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Pintando imágenes con la palabra: el mundo de Gustavo el Cuentacuentos

“Te voy a contar un cuento”. Esa frase tan escuchada en la niñez resuena ahora en mi cabeza mientras voy al encuentro de Gustavo. Es que él es el heredero de la tradición milenaria de contar historias mediante la palabra hablada. O, como él diría, de proyectar imágenes solo con su voz en la mente de sus encandilados oyentes que apenas llegan a los 10 años

Mientras pienso en esto, busco las referencias que me dio Gustavo respecto a su dirección. No puede vivir en lugar más preciso: Al costado de un nido llamado “Blancanieves”, y al frente de una misteriosa huaca preinca llamada Palao. Cuando llego, él me está esperando en la puerta junto a Grete y Aura, sus dos perras que no dejan de ladrarme. Si Grecia tuvo sus aedas; los celtas, sus bardos y los japoneses, sus rukoga; esta parte de Lima tiene a “Gustavo, el cuentacuentos”.

Gustavo el Cuentacuentos en una de sus funciones al aire libre (Foto: Facebook Gustavo el Cuentacuentos)

¿Cómo describes tu arte? ¿Quién es un cuentacuentos?

En esencia, cuentacuentos es una persona que hablando y usando sus gestos logra que otra persona o un grupo de personas imagine una historia. Algunos utilizan elementos visuales, algunos se mueven más, pero la esencia es tratar de lograr que, con mis imágenes, con mis gestos, el público imagine. Yo no desaparezco, a mí me van a ver, pero lo principal tiene que formarse en la cabeza de las personas.

Alguien que cuenta una anécdota a un grupo de amigos de manera divertida, ¿sería un cuentacuentos?

Sería un cuentacuentos común. Por ahora estoy usando esa nomenclatura porque no sé muy bien qué nombre ponerle a su contraparte profesional. Pero es un buen ejemplo: Cuando uno cuenta una anécdota, lo hace.

Y entonces, ¿qué es lo que profesionaliza al cuentacuentos?

El cuentacuentos maneja muy bien elementos de narrativa como lo que es el inicio, el nudo de una historia. Sabe cómo hacer para que ese nudo de la historia se complique, luego como que parezca que se va a resolver, luego que parezca que se complica más, hasta luego llegar a un clímax.

Por otro lado, tiene sensibilidad con el público. El cuentacuentos profesional es como un médico que debe diagnosticar a su público al instante. Yo, por ejemplo, no es que me presentan y yo cuento de inmediato; sino que, mientras me están presentando, yo voy diagnosticando al público y en base a eso tengo herramientas que me ayudan a conectar con ellos, a sacarlos del aburrimiento o a sacarlos de la distracción.

Foto: Facebook Gustavo el Cuentacuentos

¿Cuánto te ha tardado generar esa capacidad de diagnosticar al público?

 Uy, ya 18 años.

Aunque tú vienes de las artes escénicas…

Sí, estudié teatro en la Católica, en la Escuela de Teatro de la PUCP.

¿Cómo te acercaste al cuentacuentos? ¿Qué hizo que dejaras la actuación como tal y enfocaras tus energías a desarrollar el arte al que te dedicas?

El mismo año que yo egresé de la PUCP, el 98, llegó un grupo colombiano que hacia teatro y cuentacuentos. Narraban dos personas, pero había uno que era como el principal, Misael Torres, un cuentacuentos muy conocido en Colombia. Yo de cuentacuentos lo único que había visto era el narrador de cuentos de la TV. En el parque Kennedy de Miraflores, Misael contaba una leyenda y mientras contaba, a veces, recibía un soporte de percusión de dos personas que tocaban tambores. Me gustó mucho lo que él hizo, cómo captaba la atención de la gente sin hacer prácticamente teatro. Porque él no se ponía a actuar cuando contaba la historia.

¿Y ahí fue que te decidiste por ser cuentacuentos?

Dos años después, más o menos, vi a otro cuentacuentos colombiano que se llama Nicolás Buenaventura. Él se presentó en Yuyachkani. Presentó una obra larga, se mandó algo de una hora y yo no podía creer que había estado atento escuchándole la historia sin que fuera teatro. Me gustó cómo lo hizo y ni siquiera se movía tanto. Tranquilito, todo relajadito te contaba la historia. Cuando lo vi a él ahí sí tuve mayor interés por conocer este campo.

Entonces decidí trabajar con un amigo, que se llama Roberto Martínez Llanos, que asumió la función de director. Hicimos el espectáculo “Cuenta, pe”, así como dicen los amigos. Integraba un poco de teatro, cuentacuentos y stand up comedy. Así fueron mis inicios en la narración oral. Yo empecé en abril del 2002.

Gustavo Cabrera inició en las artes escénicas, pero se decidió a especializarse como cuentacuentos (Foto: Facebook Gustavo el Cuentacuentos)

¿En qué momento empiezas con público infantil?

