(Imagen: Franz Krajnik)
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Uchuraccay: El pueblo detrás de la masacre

Uchuraccay, pueblo ayacuchano, pueblo que sufrió como muchos otros durante la época del conflicto armado interno, también conocido como terrorismo. ¿Por qué su nombre sigue resonando si fue uno más de los tantos afectados?

Uchuraccay protagonizó el terrorífico asesinato de ocho periodistas, seis de ellos limeños y dos natales de Ayacucho. El atroz acontecimiento provocó que las luces de los medios volteen la mirada de la ciudad del cemento al pequeño pueblo.

A mediados de 1981 supuestos comerciantes llegaron al pueblo, llenos de productos necesarios como el chuño, hilos, botones, sal, pimienta, entre otros, aceptando pagos a futuro. Los comuneros se encontraban contentos por la visita constante de los mercaderes, empezaron a considerarlos como amigos, sin imaginarse que con ellos iniciaría la época del terror en su pequeña de 470 habitantes.

Un negociante conocido como Martín, amigo de muchos en el pueblo, los animó a unirse a la guerra popular, algunos ucharaccainos con la esperanza de tener una mejor vida aceptaron la propuesta, creían firmemente en lo prometido por los miembros de Sendero Luminoso. Otros dudaron, comenzaron a sospechar de la propuesta casi utópica de los foráneos. Dentro de los hogares se escuchaban frases como “este cojudo tonterías me conversa… no entiendo por qué tiene que desaparecer las haciendas si nosotros somos los que estamos trabajando esas tierras”.

El inicio de la resistencia por parte de los miembros de la comunidad no detuvo a Sendero, para ellos Uchuraccay era una zona valiosa por su estratégica ubicación. Un pueblo intermediario entre los valles de sierra y ceja de selva, Huanta y Tambo. Las desnudas faldas de los cerros eran el paraje ideal para el desplazamiento de los militantes senderistas. Al poco tiempo los ataques se fueron intensificando dentro de la capital, logrando de esta manera replegar a la policía.

El acontecimiento que causó el desconocido pueblo de Uchuraccay sea famoso dentro del ámbito nacional fue el asesinato de ocho periodistas. Los natales de la comunidad dejaron de ser conocidos por el nombre de uchuraccainos, para ser llamados salvajes, bestias, traidores del pueblo, chutos, mata periodistas. Las consecuencias no solo fueron judiciales, proceso que hasta la actualidad no ha terminado, sino también tuvieron que llevar el peso del desprecio nacional, desprecio por su sentir de justicia, por su actuar en desesperación.

Posteriormente, Los Sinchis, brazo del gobierno que actuaba en el interior del país, se ensañó con la comunidad, diariamente llegaban a matar a los hombres, sus ganados, violar a las mujeres, violentar a los niños, quemar sus pagos, sus casas. No había día en el que el pueblo de Uchuraccay no sintiera el dolor de las consecuencias de sus acciones.

Ante la época conocida como “muspayqa hina karaniku” (como entre sueños hemos estado, como atontados hemos vivido) donde el caos, la confusión y la violencia reinaba, sin alimento, ni lugar donde reposar y siendo los cerros su único refugio, los uchuraccainos decidieron escapar. Durante el año 1984, el pueblo se esparce por todo Ayacucho, paulatinamente va quedando deshabitada la comunidad, hasta que finalmente desparece.

Informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación data que entre los años 1883 y 1884 murieron aproximadamente 135 comuneros a manos de PCP-SL y Los Sinchis.

La estadía fuera de la comunidad no fue fácil para los uchuraccainos, por el contrario tuvieron que vivir negando diariamente sus orígenes y lo acontecido, producto de la vergüenza y el miedo.

A inicios de los años 90, el comunero Elías Ccente plantea la iniciativa de volver a su lugar de procedencia. Mediante cartas, visitas personales, avisos por radio, logró que muchas autoridades e instituciones se comprometieran a apoyarlos. Tres años más tarde, un 10 de octubre, veinticuatro familias retornaron al territorio que le perteneció al desparecido pueblo de Uchuraccay. A pesar de conservar el nombre del pueblo, decidieron mover el lugar de la ubicación del poblado para alejarse de la fatídica historia que conllevaba el antiguo territorio.

Con resentimiento y muchas heridas abiertas a causa de las grandes pérdidas, los miembros de la renovada comunidad viven finalmente en tranquilidad, con el objetivo de servir a la justicia en reparación de su pasado, ya que los casos judiciales nunca cerraron.

Los uchuraccainos aún no pueden cerrar el capítulo del terror en el que se encontraron. Uchuraccay es un pueblo que no termina de reconciliarse consigo mismo, su historia como la de muchos otros pueblos sigue vigente y continúan en búsqueda de justicia.