El último film de David Fincher nos cuenta la historia del guionista Herman Mankowicz “Mank” mientras escribe el guion de Ciudadano Kane en 1939. Todo aquel que haya conversado sobre Cine ha escuchado sobre Ciudadano Kane, una emblemática obra en la historia cinematográfica, un portento que se adelantó a su época en cuanto a narrativa audiovisual, lenguaje cinematográfico, montaje, producción y otros ítems.
Muchos recordarán que el film de 1941 retrata la vida del extravagante magnate de la prensa y las comunicaciones Charles Foster Kane, basado en William Randolph Hearst. Recordarán también que fue dirigida por el visionario Orson Welles, quien interpreta también el personaje titular. Tanto Hearst como Welles, así como Louis Mayer -cabeza de la MGM- forman parte de este relato que nos muestra el Hollywood de los 30’s desde la perspectiva de Mank.
Mank, interpretado por el talentoso Gary Oldman, es un personaje excluido de la escena cinematográfica por sus arrebatos sarcásticos contra los hombres fuertes de la industria, arrebatos alimentados por un ego exaltado y por el alcohol -la prohibición no hace más que darle oportunidades a la clandestinidad.
El encargo de su paisano neoyorquino Welles, quien le facilita el proceso creativo ocupándose de sus necesidades económicas y dándole libertad total, pone a Mank en una encrucijada por cumplir con el plazo de entrega, por lo que escribe febrilmente mientras recuerda pasajes de su vida y consume botellas de licor en la habitación donde se recupera de un accidente automovilístico.
Tal como Ciudadano Kane, la línea de tiempo se intercala mediante flashbacks y elipsis. La inclusión de insertos textuales con la tipografía de una maquina de escribir apoya en el aspecto estilístico, además de clarificar los saltos de tiempo. De esta manera, vemos como Mank formó parte de la camarilla de Hollywood, haciéndose amigo e Hearst y su novia Marion Davies, a quienes luego retratará en su legendario guion, ganador del Oscar en 1942.
Gary Oldman como siempre entrega una interpretación memorable. Charles Dance nos muestra a un Hearst profundo en los pocos momentos en los que aparece, de igual manera el Orson Welles interpretado por Tom Burke es un personaje bien construido a pesar del poco tiempo en pantalla (su presencia está mostrada de forma misteriosa, jugando con las sombras a manera de las vanguardias europeas, como Welles mostró a Kane en sus momentos de mayor tensión). Arliss Howard nos presenta un Mayer de antología.
La fotografía en blanco y negro está bastante pulida. El efecto de ruido visual que acompaña varias secuencias transmite la textura de las películas clásicas. El sonido es también trabajado para asemejarse al del cine clásico. Sin embargo, pese a sus méritos audiovisuales, el ritmo del film es cansino, llegando a alejar de la pantalla la mente del espectador (“Zoned out” en palabras de un crítico en Rotten Tomatoes).
La finalidad del film parece ser la reivindicación de Mank como el guionista de “ciudadano Kane”, ya que Welles trató de atribuirse todo el crédito, problema que fue solucionado por el Sindicato de guionistas (Screenwriters Guild). Pero a la vez, las anotaciones políticas de Mank, quien se opone a los Republicanos y se acerca al socialismo a pesar del estigma social, cobran excesivo protagonismo.