CrónicaLa VictoriaLIMA HIPERLOCALPeriodismo

La nueva Cachina

Dos bolsas grandes que traslucen abundante espinaca brillan con los rayos del sol por la orina fresca que algún incontenido acaba de expectorar. Curiosamente, yacen recostadas sobre una pared que lleva escrita la petición estéril “Prohibido orinar”. Esa es la bienvenida a la nueva sede elegida por los cachineros, luego del exilio de cuarentena. Hoy 13 de agosto, el recinto de estreno se encuentra en las pistas de la cuarta cuadra de la avenida Nicolás Ayllón, si sirve de referencia, pasando el local de serenazgo.

Lo dos carriles de sentidos contrarios, solo uno en funcionamiento, excusa perfecta para establecerse, han sido redecorados con triciclos oxidados de todos los colores. Los militares que resguardaban el orden, cuando todavía preocupaba el ascenso de la pandemia, entregaron la posta a la guardia de cargadores. Quizá aquí se encuentre el 1% que no usa correctamente la mascarilla.

El caos apreciado desde lejos tiene orden estando adentro. Para segmentar al público, los cachineros se han repartido en secciones temáticas: electrodomésticos, colchones, ropa, zapatos, perfumes, peluches, cargadores, celulares, libros, adornos de mesa. Algunos productos son nuevos, pero la mayoría es de segunda o hasta quinta mano, la calidad varía y se sujeta al bolsillo de los clientes, aunque entre murmullos se les puede escuchar regateando el regateo. Por ser mediodía, los puestos de comida son los más acogidos, los manjares típicos están ahí. La mesa de cirugías que alguna vez ayudó a salvar vidas ahora sostiene platos de pollo broaster y botellas de cremas con colores dudosos.

Cuando parece que nada más falta encontrar, se observa la figura de un anciano encorvado sentado en un banquito que obstruye el paso de los visitantes. “Tatuajes a un sol”, “Ponte tu tatuaje”, “En la Cachina tienes que andar con tatuajes o no eres cachinero”. El tatuador muestra en una pequeña mesa los diseños que es capaz de hacer. Cuatro estrellas y el rostro de un dragón feroz cubren uno de sus brazos, el cual se esmera por mostrar. Su empeño no atrae a nadie. Todavía nadie le avisa que su barba grasienta y vestimenta andrajosa desaniman a cualquiera. Alguien lo hará.