Cuenta, pe podría ser el inicio. Era un espectáculo familiar, lo podía ver todo el mundo. Posteriormente ya hago un espectáculo que se llama Diverticuentos que es un poco más dirigido al público infantil.

¿Cómo fue la primera función que diste para niños? ¿Hubo algo que no salió como esperabas?

En Cuenta, pe, la principal dificultad que tenía era la falta de experiencia en adaptar mi lenguaje al público. Tampoco tenía la experiencia de ser como un doctor que diagnostica. Yo entraba siempre igual a contar cuando, al contrario, tú tienes que mirar al público, subirles el ánimo, concentrarlos y de ahí recién contar. Eso me costó manejar al principio, porque yo tenía interiorizado el esquema del teatro y no había leído mucho sobre narración oral. No confiaba en la palabra y sus posibilidades; cuando con la palabra puedes crear un mundo.

¿Cuál es el proceso que sigues para crear ese mundo con la palabra?

Es muy variado. A veces, hay días en que me dedico a planificar, a mejorar. O de pronto puede surgir una idea en el momento menos esperado. Y tengo una especie de entrenamiento que trato de seguir; aunque no le doy todo el tiempo que debería darle: Más o menos dos o tres veces por semana, voy a la azotea y hago ejercicios de voz. Luego, practico algunas frases de inicio o repaso algún cuento.

Gustavo y una de sus hijas felinas (Foto: Facebook Gustavo el Cuentacuentos)

¿Gustavo el cuentacuentos es el alter ego de Gustavo Cabrera? ¿Cuánto del personaje hay en la persona?

Sí, trato de que sea como un alter ego. Más que construir un personaje es como estar en una situación festiva. Como cuando vas a una fiesta, estás con ganas de divertirte. Pero trato -y espero no fallar- que más que como un personaje teatral, Gustavo el cuentacuentos sea como un rol de la alegría, como alguien que entra a una fiesta a divertirse.

¿Gustavo no es tanto un alter ego sino una proyección tuya de un momento festivo?

Soy yo, eso es lo que trato de hacer.

¿Qué pasa si has tenido un día malo y debes tener esa festividad?

Me ha pasado algunas veces. Ahí sí me sale un poco el lado del teatro. En el teatro aprendí esa frase de que la función debe continuar, esa disciplina. Una de las experiencias más duras fue cuando murió Blanco, mi perro. Él murió en una veterinaria y yo tenía función ese día. Yo podía cancelar o no, pero no tenía dinero y era un compromiso ya adquirido y me dije “voy a hacerlo”. Fue el momento más triste del 2018, pero fui a hacer la función. Yo trataba de aferrarme a las historias, a las imágenes; trataba de concentrarme en la película, en los niños. Pero como ser humano, por ratos se me venía la tristeza; no podía estar cien por ciento concentrado. Cuando terminaba de hacer una actividad y me quebraba, yo aprovechaba para voltearme, tomar aire y retomar. Los niños no se dieron cuenta.

Con tantas malas noticias de estos tiempos, ¿te ha sido difícil no caer en la depresión o el pesimismo?

Sí, hay épocas en que me siento un poquito débil de ánimo. Por ejemplo, ahorita, si bien tengo actividad, mis ingresos son inferiores. Eso a veces me hace preocupar. Yo me digo “qué tanto podré recuperarme”. Quizá a futuro las cuentas no cuadren. Entonces sí, cuando hago las campañas en Facebook y veo que hay gente que toma mis servicios, pero no es la cantidad de cuando era presencial, vuelven estos miedos, estos temores y … no sé. Estoy en esa lucha.

La actual coyuntura ha dejado aún más al descubierto la situación de desamparo económico en que se encuentran los artistas. ¿Qué crees que debería cambiar para que en el país se les dé verdadera importancia a las artes escénicas?

Es una pregunta compleja. Todavía aquí en el Perú, el arte es muy centralizado, son muy pocos los artistas escénicos que pueden vivir de su trabajo. La mayoría tiene que vivir haciendo otras cosas y, el arte, es casi como algo que hacen un momento; pero para vivir deben hacer otra cosa. Esa es la realidad. En esta coyuntura que nos ha tocado es muy difícil lo que vaya a ocurrir en el sector. Yo tengo miedo de que muchos amigos ya abandonen las artes definitivamente. Yo pienso que eso va a pasar. Van a decir “no, ya fue; hay que seguir haciendo otra cosa”, y lo van a dejar. Tal vez ahora hay un intento de muchos artistas de migrar al medio digital, pero veo que esta migración no es tan fácil, nos está costando mucho. No conocemos de los medios audiovisuales. Lamentablemente yo veo que esto va a ser como un embudo, algunos van a sobrevivir y otros van a dejar la actividad artística. Un poco pesimista mi visión, pero es un poco lo que veo. Ojalá me equivoque.