Era un día nublado, jueves 22. La temperatura se adecuaba a la estación, hacía frío porque era junio y estaba ya declarado el invierno. Aquel se supone que sería un día común de trabajo, otro día para seguir haciendo crecer mi negocio, en el que ya llevaba más de 10 años, tan cómodo…
Había dejado hace varios años las ligas menores; comencé de cero, ayudando a un amigo en el Callao, estudiaba Sistemas en un instituto y trabajaba con él, siempre me gustó esa carrera, peo se me dio la oportunidad de ganar dinero y la tomé, como era metido me informé, leí bastante, empecé a curiosear planos y no pasó mucho hasta que comencé a tratar con ingenieros sobre el plano industrial, ‘‘inge’’ me decían, yo les ayudaba a conseguir lo que les faltara, ellos sólo tenían que explicarme qué querían hacer y yo los guiaba con lo que sabía además de conseguirles los materiales necesarios; ellos tenían la parte teórica y yo la práctica. Así entré al asunto.
En ese tiempo todas las tiendas se encontraban en la parte central de las primeras cuadras de la avenida Argentina, por eso llamaban ‘‘las Malvinas’’ a este lugar, por su semejanza a las islas que se encuentran en el Atlántico, en ese tiempo ninguna de las galerías que hoy están ahí existían, solo estaban unas cuantas tiendas construidas pobremente y sin mucha seguridad, todo el perímetro de las tiendas tenía rejas no muy sólidas y por dentro cerraban con cortinas o telas, que, a decir verdad, no daban nada de seguridad. Actualmente hay un parque que cuenta con estacionamiento y loza deportiva en ese lugar; los alrededores eran pampones de tierra y la informalidad era visible en las Malvinas. A pesar de todo eso, podías encontrar herramientas, insumos de nivel industrial y equipo de protección para construcción a precios realmente bajos. Acá venía para completar mis pedidos; como eran pocas tiendas recorría todas comprando en cantidades pequeñas lo que necesitara y todo lo encontraba a buen precio.
Estuve trabajando así años, pasaron rápido e hice mi capital. Y así fue que cuando abrieron Nicolini pude poner mi tiendita. Recuerdo que la Municipalidad nos dio facilidades de pago y los bancos nos ofrecieron capital, esto fue gracias a la intención de mover a las tiendas que estaban al medio, querían reubicarlas a los lados porque había muchos delincuentes y era riesgoso el estado de la improvisada galería central. Como para organizar la calle y disminuir la delincuencia.
Así formalicé mi negocio, comencé con una tienda de 4 × 8 m². Primero me ayudaba mi familia, trabajaba arduamente y me apoyaban, pero cuando fue creciendo el negocio empecé a contratar gente, unos para cargar y mover la mercadería, otros para atender al público, etc. con el paso del tiempo mejoró la situación y mi negocio me reportaba ganancias, así que compré un par de almacenes, los tenía como respaldo, en especial cuando incursioné en la importación de productos. Fui haciendo más capital y poco a poco llegó a mi vida un estado de comodidad en el cual me quedé unos cuantos años.
En Nicolini todos éramos una gran familia, el apoyo era mutuo, si alguien sufría algún percance lo apoyábamos, por ejemplo, una vez acordamos ayudar a una tienda que se había quemado, la señora estaba casi en la ruina, así que nos pusimos de acuerdo y cada uno compró su pollada, éramos más de 2000 personas y todos apoyaron, la señora obtuvo suficiente dinero como para seguir trabajando sin problemas.
Eso nos diferenciaba de las demás galerías y era por eso que Nicolini facturaba más. Competíamos con grandes empresas como Sodimac o maestro, la gente traía sus listas y aquí compraban todo barato, Nicolini no tenía nada que envidiarles; no había comparación, teníamos las de ganar ya que nosotros no pagábamos un local grande ni muchos trabajadores como las cadenas, con poca gente y espacios modestos, además de la garantía que teníamos de las mismas empresas productoras. Todo esto sumado al stock con el que siempre contábamos gracias a los almacenes daba como resultado mejores costos, así que ofrecíamos mejores precios.
Como mi empresa tenía que ser formal empecé a tramitar mi permiso de la municipalidad, no era el único, varios de mis compañeros de galería también lo estaban haciendo; pedían varias cosas para dártela, uno de los pasos necesarios era tener certificado de Defensa Civil. Ellos vinieron, revisaron los planos, los extintores, las señalizaciones, la alarma contra incendios que contiene sensores detectores de humo e implementaron un grupo de encargados en caso de incendios o terremoto, me eligieron para delegado, pero iba a trabajar junto a otros de mis compañeros.
Ese jueves 22 de junio llegué alrededor de las 10 a Nicolini, abrí la tienda y comencé mi jornada. No había mucha gente en la galería, normalmente aumenta la concurrencia de medio día en adelante así que no hubo mayores percances.
Llegó el mediodía y me estaba preparando para ir a comer, iba a dejar a uno de mis chacales atendiendo, pero antes de salir empezó la conmoción, había personas tirándose con sogas desde el segundo y tercer piso, me quedé atónito un par de minutos, pero reaccioné lo suficiente como para organizar al grupo de delegados de Defensa Civil, sonó la alarma contra incendios y fuimos a ayudar a apagar el fuego, llevamos extintores pensando que el incendio no era tan grande , pero al tratar de llegar al segundo piso nos nubló la vista el humo negro y espeso que emanaba de las cosas quemándose en el tercer piso, no se veía absolutamente nada, ahí habían almacenes, muchos de ellos contenían materiales de plástico y químicos, por eso casi nos asfixiamos, así que retrocedimos y nos indicaron que cerremos nuestros negocios y salgamos; ya que si los dejábamos abiertos la gente podría entrar a saquear y además de ser perjudicial para nosotros, eso podría obstruir la labor de los bomberos o poner en riesgo sus vidas.
Continuará…