artesanal previo a la independencia del Perú, en el que los nombres eran productos de la vida cotidiana, o las afecciones o inclinaciones de los vecinos. ¿Alguna vez te has preguntado cuál fue el origen de la calle, avenida o jirón en el que vives?¿o de las calles, avenidas o jirones por los que transitas? Más de uno lo ha hecho.

Gonzalo Portocarrero, en su columna Los nombres de las calles, pone su mirada en la avenida Los Conquistadores, que guarda una particularidad probablemente poco notada: atribuirle ese nombre a una vía principal entraña una identificación con la tropa de invasores del Tahuantinsuyo. De ahí que se considere al distrito como ajeno a la propuesta nacional promovida en 1862, y esta característica podría ser llevada a sus habitantes primigenios, Siguiendo esa lógica, ¿qué particularidad podrían esconder los residentes que admitieron las denominaciones galácticas?  

Cada nombre guarda una historia y cada historia una memoria que, en muchos casos, parece escurrirse. Al actor y ex conductor del programa A la vuelta de la esquina, Gonzalo Torres le pareció una excelente idea el colocar en los carteles de las calles la historia del nombre. Señaló además que aportaría en la recuperación de la memoria del peruano, esto en referencia a cuadras emblemáticas, claro está; no obstante, ponerle un cartelito a esas callecitas de nombres singulares no deja de ser un significante —aunque tal vez intrascendente— aporte, que curiosos transeúntes agradecerían.