Donald Trump había perdido la relección presidencial, en noviembre de 2020, frente a Joe Biden. Sin embargo, Trump había puesto en duda sistemáticamente al sistema electoral estadounidense durante toda la campaña e incluso, en la madrugada del 4 de noviembre, se autoproclamó ganador alegando fraude y amenazando con judicializar el conteo de votos
Las mentiras de fraude mediante el voto postal y el conteo de votos habían calado en el votante republicano trumpista al punto de que el conteo de los mismos tenga que ser resguardado con policías ante partidarios de Trump en estados como Nevada, Georgia, Michigan y Pensilvania. Era el inicio de una inútil judicialización del conteo de votos y de la incapacidad de Trump de conceder la victoria a Biden. Los republicanos perdían la reelección, los demócratas mantenían la mayoría en la cámara de representantes y estaban a punto de obtener la misma en el senado. Solo faltaban las elecciones senatoriales de Georgia del 5 de enero de 2021.
A manera que se acababa 2020, la campaña por los dos escaños de Georgia en el Senado atraía la atención de todo el país. Dichas elecciones senatoriales definirían si el gobierno de Joe Biden tenia mayoría absoluta en ambas cámaras cuando inaugure su gobierno el 20 de enero de 2020. El 3 de enero de 2021, el Washington Post publica unas conversaciones en la que Trump presiona al Secretario de Estado de Georgia, encargado del conteo de votos, de “encontrar 11,780 votos” para declararlo ganador en el estado de las elecciones de noviembre, pese a que esto no cambiaba la victoria de Biden.
El destape del Post había enrarecido el ambiente político en todo el país. El presidente no solo estaba dispuesto a entorpecer el cambio de mando con recuentos de votos, sino que estaba dispuesto a manipular el conteo de estos. Pese a todos los escándalos del gobierno Trump, este involucraba la manipulación de la voluntad popular, la última frontera institucional de un gobierno democrático. Un “momento Nixon” capaz de iniciar un juicio político o forzar una renuncia.
El martes 5 de enero tuvieron lugar, en Georgia, las elecciones senatoriales, en las que vencieron el periodista judío Jon Ossoff y el pastor afroamericano Raphael Warnock. El tradicional estado republicano de Georgia se había teñido de azul. Habían elegido a un presidente demócrata y ahora a dos senadores demócratas. Warnock, pastor de la Iglesia Ebenezer de Luther King, es el primer afroamericano en ser elegido senador en Georgia. Biden aseguraba la mayoría en ambas cámaras del Capitolio.
Sin una autoridad electoral centralizada, en Estados Unidos, los votos son contados por las Secretarias de Estado de cada uno de los cincuenta estados, quienes certifican sus resultados y estos pasan a ser confirmados en una sesión bicameral en el Capitolio. El encargado de certificar la victoria de Joe Biden es el vicepresidente Mike Pence.
Certificar los resultados electorales en EE.UU. suele ser una mera formalidad para una de las democracias más institucionalizadas del mundo. Esta consiste en contar los votos electorales de cada estado, los cuales vienen sellados en cajas de madera. Dicha sesión del Capitolio estaba fijada para el miércoles 6 de enero a la 1:00 p.m.