Veinte años después de su partida, Sandro Baylón vive en el corazón del hincha blanquiazul.
Sábado 21 de Agosto de 1999. El barrio de Matute en La Victoria se llenaba de fiesta. No era para menos. El cuadro de Alianza Lima recibía en el estadio con su mismo nombre, ahora llamado «Alejandro Villanueva», a Sporting Cristal por la Fecha 5 del Torneo Clausura.
El equipo blanquiazul dirigido, por el colombiano Edgar Ospina, tenía en sus filas a un joven Claudio Pizarro que jugaba su último partido con camiseta de Alianza Lima. Fue Pizarro quien con un pivote de cabeza, dejaría habilitado y frente al arquero Óscar Ferro, a Tressor Moreno para que el grito de gol cayera de las tribunas.
Sporting Cristal empataría rápidamente. Aldo Olcese igualaría el encuentro desde los doce pasos. Pero la igualdad no duraría mucho.
En el minuto 52, Baylón recibió la pelota, de espaldas al arco, en los tres cuartos de campo del rival. Le venia alta y la bajó con el muslo, aunque el balón le quedó muy arriba. Dejó que diera otro bote y se sacó de encima a un jugador celeste cuyo nombre ya no recuerdo. Levantó la cabeza y metió un centro ‘del desprecio’ hacia la izquierda y corrió hacia el área esperando la devolución. En la línea del área, Walter Reyes, de solo 1.69 m, ganó el anticipo y se la devolvió.
Baylón se perfiló y ante la llegada de los defensores, saltó un poco e inclinó su cuerpo hacia la izquierda para poder patear (la pelota rebotaba mucho y nuevamente le quedó un poco alta). Con esa pirueta logró conectar y anotó ante el portero que quedó a medio camino.
El festejo de Baylón quedaría para la posteridad: Se levantó y echó a correr. Y en ese afán juntó las manos a la altura del pecho y elevó la mirada al cielo. Así lo recordamos todos.
Aquella tarde Baylón dejaría una postal para la eternidad. El mediocampista que cuatro meses después partiría a la eternidad en un accidente automovilístico, no se dio cuenta que meses antes ya se había convertido en el ángel del pueblo de Alianza Lima.
