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Ellas en un mundo de hombres

Imagen: ABC Mujeres

En el Perú, los hombres ganan 21,2 % más que las mujeres por el mismo trabajo según los resultados del estudio, según el estudio Perspectiva Global de la Mujer 2020 sobre igualdad de género, realizado por la EAE Business School de España. 

Dicho estudio revela que por cada S/10.00 soles que ganan los hombres las mujeres perciben algo más de S/7.00 soles. Si bien es cierto, la brecha del mercado laboral ha ido disminuyendo paulatinamente, este aún es insuficiente. Persisten nociones tradicionales respecto al trabajo de las mujeres. Principalmente, referido al compromiso con su función materna y al rol del cuidado doméstico que interfiere negativamente en su desempeño laboral y aumenta los costos laborales de contratación. Estas ideas, tienen una fuerte presencia entre los empresarios e incide significativamente en sus procesos de toma de decisión, de modo que existe discriminación laboral contra la mujer por la cultura machista que se encuentra muy arraigado en nuestra sociedad.

Según el  INEI 2018, el salario promedio mensual de una mujer fue de S/1.135, mientras que el de un hombre fue S/1.588.  Estas cifras revelan que la brecha salarial es aún más alta llegando al 28, 5%. además, el Informe Técnico del empleo nacional 2019 del INEI evidencia que el 60,3% de los empleos formales, en el área urbana, son ocupados por hombres y el 39,7% por las mujeres. Además, La informalidad afecta más a las mujeres (70,3%) que a los hombres (63,3%). Fruto de esta segregación es que la mayor fuerza de trabajo femenino se encuentra en el trabajo informal y mal remunerado.

Las mujeres dedican una doble jornada trabajo dentro y fuera del hogar, empleando 36 horas a la semana en el trabajo remunerado y 39 horas en tareas domésticas no remuneradas. Mientras que los hombres dedican 50 horas al trabajo remunerado y apenas 15 horas a las labores no remuneradas. Así lo evidencia los resultados de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo 2010. Estas cifras avalan la exclusión social que siguen sufriendo las mujeres, porque favorece la situación de pobreza cuando no es socialmente reconocido y compartido. En ese sentido, el trabajo de las mujeres en el hogar se da “por sentado” y supone un gran obstáculo ya que impide emprender nuevos proyectos. La opresión que sufren las féminas se manifiesta desde la infancia al imponerles juguetes sexistas como la cocinita y las muñecas, donde se plantea roles estereotipados que son absolutamente retrógrados e intolerables, pero que en consecuencia mantiene una tradición que venimos arrastrando desde tiempos inveterados.

A pesar de que en las últimas décadas hay una mayor participación de las mujeres en el mercado laboral, esta aún es insuficiente. Así lo revela el análisis experimental “¿existe discriminación en el mercado laboral de Lima metropolitana?”,  el estudio envió currículos ficticios a vacantes de empleo reales que aparecen en el diario El Comercio, la tasa de respuesta en los hombres fue de 9% en varones mientras que en las mujeres un 5%.  

En definitiva, tanto hombres como mujeres deben ser vistos con ojos de una sociedad igualitaria, donde sus deberes y derechos sean los mismos para que así tengan una igual competencia en el mercado laboral. Lamentablemente las cifras demuestran que las mujeres vienen siendo relegadas en cuanto a su trabajo y es por esto que la gran mayoría se desempeñan en puestos informales con pésimos sueldos, que no son más que un maltrato sin considerar que su fuerza es vital para el desarrollo de la sociedad. Por otro lado, es de suma importancia la participación de mujeres en política sindical, para llevar a cabo reformas que la beneficien y reivindicar sus derechos. Lo cual significa, que a pesar de existe una mayor conciencia de los derechos de las mujeres, no está debidamente legislado ni reconocido el triple rol que en la actualidad cumplen: trabajo productivo, generación de la fuerza de trabajo, y trabajo reproductivo. Por ello, es necesario una redefinición de tareas, responsabilidades y derechos, al interior de la unidad doméstica, en el mercado laboral y a nivel institucional.

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