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El horrible crimen que fascinó a la Lima del siglo XX

El 1 de julio de 1930, hace 90 años, la capital se estremeció ante un horrendo crimen, los periódicos publicaron el hallazgo de un cadáver descuartizado en dos maletas. El responsable del crimen: Genaro Ortiz. Por primera vez Lima tenía un crimen espantoso, un crimen que atrapó a la ciudad entera.

Once días antes, el 20 de junio, llegaron Genaro Ortiz y Marcelino Domínguez a la ciudad de Lima, dos jóvenes españoles que buscaban fama y fortuna a la par que escapaban de un pasado peligroso. Domínguez llegaba a Perú luego de haber asaltado una joyería y en el camino se unió con Ortiz quien le ayudo a pasar el botín. Buscaron hospedaje en el hotel Comercio, que quedaba entre el Jr.  Carabaya y Jr. Ancash en el centro de la ciudad, al lado de Palacio de Gobierno y al frente de la estación de Los Desamparados. Se registraron en el cuarto 89, acto se guido, salieron a conocer la ciudad y a planificar sus siguientes movimientos. Los dos, acostumbrados a mantener las apariencias pronto empezaron a tener problemas de dinero lo que iría fragmentando su interesada amistad.

El 24 de junio, Genaro Ortiz y Marcelino Domínguez volvieron a discutir fuertemente por el botín, pero Ortiz ya estaba decidido, esperó a que Domínguez cayera dormido en el catre que estaba al lado de la pared para destruir su cabeza a martillazos. Usando sus conocimientos en medicina descuartizó el cadáver y colocó los pedazos en dos maletas, en una colocó el torso y los brazos, en la otra las extremidades inferiores y la cabeza. Luego procedió a limpiar la sangre derramada en el suelo con la misma ropa de su víctima. A la mañana siguiente, un 25 de junio, se dirigió a calle Conchan en donde conversó con Esther Buen día y usando su carisma logró que ella le alquile el cuarto. Inmediata mente regresó al hotel Comercio, extrajo las maletas y las dejo en casa de los Buendía, cerró el cuarto con candado y se despidió de su casera. Genaro Ortiz ya no se sentía seguro así que en cuestión de días obtuvo un pasa porte falso y tomó el primer barco a Guayaquil con el nombre de Juan Bautista Araya Guerrero. A los pocos días.

El 1 de junio, el señor Buen día se dirigía a la sala para cenar cuando notó un putrefacto olor que provenía del cuarto de inquilinos, preocupado llamó a la policía. Los inspectores rompieron el cerrojo y entraron a la oscura y vacía habitación, de inmediato notaron que el olor venía del interior de dos maletas hinchadas. Al abrir las maletas se encontraron con un repugnante escenario. Las investigaciones llevaron a los inspectores a las puertas del Hotel Comercio. Subieron a la habitación 89 en donde solo encontraron pequeños rastros Finalmente, el encargado de las investigaciones reconoció la foto de Ortiz en un pasaporte chileno que correspondía a un tal Juan Bautista Araya Guerrero que había escapado ya del país, al consultar al cónsul chileno este confirmó que era un pasaporte falso. La policía no perdió el tiempo y dio aviso internacional al país de destino de Ortiz.

La noticia causó un impacto nunca visto. Los diarios no perdieron la oportunidad para crear grandes portadas y crear una leyenda en torno al asesinato como al asesino, las ventas se disparaban más que nunca, el morbo de la gente iba creciendo mientras más sabían de tan macabro crimen. Al llegar Guayaquil vio que la noticia de su crimen ya había llegado hasta el país norteño, ya no podía quedarse, otra vez tenía que huir, esta vez en dirección a Panamá. Pero la suerte solo le duró hasta el 10 de julio, día en que es capturado gracias al apoyo de la policía panameña y llevado de vuelta al Perú. En su maleta encontraron el botín en joyas. Cuan do se le preguntó por el motivo del homicidio solo atino a responder: “Me encomiendo a las manos de Dios, lo hecho, hecho está”. “

Cada periódico que publicó una noticia sobre el crimen o Genaro subió en ventas inmediatamente. La fascinación por ver al famoso descuartizador provocó que el día de su llegada una inmensa muchedumbre llene el puerto del Callao. Al llegar Lima, el carro que lo transportaba fue de tenido varias veces, quienes más intentaron tener contacto con él eran las mujeres, incrédulas ante el hecho de que una persona atractiva sea capaz de semejante atrocidad, hasta había quienes imploraban piedad por él. Así Ortiz pasó de ser un criminal a una celebridad. La sentencia que recibió fue de 25 años, pero esto no impidió que siguiera siendo el centro de atención. En los años 50 el presidente Manuel Prado Ugarteche le cedió el indulto, quizás en una movida política para aparentar benevolencia. Genaro Ortiz cambió de nombre y pasó a vivir el resto de sus días en Perú escondido en el anonimato.