No pensé que llegaría a ser un incendio de gran magnitud, porque es difícil que el fuego se propague cuando hay placas de metal tan gruesas, así que no saqué nada de la tienda, simplemente me limité a cerrarla y salí a paso apresurado.
Los bomberos demoraron en llegar, cuando lo hicieron tardaron en empezar su faena porque indicaban que necesitaban un permiso de cierto funcionario cuyo nombre no develaron. Fue frustrante que no comenzaran a apagar el fuego cuando llegaron, nos quedamos indignados. Mientras esperaban comenzaron a cercar la zona para evitar accidentes.
Empecé a desesperarme, especialmente porque dos de mis familiares, que trabajaban conmigo, no aparecían. Les había estado llamando por teléfono y no contestaban, eso me causó mucho estrés, pero poco tiempo después me llamaron y pude concentrarme mejor en ayudar a los afectados. Pude ver cómo evacuaron a los pacientes del hospital que está al costado de Nicolini, una sede de Essalud no muy grande, se los llevaron por miedo a que se contaminen con el humo, ya que era probable que fuese dañino para la salud debido a los compuestos que se estaban quemando. Me puse a ayudar a las personas que se lastimaron al lanzarse. La galería de un solo piso ubicada a la mano izquierda de Nicolini también fue evacuada para evitar que se perdieran vidas en caso de que el fuego se propague.
A pesar del esfuerzo de los bomberos el incendio seguía esparciéndose, ¿y cómo iba a ser de otra forma? si dentro había un sinfín de materiales inflamables, pinturas, aerosoles, químicos, distintos materiales hechos de plástico, etc. que con el calor intenso que traspasaba las láminas gruesas de metal que servían como paredes de separación de los puestos, se sobrecalentaban y prendían los productos dentro de la tienda que seguía y así alimentaban más las llamas.
Gracias a mi papel de delegado me tocó guiar a los bomberos ya que no tenían los planos del edificio a la mano, les indicaba por donde tenían que entrar para rescatar personas que se quedaron dentro y también pudieran ubicarse con las mangueras en lugares estratégicos para apagar el incendio, también les alcanzábamos comida a los bomberos . La falta de ventanas en los pisos superiores fue muy notoria ya que obstaculizó el intento de apagar el fuego. Uno ellos me aseguró que habían varias personas dentro, el hombre dijo ver un brazo humano tirado en el suelo.
El segundo y tercer piso eran como laberintos enmarañados, sin ventanas, sin luz, con divisiones gruesas de metal; los comerciantes conocían bien aquel laberinto, pero debido a los otros factores como el humo negro y asfixiante, el calor sofocante y a la desesperación de la que podría ser presa quien estuviera ahí, muchos no podían salir y fueron rescatados por bomberos, no era de extrañarse que se quedaran atrapados.
Eran ya las 4 de la tarde cuando los bomberos empezaron a tener problemas con el agua, Sedapal no se pronunciaba y a pesar de que nosotros mismos éramos capaces de abrir la llave de paso que podría abastecer a los camiones y mangueras, decidimos esperar y hacer todo por la vía legal; pero pasaba el tiempo y no había respuesta de la entidad, teníamos la esperanza de que aunque sea una parte de la mercadería que estaba dentro se salve, así que entre todos compramos agua, si no se salvaba la mercadería al menos tendríamos como base los puestos y almacenes, pero no fue suficiente, ya se habían encendido dos pisos y amenazaba con llegar al primero. Los bomberos se turnaban, llegaban unos y se iban otros.
Pasado el primer día me resigné, sabía que lo había perdido todo por el fuego y que tendría que comenzar de abajo otra vez, aún si lograran apagar el incendio antes de que la estructura colapse, el daño sería considerable debido al fuego y el agua. Llegó a todo el edificio y a todas las tiendas de todos los pisos, dejando solo cenizas y humo a su paso.
Me mantuve informado por los noticieros, el fuego duró una semana, durante esos días se fue esclareciendo la causa del incendio, resulta que el hijo de la señora a la que habíamos apoyado tiempo atrás comprándole polladas cuando se le quemó su puesto, había estado fumando en el tercer piso, las malas lenguas dicen que se escondía para fumar marihuana, y que al terminar arrojó la colilla a un recipiente que contenía un líquido inflamable empezando así ese fatídico desenlace. Me enteré también que dos jóvenes habían muerto porque los dejaron encerrados en uno de los contenedores, fue lamentable que se encontraran allí, pero más lamentable fue lo poco que hicieron para salvarlos, en las paradas militares lucen diferentes tipos de aviones y helicópteros, ¿acaso no podían usar uno de esos para llegar y rescatar a los jóvenes? Me llena de rabia ser consciente de que si hubiera sido una persona importante o adinerada la que estuviera en esa misma situación, habrían hecho hasta lo imposible por rescatarla.
Tuve conocimiento de algunos compañeros que después del incendio cayeron en depresión y se recluyeron, otros por falta de fondos o problemas con los bancos se mudaron al interior del país o se dedicaron a otras cosas; hubo un par que perdió hasta su casa porque la tenían hipotecada. Poniendo las cosas en perspectiva, no es de extrañarse que se den por vencidos, en Nicolini estaba, para muchos, el trabajo de toda una vida que en cuestión de horas se convirtió en polvo y humo.
Pasado el siniestro me llegó una notificación de la municipalidad diciendo que la licencia estaba lista y tenía que pagar para recogerla. Al principio me molesté y creí que era una burla, fracasé al tratar de convencer a mis compañeros de Nicolini de presentar una queja a la municipalidad para que no nos cobraran más por los puestos quemados. No tuve más remedio que pagar ya que no quería problemas con el municipio y no contaba con el apoyo de otros. Las autoridades no saben de empatía y hasta cobraron arbitrios de algunos de los puestos después del incidente, cuando es de conocimiento público que esa infraestructura no es habitable.
Yo pude seguir adelante gracias a la cartera de clientes que tenía, ellos conocían cómo hacía mi trabajo y me siguieron haciendo pedidos, obtuve préstamos de algunos de mis familiares y también me ayudó a levantarme el precio especial que me daban algunas distribuidoras con las que había trabajado desde el principio y sabían del siniestro. Hasta hoy en día sigo luchando para volver a tener lo de antes, por el momento los bancos no están dispuestos a prestarme, ya que aún no cuento con el respaldo de antes, pero sé que conseguiré seguir adelante como lo hice antes, empecé desde cero una vez, no temo hacerlo otra vez.