La realidad multicultural y multilingüe del Perú ofrece un acercamiento a las relaciones sociales entre los individuos, considerándose a estos como miembros de una lengua. En ese sentido, el carácter pluricultural de nuestro país está subyugado a imposiciones sociales, políticas y económicas que evitan un legítimo reconocimiento de nuestras lenguas originarias o indígenas. Si bien, en la actualidad, se conocen aproximadamente la mayor parte de lenguas existentes en nuestro territorio, no se presta atención a todas por igual. No basta con una declaración jurada sobre su cambio de lenguas desconocidas y excluidas a “lenguas oficiales”, cuando en la práctica aún son marginadas por grupos pertenecientes a la lengua hegemónica, el castellano, o, para mayor asombro, también por parte de los mismos hablantes de lenguas originarias o de variedades del castellano. En otras palabras, es necesario adoptar una política intercultural que vele por los derechos lingüísticos de las personas, los cuales involucran el desarrollo de su vida personal, social, política y profesional.
Si bien, en épocas pasadas, la Lingüística se reducía a dar normas sobre el buen hablar y escribir, en la actualidad, se interesa por describir y explicar los fenómenos lingüísticos observables, aprovechando en su estudio toda manifestación del lenguaje humano. De este modo, un lingüista intenta descubrir la estructura de cada lengua, considerando los diversos planos, niveles, enfoques y perspectivas del lenguaje. Es así que, debido al objeto de estudio de la Lingüística, esta posee un carácter humanístico, así como científico, y necesita de la cooperación de disciplinas científicas alineadas en sus ámbitos de estructura, cognición y sociedad.
Por lo dicho, plantearé mi explicación sobre la importancia de la Lingüística en el Perú actual a través de una descripción de la dimensión social del lenguaje y del compromiso social de esta disciplina como parte de las humanidades. Asimismo, la finalidad de este ensayo es apreciar el trabajo de los lingüistas y de quienes se interesen por un cambio en nuestro país.
En primer lugar, es indispensable concebir el lenguaje y la sociedad como nociones inseparables. Esto porque, si bien el lenguaje se sustenta en la capacidad fisiológica y cognitiva que nos permite manifestar el sistema de signos lingüísticos pertenecientes a nuestra lengua, también representa una forma de actividad social. El conocimiento de los principios que regulan una lengua se adquiere en un medio social. Desde que nacemos, crecemos y nos desarrollamos en sociedad, de modo que interiorizamos inconscientemente la forma en que los miembros de nuestra comunidad utilizan la lengua, así como pautas de comportamiento que determinan lo que es o no es adecuado según las prácticas habituales de cada grupo humano.
Dentro de ese marco, el lenguaje permite a las colectividades construir su interpretación del mundo y, por ello, las expresiones verbales revelan las propiedades sociales y culturales de nuestro entorno. Nuestros pensamientos, ideas, sentimientos, emociones, dudas son manifestadas a través del lenguaje por sobre todos los sistemas de comunicación que posea el ser humano; por lo que todas nuestras actividades están ligadas al uso de la lengua de la que seamos miembros. En nuestros días se conoce la existencia de la variedad de lenguas; pero, ¿es posible permitir e ignorar que una de ellas desaparezca por el miedo de la misma comunidad a ser discriminada, de manera que ya no se transmita a las nuevas generaciones, o que ningún miembro de una lengua originaria pueda realizar un solo trámite legal porque el juez la desconoce? Esa falta de reconocimiento obliga a comunidades indígenas a olvidar su lengua por el dominio del castellano en todos los ámbitos en los que se desarrolle la vida social en nuestro territorio. Ser indiferentes a esta situación significa ser cómplices de injusticias que vulneran el desarrollo de una cultura entera, de un conjunto de conocimientos y saberes que son de vital importancia para cada comunidad.
Si el lenguaje está relacionado a todos los ámbitos de nuestro día a día, los objetivos de la Lingüística deben tener una proyección social y política. Es necesario abandonar una concepción del lenguaje centrada en el código y dar paso a un enfoque multidisciplinario que considere el lenguaje y sus manifestaciones en términos de sus funciones sociales y culturales. Un lingüista trata, entonces, de aplicar la teoría a la praxis cotidiana, de dirigir nuestros esfuerzos e iniciativas al servicio de una sociedad o sociedades más humanas.