Crónica

Cuarentena en el extranjero: Proceso de retorno al país en pandemia (2)

Con una alta cantidad de vuelos cancelados, tuvimos que comprar pasajes para Bogotá para el mismo día. El pasaje, pagado por nuestra cuenta, costó 250 dólares cada uno.

El Estado, como apoyo, brindaba a todos los que llegaban, un lugar de estadía general, cuartos que se compartían entre personas de diferentes países, y en el que al día gastabas 20 dólares para la comida. Decidimos quedarnos en un hotel aparte para evitar riesgos. Gracias a diversos contactos, hallamos una hora de nuestro vuelo. Reservamos nuestra estadía hasta el 3 de abril, entendiendo que la cuarentena en Perú sería hasta fines de marzo y para evitar mucha congregación de gente, cambiamos nuestro vuelo de retorno para esa fecha.

Cuatro días antes del fin de mes, se ampliaba la cuarentena. Conversamos con Rodrigo, consejero del cónsul peruano, y nos dijo que la única forma de regresar era si Colombia mandaba un avión para recoger a sus compatriotas. -Más tarde, Duque diría en televisión nacional que no recogerían a ningún compatriota-. Tres semanas después, en la que no hubo presencia alguna del Estado sino para llenar más encuestas sobre nuestra salud física y emocional, y en la que casi nos entrevistan para un programa nacional para saber cómo se encontraban los compatriotas en el extranjero; la secretaria de la Embajada, Yolanda, me llamó al teléfono diciéndome que habían (¡al fin!) aperturado un vuelo de retorno.

Vuelo «humanitario» con destino a Lima (abril del 2020)

El pasaje costaría 390 dólares y sería a través de una agencia colombiana. “Mira, este vuelo está programado para el viernes, necesito que me confirmes a más tardar mañana para poder mandarte el link de compra. Por favor, mantenga esta información para usted y su familia y no lo divulguen entre las otras personas varadas aquí. Estamos seleccionando y priorizando por salud”, ese mismo día, sacando cuentas con lo que teníamos en la tarjeta y lo que habíamos gastado en hospedaje, confirmamos nuestros pasajes. Llegaríamos al país en la tarde, entre aplausos, algarabías y lágrimas de todos.

Al bajar, los militares nos pidieron subir a diferentes buses que nos llevarían a un mediano espacio en donde, protegido por un telón, estaban unas sillas blancas de plástico separadas por dos metros, y en el que nos pusieron el sello de migraciones y nos tomaron la temperatura. Nuestras maletas estaban bajo el sol, y mientras algún encargado de INDECI nos daba un reporte de las medidas en el país y que tendríamos que pasar cuarentena en diferentes hoteles disponibles, había un grupo de 15 personas que, tales estudiantes de secundaria, pedían que los pusieran en el mismo bus, para poder estar juntos. Poco sabíamos que nos separarían en habitaciones de uno o dos, y que estaba prohibido salir de las mismas. Nos quedaríamos en el hotel Las Lomas de San Borja, por 2 semanas. Durante ese tiempo, el Estado se hizo presente. La estadía y la comida (3 veces al día) fueron gratuitas, el aseo también, aunque por seguridad, cada persona limpiaba su habitación.

Almuerzo para dos personas. Hotel «Las Lomas», San Borja (2020)

Los asistentes sociales nos llamaron a todos en el hotel para saber el estado de la salud emocional de cada compatriota, y, en el día 12, se informó que se realizaría una prueba de Covid-19 en la que los que tuvieran un resultado positivo, irían a la Villa Panamericana, lo que no se hizo de conocimiento es si esta siguiente estadía sería costeada por el Estado. Dos días después, con los resultados negativos, los encargados del hotel nos llamaron para comunicarnos que solo se podría salir una vez que se haya pedido un taxi por aplicativo y que se encuentre a las afueras del hotel, para evitar agrupaciones de personas. Antes de salir, nos brindaron el certificado y permiso para el retorno al domicilio, sin antes habernos dado un resumen de cómo se encontraba el país en ese momento.

Pese a que, durante la estadía en Colombia, todo fue costeado por mi persona, hay muchos compatriotas que accedieron a algunos de los beneficios que ofreció el Estado, como los cuartos compartidos; sin embargo, por la falta de acción y la delegación a otros gobiernos sobre nuestro retorno, muchas de las personas que no estuvieron dentro de las 195 personas que me acompañaron en el avión de retorno, vieron sus escasos recursos irse en los casi tres meses adicionales que no pudieron regresar. Si bien esto fue “compensado” en la atención y la gratuita estadía en los hoteles con que el Estado hizo convenio (“Los Delfines”, “Las Lomas”, “Casa Andina”, entre otros), no quita que, durante el proceso en el exterior, se sintiera que se estaba solo.